“La relación entre el fútbol e identidad nacional es una arbitrariedad del destino”
Estas dos últimas semanas la presión mediática ha estado puesta en el desempeño de nuestra selección de fútbol. Con las lesiones y el resultado adverso ante Colombia vuelven los cuestionamientos. La ilusión inicial parece diluirse al paso de frases como “Esta eliminatoria ya la he visto” y la identidad con un equipo que no logra el éxito se da en distintos niveles. Agustín Espinosa, docente del Departamento de Psicología y especialista en temas de identidad, nos explica cómo se generan estos procesos de identidad entre un país y uno de sus símbolos: su selección de fútbol.
Texto:
Gonzalo SilvaFotografía:
Jorge Ruiz
¿Por qué los deportes, específicamente el fútbol, pueden generar tanta identidad?
La relación entre el fútbol e identidad nacional es una arbitrariedad del destino. Por una parte, las personas necesitan generar sentimientos de adhesión y el país es una fuente provisoria de esta identidad. Pero pasa que identificarte con un país no suele ser sencillo. Estudios de identidad nacional dicen que la adhesión a un país está ligada a simbolismos. Por eso digo que el fútbol es una arbitrariedad del destino, porque puede convertirse en un símbolo que confronta a una selección que “representa” a un país contra otro que puede ser antagonista. El asunto tiene que ver con cómo el fútbol como símbolo empieza a ser un elemento de adhesión de la gente, con la popularidad del deporte en la mayoría de países, más si está inserto en una tradición latinoamericana de valoración del deporte colectivo, el fútbol concretamente, aun cuando no nos vaya bien, que es lo paradójico. Si la identidad se construyera en términos de aquellas cosas en las que nos va bien, el fútbol hace tiempo habría sido dejado de lado. Se puede articular esta identificación de la gente con su selección porque simbólicamente representa a un Estado.
Es arbitrario porque no elegimos ser hinchas de un país, sino que ahí nacemos, a diferencia de un club, que sí tiene una identidad que se puede defender por elección propia…
Formalmente tenemos una identidad peruana, que la provee nuestro documento de identidad, pero psicológicamente podemos adherirnos en mayor o menor medida. No es que no sea tan voluntario el asunto. Ese nivel de voluntariedad se expresa claramente en la elección de un equipo, pero también toma en cuenta que si naces en una familia en la que tradicionalmente todos son de Alianza, salvo por cuestiones individuales, te vas a adherir. Hay procesos de habituación que buscan evitar grandes discrepancias cuando hablamos de identidades colectivas con la gente que te rodea. Donde hay tradición futbolera la selección representa parte importante de la identidad y la gente se siente más identificada porque es un símbolo poderoso. Después empieza a representar una serie de características culturales. En el caso del Perú es acostumbrarnos a la derrota, el “jugamos como nunca y perdimos como siempre”, un equipo que cuando no esperas mucho de él genera sorpresa, estereotipos muy arraigados en nosotros. No es que sean siempre ciertos, pero los asumimos como tal y se traducen en la selección.
¿En ese sentido, crees que sí hay una relación de identificación con los jugadores?
Sí con los jugadores, pero no en el sentido de jugadores que representan al Perú, sino en lo que valora la gente. Que me identifique con Pizarro, Vargas o Guerrero tiene que ver con mis expectativas de ser alguien en la vida porque venden una imagen de éxito. ¿Por qué algunos de ellos generan más rechazo que otros? Porque cuando tienes identificación con un grupo, vas evaluando el desempeño de sus miembros y ves que hay unos que son comprometidos u otros que no rinden lo que rinden fuera… No es que sea cierto porque un mal día lo puede tener cualquiera, pero se les atribuye poco compromiso y al que se compromete poco con un grupo suele ser percibido como un desviante o como un traidor. Pizarro, por ejemplo, puede ser considerado uno de los mejores delanteros de la historia del fútbol peruano, pero acá juega de normal para abajo. La gente tiene la expectativa de que esos grandes partidos que hizo en Alemania los haga por la selección. Sabemos que tiene esa capacidad, pero no la está compartiendo. Las atribuciones son que al tipo le interesa la plata y que no va a comprometerse con el equipo. Es una suerte de sanción a los “desviantes” del compromiso con el país.
¿Es justa esta sanción social?
