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“En América Latina los sistemas constitucionales ofrecen más mecanismos a la participación ciudadana”

Las violaciones de derechos humanos y los abusos perpetuados en las dictaduras de nuestra región nos tienen que haber dejado una serie de enseñanzas para no repetir los mismos errores. Sin embargo, el ejemplo no siempre ayuda a no repetir los mismos errores por lo que países como España se ven inmersos en crisis económicas y sociales en la actualidad. Conversamos con el Dr. Rafael Escudero, docente de la Universidad Carlos III de Madrid, quien vino a dictar el Seminario Internacional «Positivismo Jurídico y Neoconstitucionalismo: dos formas de enfrentarse al derecho», organizado por la Maestría en Derecho con mención en Política Jurisdiccional. El especialista nos pone el caso español para advertir la importancia de la consolidación de la democracia.

  • Rafael Escudero
    Abogado. Docente de la Universidad Carlos III de Madrid.
  • Texto:
    Gonzalo Silva
  • Fotografía:
    Jorge Ruiz

¿Cómo se rearma una sociedad traumatizada por un periodo de dictadura en el que sus derechos fundamentales fueron vulnerados? ¿Cuáles son los procesos para empezar a caminar de nuevo?

Son tres tipos de medidas que corresponden a tres lemas: verdad, justicia y reparación. En primer lugar, establecer mecanismos para que la sociedad pueda conocer lo sucedido: violaciones de derechos humanos, razones de la victimización y sobre todo, y en el caso de violencia ejercida por parte del Estado, sus responsabilidades. En segundo lugar, hay que enjuiciar y encausar a los culpables; estamos hablando de asesinatos, desapariciones forzadas, torturas, robos de niños. No caben, bajo ningún concepto, leyes de amnistía. En tercer lugar, reparación: tiene que haber un programa de reparación pública a las víctimas, económica y moral. Esto a través del reconocimiento de la condición de víctima y de su sufrimiento: actos públicos, homenajes estatales. Todo esto va a recuperar la dignidad de las personas, y por otro lado, va a construir sociedades realmente democráticas. En España no se produjo porque se llegó a un pacto de silencio; esto dio lugar a lo que se llama ‘democracia de baja intensidad’. Durante los años 90 el desarrollo de la sociedad española tapó todo. Hoy, en momentos de crisis, sentimos la necesidad de esos programas de justicia transicional que hubieran contribuido a tener una democracia más solida que la que actualmente tenemos.

América Latina coincidió en una época con dictaduras militares. ¿Hemos mejorado nuestra democracia al salir de estas dictaduras, en contraparte de lo que sucede en España?

Sí. Que en América Latina se hayan adoptado este tipo de medidas de verdad, justicia, reparación, se puede comprobar empíricamente: los sistemas constitucionales ofrecen más mecanismos a la participación ciudadana (leyes de consulta, presupuestos participativos). En España, los que se acostaron pro dictadura en la noche -con la muerte de Franco- a la mañana siguiente, se levantaron demócratas de toda la vida. Controlaron el proceso de transición a la democracia. Los jueces siguieron siendo lo mismo, la policía también; esa policía que había reprimido los derechos humanos, al día siguiente era una policía democrática. Entonces, claro, las bases constitucionales españolas son muy débiles. Hay que explicar muy bien a la gente que lo que pasa en España hoy no es algo nuevo, es algo que heredamos de la forma cómo se llevó a cabo la transición.

Por lo que se ve en la realidad: conflictos sociales, mucha gente disconforme. ¿Esta democracia no termina siendo algo indicado en el papel?

Este es otro planteamiento del problema en el que efectivamente tienes razón. Si después no nos encontramos con un Estado fuerte que realiza políticas públicas tendientes a garantizar los derechos sociales, efectivamente, queda siendo muy bonito en los textos constitucionales, pero detrás no hay políticas públicas. Por eso lo que es importante también es que configuremos una ciudadanía crítica, que le demande al Estado y a su clase dirigente no solo que rinda cuentas a la sociedad, sino que desarrolle políticas sociales.

Respecto al proceso de reconciliación, ¿cuánta importancia tienen los llamados museos de la memoria para lograr una verdadera reconciliación?

