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"Debemos tener humildad para ser capaces de ver en grande"

Homilía del cardenal y Gran Canciller de la PUCP, Carlos Castillo Mattasoglio, en la misa por el inicio del nuevo año académico y los 108 años de nuestra Universidad.

  • Cardenal Carlos Castillo Mattasoglio
    Arzobispo de Lima y Gran Canciller de la PUCP

En el texto bíblico que hemos leído*, Jesús nota el deseo de esos nazarenos de amoldarlo como profeta a sus intereses y ambiciones.

Esto se parece a lo que sucede con ciertos católicos de hoy que le reclaman a la propia Iglesia, al papa Francisco, al obispo y, sin duda, a la PUCP, el que seamos católicos al modo en el que han sido habituados, sin fidelidad a su profundo significado.

Pero Jesús les advierte que ningún profeta es aceptado en su propio pueblo. Si eso sucediera, dejaría de ser profeta, perdería la novedad de su mensaje, de su inspiración divina, su capacidad de denunciar y anunciar, y de abrir horizontes y afrontar desafíos, cosas propias de la dimensión profética de la fe. Y, sobre todo, perdería su verdadera catolicidad: su universalidad, para más bien volverse una realidad no católica sino provinciana, pueblerina, anecdótica, “pueblo chico, infierno grande”. Jesús sí valora en los pueblos, incluso el suyo, el clamor por la justicia y el derecho de todos los pueblos, y se compromete con ellos. Pero toma distancia de los usos caprichosos e individualistas para objetivos mezquinos y nada solidarios.

Por eso, Jesús les recuerda que la labor del profeta se dirige siempre hacia los que están lejos, fuera del ámbito mío, de mi grupo, de mi élite, de mis fieles, de mi círculo privilegiado, de mis santos. Por eso, cita dos ejemplos de profetas importantes que fueron enviados no a Israel, sino a Sarepta de Sidón, como Elías, donde la pobre viuda; y a Siria, como Eliseo donde el leproso Naamán. Ambos no hebreos y personas con problemas, uno leproso terminal y una pobre viuda a la que solo le quedaba una gota de aceite para vivir. Y en Israel había leprosos y viudas pobres, pero Dios los envía lejos para enseñar a Israel a salir de sí mismo, a abrirse, a no estarse mirando el ombligo.

A los nazarenos no les gustó esto y dice el texto que reaccionaron intentando matar a Jesús: “Se pusieron furiosos y levantándose lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio …con intención de despeñarlo”.

Desde 1917 muchos colegas, trabajadores, estudiantes han dado mucho por nuestra institución, sus esfuerzos nos han permitido llegar hasta aquí".

Todos estos 108 años de vida de nuestra PUCP han estado marcados por el sello de la catolicidad. Ya en su primer reglamento, de septiembre de 1917, pone como objeto “la enseñanza de letras y ciencias según un criterio católico”, así nos está manifestando nítidamente el criterio de la fe en su sentido profético que guía todo nuestro conocimiento de ciencias y letras. No es que haya “ciencia católica” y “letras católicas”, sino la enseñanza a partir de criterio católico, es decir, a partir del sentido profético universal que amplía los horizontes y desiste de las estrecheces y mezquindades. Es decir, una universidad donde prime la amplitud de visión y la capacidad de afrontar desafíos de largo alcance e inspirar profundizaciones de conocimientos que permiten acompañar, con reflexión, las dimensiones humanas más fundamentales, especialmente en la humanidad peruana y universal en las que estamos situados.

En la crisis humana, social y política contemporánea, donde ganan terreno el autoritarismo, la prepotencia, la ambición económica y de poder, y se usa la democracia incluso para implantar y proteger la delincuencia de mafias y grupos corruptos, ¿acaso no hay signos de que se pretende usar la educación solo para esos fines? Y, en medio de esta tragedia nacional y mundial, ¿no se pretende acaso que la búsqueda de la verdad y de la razón se sustituya por la imposición irracional y mentirosa de la ignorancia, indiferente al sufrimiento humano de nuestros pueblos?

¿No es esta, acaso, la historia difícil que hemos atravesado desde que fue creada la PUCP? ¿Acaso no es lo profético que hemos querido ser desde nuestra fundación y lo proféticos que podemos ser lo que ha llevado, en varios momentos de nuestra historia secular, a varios intentos muy conocidos de despeñarnos?

