"Existe una mentalidad arrogante que considera que la cultura occidental es la única"
Reconocido académico, jurista y líder político colombiano, el doctor Carlos Gaviria visitó nuestra Universidad esta semana.
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Carlos Gaviria
Expresidente de la Corte Constitucional de Colombia
En su país, fue presidente de la Corte Constitucional (equivalente al Tribunal Constitucional peruano), senador y candidato presidencial. Actualmente preside la Fundación Demopaz, que contribuye a las propuestas sobre democracia y paz en Colombia. En la PUCP, dictó una clase en la Diplomatura de Estudio Internacional en Pluralismo Jurídico y Derechos Indígenas, que iniciaron el mes pasado nuestra Facultad de Derecho y el Instituto Internacional de Derecho y Sociedad (IIDS). En este diplomado, participan abogados, jueces, líderes indígenas, ronderos, entre otros.
¿Qué experiencia ha compartido en la PUCP?
Sobre el pluriculturalismo y su tratamiento en las nuevas constituciones de América Latina. Como exmagistrado de la Corte Constitucional de Colombia, hablo de esa experiencia: lo que se ha avanzado en pluriculturalismo, al mirarlo no como un fenómeno secundario sino fundamental, abandonando una mentalidad tradicional arrogante que ha considerado que la cultura occidental es la única cultura y que aquellos grupos humanos que no participan de la ella están en estado de salvajismo. El neoconstitucionalismo y el pluriculturalismo reivindican a esos grupos humanos como portadores de otras culturas.
¿Cómo se define este concepto y cómo va su aplicación?
El concepto es más antiguo que su aplicación porque parte de reconocer que hay varias culturas no una sola. Es un concepto viejo, casi de los siglos XVII y XVIII. Ha tomado mucha fuerza en las nuevas constituciones de América Latina porque en estos países hay grupos humanos indígenas y afrodescendientes. Estas nuevas constituciones claman por un tratamiento equitativo de esos grupos que habían sido excluidos tradicionalmente.
¿Dónde se ha avanzado más en la aplicación de este concepto a nivel jurídico?
No me atrevería a dar un juicio terminante. En mi país se ha avanzado significativamente. Eso lo corrobora el hecho de que varios exmiembros dela Corte Constitucional hemos sido invitados a distintos lugares del mundo, tanto en América Latina como en Europa a hablar de esos avances. Por tanto, son apreciados ya fuera de las fronteras de Colombia.
Muchos pensarían que en gobiernos de izquierda habría una mayor vocación por aplicar estas innovaciones, pero me dice usted que en Colombia, que está gobernado por la derecha hace buen tiempo, se ha avanzado en esta incorporación.
Sí. Me gusta mucho esa pregunta por varias razones. Si bien acabamos de salir de un gobierno profundamente autoritario de ocho años, de derecha, la Constitución rige no por el consentimiento de ese gobierno, sino a su pesar. Sobre la segunda anotación, he tenido una desilusión. La izquierda actual no ha logrado incorporar a su ideario causas nuevas como el pluriculturalismo, feminismo o los derechos de la comunidad LGTB, que en la medida en que son liberadoras deberían ser parte del ideario de la izquierda actual.
Se ha avanzado. Bolivia es un caso singular porque ningún país ha llevado al poder a un indígena. Por su población indígena tan significativa, allá los movimientos neoconstitucionalistas han cobrado un carácter autóctono extraordinario. Bolivia es un país fundamentalmente indígena, Colombia tiene apenas un 10% de población indígena, pero merece un tratamiento distinto al que se le ha dado. En Bolivia, se le ha impuesto una cultura muy ajena. El proyecto boliviano está rescatando la cultura indígena. Desde ese punto de vista, es un sistema de gobierno muy interesante, atractivo y paradigmático.
¿Y cómo ve al Perú, ahora con este nuevo gobierno identificado con la izquierda?
Esperaría que Ollanta Humala, de quien tengo muy buen concepto, le dé un gran impulso al movimiento que se ha orientado en esta dirección. Me parece que la defensa de las culturas indígenas tendrá un ambiente muy receptivo bajo un gobierno como el de Ollanta.
Se habló mucho del tema indígena después del Baguazo. Se ha enfatizado en la consulta previa para iniciar proyectos de inversión. ¿Qué le parece este debate?
Muy importante. No solo en los derechos nacionales internos se consagra ese respeto por el pluriculturalismo sino que el derecho internacional ha marchado a este compás. Una prueba es el Convenio 169 de la OIT, que obliga la consulta a las comunidades que pueden ser afectadas por ciertos proyectos. En Colombia, la Corte Constitucional ha exigido que esa consulta no sea un rito vano, sino que la comunidad toda sea convocada y un funcionario del alto gobierno les explique el proyecto, de qué modo puede afectarlos, que ellos evalúen si esa afectación es sustancial y se pronuncien. Aunque lo que responda la comunidad no es obligatorio, sí es obligatorio hacer la consulta con seriedad.
Hay un obstáculo grande: una mentalidad tradicional muy conservadora que está habituada a enjuiciar los fenómenos culturales de una manera muy diferente a la que ahora se impone. Es difícil apropiarse de nuevos conceptos y perspectivas para analizar estos problemas. Eventos como los que aquí se organizan son fundamentales porque hay que hacer mucha pedagogía en torno al pluriculturalismo para quienes consideramos que es no solo un hecho de nuestras constituciones sino un camino deseable para transitar.
En Colombia ha habido muchas acusaciones de persecución a sectores sociales. ¿Pese al perjuicio a grupos indígenas, el pluriculturalismo ha podido avanzar?
Las poblaciones indígenas en su gran mayoría se declararon neutrales frente al conflicto. Muchas veces han sido perseguidas por la guerrilla, los paramilitares y el gobierno, que las confunde con unos sectores o con otro. Han sido víctimas del conflicto de primer orden. Ante el avance del pluriculturalismo, muestran mayor entusiasmo y tienen mayores estímulos para sacar adelante su causa porque ahora tienen un respaldo constitucional.
Usted también es un líder de la oposición en Colombia. ¿Cómo va este sector?
Se hace oposición con muchas dificultades porque Colombia es una democracia muy precaria. La democracia formal muestra «aquí no hay persecución contra la oposición» cuando sí lo hay. Por una parte, un exterminio de un proyecto político, la Unión Patriótica. Por otra, los líderes sindicales siguen siendo perseguidos. El mismo Estados Unidos adujo, para no firmar el TLC con Colombia, la hostilidad a los grupos sindicales. Aun cuando no haya una persecución explicita, hay una manera sutil de hacer que la lucha de la oposición sea desventajosa. Es difícil que los medios nos den acceso a los que militamos en el único partido de oposición, el Polo Democrático Alternativo, y a quienes, aunque no militan en este partido, no se muestran satisfechos con la propuesta oficial.
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