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"Hay una urgencia en las universidades de dar a conocer la libertad intelectual y la búsqueda de la verdad"

La Oficina Nacional de Educación Católica (ONDEC) reunió a docentes de instituciones públicas y privadas en el II Congreso Internacional de Educadores Católicos, el cual se realizó en la primera semana de agosto y fue auspiciado por nuestra Universidad. Conversamos con el Prof. Vermersch acerca de los retos y oportunidades que estos profesores deben superar en esta nueva sociedad del conocimiento del siglo XXI.

  • Prof. Dominique Vermersch

¿Cuáles serían las características más resaltantes de la sociedad del conocimiento en el cual vivimos hoy en día?

Una de las características más importantes es su predominio frente a la sociedad de tradición. Este saber lo podemos calificar de formal (por ejemplo, las matemáticas) y de empírico-formal (como la física, la biología), los cuales tienen la ventaja de manejar un lenguaje común pero que también puede ser empobrecido. Es en ese sentido que yo hablo de una predominancia del saber científico en deterioro de la cultura, de la literatura; esta sociedad del conocimiento que acompaña a la globalización puede conducir también al empobrecimiento de la cultura local.

Estos dos conceptos, conocimiento y tradición, ¿se encuentran enfrentados? ¿Son contradictorios o pueden convivir mutuamente?

Es una buena pregunta. Un primer análisis podríamos decir que ambos se oponen, pero están llamados a sostenerse el uno al otro. Eso es lo que he intentado de explicar en la conferencia que he dado: si yo dejo de lado la transmisión, la sociedad va a desarrollarse a través de la familia; igualmente, si en una sociedad la Iglesia y la familia tienen un lugar menos importante, el fenómeno de la transmisión continúa. Por ejemplo, en una familia dividida, los niños y los jóvenes van a encontrar otro lugar de transmisión, como el grupo de amigos u otro lugar y lo que se va a transmitir es algo distinto a lo que se podría transmitir en la familia.

Al hablar de una sociedad de tradición, ¿nos estamos refiriendo a los valores, a los principios morales, a los principios de una cultura determinada?

En una sociedad de tradición, las experiencias del pasado se recogen para reproducirse; es una tradición viva, es lo que llamamos ethos, el conjunto de valores éticos que toma una sociedad, el cual puede evolucionar. La etimología de ethos viene del francés y corresponde al «lugar donde las vacas descansan». En un principio, los hombres miraban a los animales y sus hábitos, palabra que a su vez viene de la palabra habitus (virtud). En resumen, ethos quiere decir que para adquirir valores morales justos, tengo necesidad de una habitación, de un hogar, y por extensión, de una comunidad. Es decir, si yo quiero actuar de manera justa, necesito de los demás, y por eso es importante la tradición, la cual es llevada por una comunidad.

Bajo su consideración, ¿cuáles serían los retos que enfrentan los educadores católicos frente a este panorama?

Esos desafíos son propios de cada cultura. Por ejemplo, yo trabajo en una universidad pública en Francia y allá hay que poner nuestra fe fuera de la puerta de ingreso. Nosotros encontramos que es importante mantener una relación entre la fe y la razón porque nuestra fe es razonable. Mi universidad es agrónoma y manejan el tema de la biotecnología, por lo que surgen cuestionamientos éticos alrededor de este tema, como cuáles son los límites de la manipulación de la naturaleza, y por ende, de la especie humana, cómo se fundamentan. El hombre sabe que es incapaz de respetar algunos límites, esa es su angustia. La labor de los educadores católicos y de la Iglesia es encontrar una relación sintética entre la naturaleza y la libertad humana.

Otro desafío está relacionado a la economía; la universidad toma como modelo económico a las fábricas, a las grandes empresas, es la mercantilización del saber. La labor de la universidad es la de producir y transmitir el saber, pero ¿dónde voy a buscarlo? En relación a la dignidad humana y las desigualdades económicas, es un tema que nos hace pensar mucho y tenemos muchas preguntas al respecto. Hoy en día, la búsqueda universitaria está condicionada por el interés económico; la última palabra la tiene el mercado y ahí también hay un desafío de la educación católica: la doctrina social de la Iglesia puede proponer respuestas concretas en ese sentido, como por ejemplo, cómo un mercado puede dar precios justos que respeten la dignidad de los hombres. También podríamos hablar de los desafíos ecológicos. La naturaleza que está siendo destruida por la acción del hombre. Son desafíos apasionantes.

Anteriormente, mencionaba que la familia es un grupo importante en la transmisión de la tradición. Sin embargo, la institución de la familia se encuentra muy resquebrajada en la sociedad actual. ¿Cómo se maneja una educación católica dentro de esta realidad?