El mensaje de Jesús en este día es claro, una universidad inspirada en la misión profética de la Iglesia tampoco es bien vista, ni comprendida, en su calidad y dinámica interna de su misión, porque siempre existen estrecheces y estrechos que la pretenderán impedir. Y es preciso asumir esta misión sabiendo siempre que hemos de retomar conscientemente el legado de los fundadores, que significa, simple y llanamente, asumir responsablemente para nuestros tiempos la actitud profética de Jesús: “Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino”.

Aquí no hemos vivido ni viviremos un catolicismo progresista ni ancestralista, aquí hemos vivido y viviremos un catolicismo según la tradición que deriva del Evangelio y del magisterio de Francisco, de una Iglesia sinodal y misionera".

Me encantaría que hiciéramos una recopilación histórica de las crisis que hemos sufrido y cómo salimos. Lo cierto es que el elemento profético siempre estuvo presente, porque la Universidad no se puso a la moda con un simple catolicismo “progresista”, como algunos dicen. La Universidad, fiel al magisterio de los papas del siglo XX, asumió el único catolicismo que es la universalidad de Jesús profeta que irradia su amor gratuito y lo enseña como maestro a todos y en todos los ámbitos de la humanidad, ayudando a percibir su presencia en el mundo que Él ama. En cada generación, en cada inquietud humana, Jesús no rechaza al mundo, sino que lo acompaña.  Aquí no hemos vivido ni viviremos un catolicismo ni progresista ni ancestralista, aquí hemos vivido y viviremos un catolicismo según la tradición que deriva del Evangelio, y luego de varios avances se plasmó en el Vaticano II, y hoy en el magisterio de Francisco, de una Iglesia sinodal y misionera.

Por ello, como Jesús, nos abrimos paso entre todos los que pretenden derribar, no solo el proyecto de la PUCP, sino el proyecto humanizador que se generó luego de la Segunda Guerra Mundial, con consensos democráticos a nivel mundial y espacios de diálogo que se requieren aún ensanchar más ampliamente, en vez de estrechar.

Pasemos como Jesús en medio de quien se opone y sigamos el camino de Jesús, sin pelear, sino llamando “sinodalmente” a recapacitar, repensar y debatir con amplitud la diversidad de desafíos que estamos atravesando, para ser luz en medio de tantísima tiniebla contemporánea, y retomando la capacidad de ser comunidad universitaria, repensando realistamente todo lo que nos es desafío.

Los 108 años son más que un siglo de historia institucional. Junto a la dimensión católica nos acompaña también la dimensión pontificia. Además de la dimensión católica ya tocada, la pontificia se une a nosotros a los 25 años de fundados como una participación a la misión de tender puentes que tiene el Papa, y eso significa una mayor apertura a diferentes realidades, iniciativas, conocimientos y sobre todo nuevas generaciones y al futuro al que no estamos acostumbrados y hemos de entrar en comunicación, especialmente realidades lejanas y nuevas. Lo pontificio implica responsabilidad en diversidad de aspectos que aún no comprendemos.

Esto es sumamente importante cuando nuestro querido país atraviesa por un momento extremadamente dramático y complejo. No podemos dejar de recordar el clamor profundo y universal de nuestro pueblo que se ha manifestado estos días con claridad contra la violencia y la extorsión que ha dejado miles de víctimas. Hemos de ver qué contribución podemos hacer para que crezca esta conciencia social, solidaria, y suscitemos formas de organización de la sociedad para neutralizar, inteligente y pacíficamente, tanta maldad y tanta ambición, que cierra el futuro a nuestros jóvenes.

El mundo, en general, parece tomar una senda que va en sentido contrario a los logros alcanzados por la humanidad respecto a libertades, derechos, el bien común, y el sentido de justicia y solidaridad. El Perú no es ajeno a esa corriente. Aquí tenemos versiones “locales”, donde se siente que ciertas leyes y decisiones están hechas por mafias con políticos a su servicio, contra el bien común de todos los peruanos. Y están queriendo poner todo el orden educativo universitario a su servicio. Por eso, resultamos molestos, incluso dentro de la propia Iglesia, donde, como sabemos, todavía permanecen instalados grupos que se mantienen en abierto descontento con las reformas del papa Francisco.

Este es un desafío que no puede sernos ajeno. Mirar de lado, como si fuera un lío ajeno, sería ignorar nuestra condición de universidad católica y pontificia.

