"Incomodar implica rearticular posiciones, ver las cosas de nuevo"
Si bien se inició como un académico tradicional (comienza su carrera como especialista en el barroco peninsular, sobre todo en la poesía de Góngora), en los setenta, junto con un grupo de intelectuales, cuestionó la autoridad de las disciplinas, forzó sus límites y fue uno de los fundadores del proyecto de los estudios culturales en Estados Unidos. Aprovechamos la invitación que le hizo la Maestría en Estudios Culturales para discutir, desde una postura teórica, sobre la nación y la identidad de un país multicultural como el Perú.
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John Beverley
Plantea que en Latinoamérica hay una paradoja: si bien han surgido gobiernos orientados al centro-izquierda, la intelectualidad ha dado un giro hacia lo conservador. ¿Esto implica entender el arte y la cultura en un sentido más «clásico»?
Sí. En un contexto puramente académico, en los años ochenta y noventa, una de las metas en las maneras de pensar lo social y lo cultural era interdisciplinaria y transdisciplinaria. En cierto sentido, se cuestionaba la autoridad de las disciplinas. En la literatura, por ejemplo, se cuestionaba la autoridad del canon y se prestaba atención a lo periférico, lo no letrado, lo popular. El giro neoconservador, en cambio, dice que debemos volver a una noción de la disciplina académica más tradicional. Mi posición era que es importante cuestionar los límites disciplinarios, porque eso permite una participación más amplia y democrática de la sociedad en la construcción del saber.
En el Perú, expresiones culturales que se consideraban marginales han logrado ingresar con éxito a un campo más elitista y hegemónico. El ingreso se da, sin embargo, bajo una forma tutelar.
Una de las cosas que queríamos hacer con esta nueva atención a la cultura popular era darle atención con la misma seriedad que se habían abordado los textos canónicos, pero hacer entrar la cultura popular en sí no es la solución. La entrada de voces no letradas en la universidad ponía en crisis ciertas formas de autoridad universitaria: podría haber una incorporación costumbrista de la cultura popular, siempre que fueran aceptables para las clases acomodadas y no estorbaran la estructura de poder que ellos disfrutaban. La idea de los estudios culturales era traer a la universidad cierta voluntad crítica, que obligaba a las disciplinas a una situación incómoda.
¿Fue posible?
Fue difícil. Al principio funcionó, incomodó y liberó muchas energías, porque incomodar implica rearticular posiciones, ver las cosas de nuevo. Creo que esa lucha todavía es importante: radicalizar los límites disciplinarios y cuestionar las bases mismas del conocimiento.
El Perú explota el lado pluricultural en su discurso turístico pero, al incorporar estas distintas visiones al Estado, se tilda de «salvajes» a quienes no comparten las costumbres hegemónicas. ¿Hay algún manual que alcanzar a nuestros políticos?
Creo que realmente es una cuestión de inventar nuevas formas de lo político que puedan incorporarlas. Ya salimos acá del campo de la universidad y estamos hablando de modelos de participación político-cívica en los que hay un nuevo protagonismo posible. Que el pluriculturalismo no sea solo una cosa costumbrista que no da un poder real a los sujetos. Se trata de ver nuevas formas de política que incorporan agendas que surgen desde lo marginal, lo indígena, lo negro, lo gay, la mujer, y que afecten realmente al Estado.
En un país como el nuestro, ¿cómo se puede lograr una política intercultural?
No sé. Mi idea, más bien, es poner atención a ese problema. El Perú tiene que reconocerse como una nación multinacional. No se puede crear un sujeto nacional de todas estas diferencias y esperar que encaje en un modelo de Estado-nación. Yo veo la cosa al revés: se debe redefinir la idea del Estado-nación desde esa multiculturalidad. Nunca va a haber un sujeto peruano totalmente transcultural que sea a la vez indígena, criollo, negro, queer y mujer. En ese sentido, no hay una transculturación posible. Hay que ver cómo redefinir la nación para que sea más representativa.
Creo que ese es justamente el punto: no existen identidades estáticas; estas se van reinventando y transformando constantemente.
Sí. El modelo del Estado moderno tiene la idea de la unicidad de sus ciudadanos. Pero algunas naciones no son étnicamente tan coherentes. Tomemos a Estados Unidos: somos un país con una población de habla hispana de cerca de 45 millones. Esto va a cambiar la manera como EEUU se piensa a sí mismo como nación, pues uno de los ejes en su formación era la oposición a lo hispánico. Antes, el inmigrante tenía que aculturarse rápidamente; ahora no es así. Los inmigrantes se van a convertir en una nueva identidad, una única identidad norteamericana. EEUU tiene que reinventarse para incorporar estas nuevas y no tan nuevas realidades.
¿Lo «otro» se ha convertido en lo «uno»?
No. Lo «uno» se ha convertido en los «muchos».
Entrevista: Rosario Yori
Foto: Franz Krajnik
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