No sé si se pueda valorar en términos de justicia, simplemente es. Siempre va a haber un jugador más comprometido que tiene más química con la hinchada, que además representa mejor el ideal de lucha, de sacrificio, y siempre va a haber el jugador que tiene mala suerte, que lo confronta con el lado feo de nuestra identidad. Lo que se está sancionando ahí es justamente lo que no nos gusta a nosotros como sociedad, esa suerte de oportunismo o de mala suerte, pero no sé si sea justo o no porque a mí no me consta que Pizarro no haya jugado los últimos partidos o no juegue bien porque realmente no quiere hacerlo. Ahora, tienes que analizar una serie de condiciones objetivas: ¿quiénes acompañan a Pizarro en el Bayer Munich o en el Werder Bremen y quiénes lo acompañan en Perú? Ahí tienes una gran diferencia de nivel de lo que es el equipo porque también se está sancionando al individuo por un rendimiento que depende del colectivo. En ese sentido diría que no es justo.
Ya no vemos muchas camisetas de la U, Alianza o Cristal, sino niños y jóvenes con la camiseta del Real Madrid, Barcelona o Manchester. ¿Crees que se está perdiendo la identidad con el fútbol local y se está abriendo a las ligas internacionales?
No creo que pase por eso, sino por una simpatía porque el fútbol es un elemento valorable, la gente lo sigue y cuando juegan dos equipos importantes a nivel mundial hay una expectativa porque la gente quiere ver ese partido por el espectáculo y algunos se identificarán. El tema del alejamiento del fútbol peruano sí puede ser un elemento de desidentificación con un fútbol local, una liga de bajo nivel y que no representa al país. Al menos sigo mi selección porque si bien psicológicamente me puedo adherir más o menos, es algo de lo que finalmente del todo no puedo renunciar. Pero como ser hincha de la U, de Alianza cuando son malos, corruptos, mediocres no me da nada, entonces buscaré adherirme a otros grupos u otras actividades en mi vida. Es más sencillo abandonar el grupo en este caso.
No hay un compromiso…
Es que el compromiso se fortalece o se atenúa en función a las expectativas que tengas. Objetivamente la gente no se identifica con el torneo peruano, se identifica con algunos clubes, los sigue, pero el torneo peruano hace que todos estos clubes sean informales, el fútbol es de mala calidad, es aburrido, no generan ningún tipo de recompensa.
¿No hay una contradicción entre el hincha que quiere que su selección juegue el mundial, pero no le presta atención a su liga local?
Claro, lo que pasa es que la construcción de identidad acepta ese tipo de discrepancias o aparentes paradojas. Hay unas cosas que te gustan y otras que no de un mismo fenómeno asociado a ti mismo. Creo que pasa lo mismo: la liga va a proveer de jugadores para la selección, pero no es la selección. Entonces, la gente no se va a comprometer con un fenómeno que funciona mal para algo que, además, no le va a garantizar que va a salir bien. Si bien todos los equipos forman parte del Perú, están en otro nivel de análisis. Una cosa es la categoría nacional y los símbolos del Perú como la selección y otras son las categorías sociales (U, Alianza, etc.) que están insertas en el Perú, pero no necesariamente en la identidad nacional. Esto puede entrar en contradicción porque hay mucha gente que siendo hincha de la selección y de Alianza Lima, cuando juega la U internacionalmente se alegra cuando pierde, y viceversa. Pero cuando van a la selección y el gol lo hace uno de la U o de Alianza se olvidan de todo.
Le atribuimos a la selección una carga, en este caso ir al Mundial. ¿Ese peso de la hinchada influye en los jugadores para que generen identidad con la camiseta o prefieren desprenderse de esta carga?
Lo que se puede inferir del desempeño de cada jugador es que unos están más comprometidos que otros. Hay algunos que expresan que jugar por el Perú es algo a lo que nunca renunciarían y hay otros que les parece una buena vitrina. Lo que sí es cierto es que las expectativas que la gente deposita en la selección pueden aparecer como un estresor para los jugadores y también como forma de adhesión. Si a pesar de todo se les sigue apoyando, puede que piensen que vale la pena jugar por una hinchada que confía en ellos. Pero si la gente está insultando, probablemente el compromiso también decaiga con la selección, no con el país porque por no jugar con la selección no los hace dejar de ser peruanos. Son símbolos que en el caso de países con pocos triunfos como el nuestro canaliza muchas frustraciones y genera otras tantas. Claro, cuando hay esperanza la gente está súper bien, pero cuando a la selección le empieza a ir mal, la gente empieza a cuestionarlos.
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