Yo creo que la familia, como dice el magisterio social de la Iglesia, es la escuela del don de sí mismo, es en la familia donde yo aprendo a darme, es una bella cosa decir eso. Pero si yo soy un niño y mis padres están divorciados, ¿cómo voy a aprender eso? La tarea de la familia se suple un poco a través de la educación católica, cuyo objetivo es enseñar a darse y ese es un desafío. Una enseñanza universitaria católica debe tomar la justa medida de las condiciones de las familias de hoy en día: la familia precaria a menudo hace que el hombre y la mujer trabajen y el acceso a la educación superior hacen que sea un poco más extensiva. Son dificultades que también vivimos en Francia.

El Sumo Pontífice Benedicto XVI hizo referencia a este tema durante su discurso a la asamblea diocesana de Roma en junio del 2007, en donde mencionó que nos encontramos en una gran «emergencia educativa». ¿A qué se refería?

En la sociedad actual, la Iglesia se enfrenta a una disminución de las vocaciones sacerdotales y religiosas, por lo que el rol de la educación podría estar pasando a un segundo plano. Bajo este contexto, Benedicto XVI recuerda la importancia de la presencia de la Iglesia en la educación superior y universitaria, es ahí donde hay una necesidad urgente.

Es interesante ver como desde el  2005 en que Benedicto XVI es elegido Papa, nunca ha faltado ocasión para dar discursos en las universidades. Cuando escuchan o analizan sus discursos, como en la Universidad del Sagrado Corazón en Milán, la Universidad de Ratisbona en Alemania, la Sapienza de Roma, todos ellos invitan a refundar la catolicidad universitaria. Yo los invito a ver sobre todo el discurso en la Universidad Sapienza, que al inicio era católica pero ahora es pública; hubo una manifestación de profesores y alumnos que no querían que el pontífice vaya a hacer un discurso en su local, a lo que él respondió: «Muy bien, yo no voy, pero igualmente yo les doy mi discurso». En esta proclama se nota un respeto de las autonomías de las realidades terrestres; inclusive señaló: «La universidad no tiene más que una autoridad que reconocer: la autoridad de la verdad».

Estamos viviendo en un mundo que está marcado por el liberalismo económico, cuya «libertad» está condicionada por el mercado; por lo tanto, hay que reaprender esta relación entre la libertad y la verdad, que es análoga con la relación que hay entre la fe y la razón. Hay una urgencia en las universidades de dar a conocer la libertad intelectual y la búsqueda de la verdad, en una visión orgánica del saber, en donde existe una interdependencia entre todos los saberes (la filosofía, la teología, las letras). Muy a menudo la hiperespecialización de los conocimientos invita a separarlos. La situación del mundo nos lleva a tomar decisiones urgentes sobre la economía o el medioambiente, que nos invitan a unificar los conocimientos para tomar la mejor decisión; por ello hablamos de una urgencia educativa.

Para algunos, podría resultar contradictorio cuestionar a la sociedad de la información cuando herramientas como el Internet y otros medios de comunicación –si son bien manejadas- nos pueden ayudar a transmitir conocimientos.

Los instrumentos no son malos en sí mismos, pero hay que utilizarlos con una cierta ética. Si dejamos la técnica sola, llegamos a un pragmatismo moral. Por ejemplo, la técnica económica se ha convertido en una ética; cuando escuchamos el discurso de un hombre político lo consideramos un discurso moral. La técnica se ha transformado en ética, cuando en realidad es la ética la que debe dar forma a la técnica.

Por ejemplo, podemos leer en el primer capítulo del Génesis que en el Jardín del Edén, todos los árboles estaban buenos para verlos y también para comerlos. Quiere decir que la naturaleza es fuente de contemplación -es algo bueno- y la naturaleza indica una ética. En vista de la acción, yo puedo tomar la naturaleza, me la puedo comer, me la puedo apropiar. En el momento del Pecado Original, Eva ve que el fruto está bueno para comer y bueno para ver; es decir, todo a la inversa. Cualquiera que sea nuestra creencia, el autor del Génesis ha visto una cuestión fundamental: la inversión de la técnica y de la ética.

Entonces, ¿qué es lo que yo busco? Yo busco la naturaleza: cómo funciona el hombre, la física, la biología, etc. Pero la naturaleza es muy grande, ¿dónde busco? Hoy día se busca a partir de un interés económico, se ha perdido esa dimensión contemplativa de la naturaleza. La universidad católica debe testimoniar de una cierta gratuidad de la búsqueda que va a servir a la dignidad humana, y eso pasa por hombres y mujeres que están listos a servir a esa gratuidad. Ellos van a ser ayudados por la contemplación de la naturaleza porque en ella está la gratuidad; la naturaleza es orgánica, estamos en dependencia mutua. Ese es el lazo entre la técnica y la ética.

Entrevista: Luis Yáñez Quiroz

Fotografía: Mario Lack

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