Conviene urgentemente, pues, ser conscientes en toda la comunidad universitaria de la PUCP, de los desafíos del entorno y de las responsabilidades que hemos de asumir, fortaleciendo la tarea principal de formar a nuestros estudiantes y formarnos integralmente con ellos, considerando siempre la centralidad del ser humano inspirado, que comprende con sabiduría, que dialoga, que debate, se expresa y crece con capacidad crítica seria; rechazando mensajes falsamente mesiánicos, salvadores, que engañan por su reduccionismo y simplificación de la complejidad humana, y, en el fondo, atentan contra la humanidad y el bien común.

Pasemos como Jesús en medio de quien se opone y sigamos el camino de Jesús, sin pelear, sino llamando “sinodalmente” a recapacitar, repensar y debatir con amplitud la diversidad de desafíos que estamos atravesando".

En la universidad, deben superarse actitudes que se contagian provenientes de grupos muchas veces “católicos” que han marcado desgraciadamente a la comunidad creyente del Perú, y que la propia Iglesia ha sometido a investigación y sanción. Estos grupos propugnan incomodad ante el fomento del sentido crítico en la PUCP, y a que llamemos a la reflexión, a la prudencia y a la defensa del derecho, de la ley entre nosotros; también les incomoda que se diga que los fenómenos que han surgido en el Perú y en el mundo deben ser analizados para encontrarles soluciones con creatividad y equidad. Nos toca contribuir con las soluciones y no a que los problemas se mantengan y se enreden.

Están equivocados quienes creen que la Iglesia católica, después de un siglo y medio de procesos de reforma, especialmente en los últimos 65 años, va regresar a un conservadurismo ciego, cuadriculado, ajeno a los cambios que experimentamos en la Iglesia desde el Concilio Vaticano II, en el progreso y la renovación impulsada por el papa Francisco. Los procesos exigen cambios, dinamismo, apertura y contacto con las necesidades y urgencias de la sociedad. Ello significa no una renuncia, sino una profundización de nuestra fe. Lo opuesto es quedarse quieto, estático.

Del mismo modo, nuestra Universidad está llamada a pensar con paciencia y profundidad, sin improvisar, ni lanzarse a aventuras imposibles de cumplir, y a hacer las cosas con consideración de sentido y de lo justo, y de los procesos internos de cada ámbito académico.

Y en los aspectos personales, es preciso hacer que desaparezca toda rivalidad, todo espíritu de grupo de interés, toda forma de difamación y competencia desleal que afectan a la vida universitaria. El individualismo derruye la institucionalidad lograda en este siglo. Así, más claros y sinceros en todo, podremos estar más atentos a nuestras responsabilidades en el hoy, aquí, en el Perú del año 2025.

También nos toca ser Iglesia, ser pontificia, ser católicos y ser una universidad en sentido pleno, es decir, abierta, dinámica, tolerante, responsable, cuyo día a día esté apoyado en el discernimiento y en un sentido de justicia que nos engrandezca como personas y como institución. Debemos tener humildad para ser capaces de ver en grande.

Y, finalmente, aprendamos a reconocer y a agradecer a quienes hacen las cosas bien, ya que no todo está perdido. En el Perú, hay muchas, muchísimas, personas de bien, comprometidas, honestas que cumplen con sus obligaciones sin llamar la atención de nadie. Lo mismo sucede en nuestra Universidad: desde 1917 muchos colegas, trabajadores, estudiantes han dado mucho por nuestra institución, sus esfuerzos nos han permitido llegar hasta aquí.

Agradecer y reconocer debe ser parte de nuestra cultura. Recuperemos el agradecimiento, pero, al mismo tiempo, seamos exigentes frente a la corrupción, el egoísmo y la prepotencia, y asumamos la gran tarea de la rectificación.

La tarea es inmensa y está planteada. Pronto empezará un proceso electoral a nivel nacional. Actuemos con sensatez, con libertad de conciencia, sentido de responsabilidad, como miembros de una Iglesia católica y de una universidad pontificia y peruana comprometida en la construcción de un mundo mejor, solidario y fraterno.

Así la PUCP, como Jesús, se abrirá paso, y quienes quieran derrumbarla nos dejarán pasar y seguir el camino que Jesús lleva adelante.

*Evangelio Lucas 4, 24-30

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