Son imprescindibles porque hay que recordar, es obligatorio. Sobre todo para las nuevas generaciones, que tienen que conocer. Son tan importantes que en España se destruyeron los lugares de memoria como, por ejemplo, los lugares donde se dio la represión física (cárceles). Cuando vino la transición los que la manejaron dijeron “para olvidar, destruyamos”, y lo destruyeron físicamente. Se pretende borrar el recuerdo porque así no hay culpables. Un ejemplo que parece una tontería: el franquismo en los últimos años tenía fichas de todos los homosexuales y muchos habían pasado por la cárcel y sido torturados por su condición de homosexuales. Lo que hicieron cuando llegó la democracia fue destruir los archivos. En Alemania del Este hicieron lo contrario: abrieron los archivos para que cualquier persona, como en la película La vida de los otros, pueda acceder a los ficheros de la Policía.

A propósito del cine, se dice que es el espejo de una sociedad, y los dolores causados por dictaduras y guerras civiles no fueron ajenos a las realizaciones de cada país. En Argentina podemos ver La historia oficial (1985) y Crónica de una fuga (2006); Machuca (2004) en Chile, o ‘La boca del Lobo’ (1988) en Perú. En España está la película La lengua de las mariposas (1999), que da cuenta de las injusticias durante la guerra civil. ¿Cuánto ayuda que las nuevas generaciones puedan tener acceso a estas películas?

Es clave. En España le llamamos el proceso de la recuperación de la memoria histórica. Este proceso, que es impulsado por la sociedad civil, no por los grupos políticos, que no lo quieren ni ver, empieza a cobrar mucha fuerza social a raíz del cine y de la literatura. No podemos desaprovechar el potencial que tienen para reflejar eso. A partir de esa serie de películas y novelas que luego se llevan al cine (La lengua de las mariposas es una novela de Manuel Rivas, un escritor gallego muy comprometido con la causa de la memoria) es cuando la sociedad española empieza a tomar conciencia y a preguntarse qué pasó aquí. Yo no estudié en el colegio la dictadura franquista y la república, y resulta que hace cuatro años, cuando sucedió el ‘Caso Garzón’, la sociedad se entera de que en España pasó lo que en Argentina: robo de niños. Lo veíamos en las películas argentinas y la gente mayor decía “imaginaos que esto hubiera pasado en España”. Ahora nos encontramos con que hay gente que está yendo a que le hagan análisis de ADN porque a las mujeres de los republicanos las metían a la cárcel y luego les decían que su niño estaba muerto. Es muy importante para que las nuevas generaciones conozcan lo que sucedió.

En el siglo XX las dictaduras fueron militares. Ahora que se habla de una democracia de baja intensidad, ¿cuál sería el peligro para estas? ¿Hay otras formas de destruir la democracia?

Se dice que los golpes de Estado ya no serán militares. Eso es una cosa que está siempre ahí y no conviene olvidarla. Hay otras formas, como lo que está pasando en España, donde los parlamentos no deciden. Lo que hacen es refrendar posiciones que le vienen marcadas del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial para el Desarrollo y el Banco Central Europeo, instituciones sin ninguna legitimidad democrática. Las políticas del Banco Central Europeo no las controla ni el Parlamento ni la Comisión Europea. Periódicamente le pasa una serie de medidas al Gobierno español para que no haya déficit público, porque esas medidas contribuyen a generar confianza de los mercados internacionales. Entonces, el Gobierno español va con esa cartita al Parlamento y les dice: “Señores, hay que aprobar esto porque; si no, no nos dan crédito”. Y sin ningún problema aprueba este tipo de medidas. Esto no se corresponde con la definición clásica que tenemos de democracia. Esto provoca que la gente diga para qué voy a ir a votar si las decisiones las toma el FMI. Es una forma de terminar con la democracia.

Se sabe que España, en la década de 1990, vivió una época de bonanza económica. El Perú pasa por una etapa parecida: está creciendo, somos referencia en la economía internacional… ¿Existe la posibilidad de que lo que sucede en España también le pueda pasar al Perú?

Hay que tomar medidas para que esto no suceda. En los 90, cuando la economía española creció, había gente que decía que había que tener cuidado, que esto es un gigante con pies de barro. La economía española se basó en el turismo, pero también en la construcción. Se empezó a construir y los bancos estuvieron encantados de la vida, fluía el crédito, soltaban el dinero. Cuando la economía empezó a ir para atrás la gente no llegaba a pagar la hipoteca y devolvió los pisos. Cuidado, hay una época de crecimiento, pero hay que tomar medidas para que no se dé ese crecimiento absolutamente falso que se produjo en España. Habría que decirles a los políticos que hay que tomar medidas de control de las instituciones financieras. Ya pasó en Estados Unidos en los finales de los 90. Los españoles no aprendimos. Por favor aprendan algo de nosotros, aunque sea lo malo, para no repetirlo.

El Perfil

Nombre: Rafael Escudero

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