Los retos de luchar contra el racismo en el Perú
-
Wilfredo Ardito Vega
Defensor Universitario
El racismo no se puede enfrentar con más racismo, sino con políticas públicas que procuren erradicarlo. En ese camino han ido las ordenanzas contra la discriminación aprobadas por más de 40 municipalidades y seis gobiernos regionales.
Uno de los principales retos para luchar contra el racismo en el Perú es que muchos peruanos todavía creen que este problema no existe. Paradójicamente, en los últimos meses, los medios de comunicación han comenzado a difundir indignados algún caso aislado de racismo, mientras este aparece de manera cotidiana en la publicidad que los propios medios difunden, en la pobreza que atraviesa la población indígena y en el menosprecio a sus productos culturales como el idioma.
En realidad, el racismo se encuentra naturalizado, es decir, forma parte de lo que los peruanos aceptamos como normal, sin sentirnos muy cuestionados por ello. Por eso el aspecto más perverso es que el racismo permite que la propia pobreza nos parezca natural.
Una creencia frecuente para negar la existencia del racismo es sostener que en el Perú lo que predomina es la discriminación por motivos económicos. Si esto fuera verdad, uno podría dejar de ser discriminado si logra progresar. En cambio, aceptar que existe el racismo implicaría admitir un problema más profundo, que hemos sufrido o practicado.
La negación del racismo lleva a que en el Perú prácticamente no existen políticas para prevenirlo o enfrentarlo ni en las instituciones públicas ni en las empresas privadas. Cuando se dan manifestaciones brutales de racismo en un colegio, se le llama “bullying”, lo cual reduce el problema al agresor individual, sin considerar que este actúa con el respaldo, a veces silencioso, a veces explícito, del propio entorno social.
Otro argumento recurrente para esta negación es sostener que todos los peruanos estamos mezclados, por lo que “no debería haber racismo”. Sin embargo, esta concepción termina justificando el racismo: pues, aparentemente, los blancos “no mezclados” sí tendrían derecho a discriminar y a los indios o negros “no mezclados” sí se les puede discriminar. En realidad, hay muchos peruanos mestizos, pero también hay descendientes de europeos, asiáticos o indígenas sin mayor mestizaje y esto no justificaría el racismo.
El racismo en el Perú tiene, además, la particularidad de que no es tan nítida la frontera entre discriminados y discriminadores. Muchas personas podrían ser consideradas blancas en una parte de Lima y cholas, en otra. De esta manera, se hace más complejo el asunto, porque uno puede ser, al mismo tiempo, discriminado y discriminador. Igualmente, en el Perú el racismo coexiste con el mestizaje, pero esto no quiere decir que el racismo desaparezca. De hecho, el trato más favorable que la sociedad brinda a los hermanos de piel más clara refleja que, pese a que dos personas tengan la misma educación o condición económica, los rasgos físicos marcan una experiencia distinta. A veces esto también ocurre dentro de la propia familia.
Una situación adicional es que el racismo está interiorizado dentro de los propios discriminados, al punto que suelen considerar que las personas más blancas son más guapas o merecen un mejor trato. La misma persona que sufre racismo compra a sus hijas pequeñas muñecas blancas y rubias, lo cual refuerza la idea de belleza predominante.
El racismo se encuentra tipificado en el Código Penal (artículo 323) y prohibido en el Código del Consumidor y las normas laborales. El problema es que las víctimas no lo saben o creen que no podrán obtener justicia. En algunos casos, además, hay quienes reaccionan frente al racismo de manera igualmente racista, sobre todo cuando el blanco está solo y es más débil. En esos casos, funciona el prejuicio que todo blanco es racista y el maltrato tiene hasta la justificación moral de que “ellos hicieron lo mismo”.
El racismo no se puede enfrentar con más racismo, sino con políticas públicas que procuren erradicarlo. En ese camino han ido las ordenanzas contra la discriminación aprobadas por más de 40 municipalidades y seis gobiernos regionales. Sin embargo, todavía existen muchas municipalidades que no cuentan con normas al respecto, como la Municipalidad de Lima Metropolitana.
Por ello, el Proyecto de Ley 756-2011, presentado por Alianza Parlamentaria, ha planteado la necesidad de una ley nacional contra el racismo, que recoge los principales aportes de las ordenanzas para promoverlos a escala nacional. Se plantean medidas concretas en ámbitos como la educación, la salud y el empleo.
Ahora bien, junto con las decisiones estatales es importante también el cambio personal. ¿Estaremos dispuestos a pedir perdón todos los que hemos sido racistas? Y si esto ocurriera, ¿estaríamos dispuestos a perdonar los que hemos sufrido por ello? ¿Qué tendremos que hacer quienes hemos sido racistas y hemos discriminado? Los retos para el futuro de nuestra sociedad dependen de nuestra capacidad para responder a estas preguntas.
Deja un comentario