El año de la esperanza que no defrauda
Discurso del cardenal Carlos Castillo Mattasoglio, Gran Canciller de la PUCP, en la Ceremonia de Apertura del Año Académico 2025, realizada el 15 de abril.
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Cardenal Carlos Castillo Mattasoglio
Arzobispo de Lima y Gran Canciller de la PUCP
El nuevo año académico que inauguramos nos permite continuar nuestra misión de Pontificia Universidad Católica y peruana, sabiendo que, como en la tradición católica siempre sucedió, hemos de afrontar nuestra tarea educativa, en este caso universitaria, siempre en diálogo con los signos de los tiempos. Justamente, para contribuir a la vida del mundo, como originalmente nuestros fundadores, inspirados en la fe, quisieron que fuéramos, como el mismo Dios dice en nuestra fe: amó tanto Dios al mundo que entregó a su hijo para que todo el que crea en Él tenga vida. En el mismo sentido de la luz brilló en las tinieblas.
El año 2025 es, para los católicos, un año jubilar en el que se vuelve a Jesús como fundamento de nuestras vidas y de la vida del mundo. Y el pontífice, papa Francisco, ha querido llamarlo “el Año de la esperanza que no defrauda”. Por ello, en nuestra arquidiócesis, hemos acuñado para esta Semana Santa el lema: “Caminemos hacia la Pascua, fuente de nuestra esperanza”.
La verdad es un misterio abierto que se revela y que siempre buscamos, de manera que marchamos hacia su plenitud como un don y no como una conquista. Esa es la verdad que nos hace libres".
Y es que esta misma semana nos da esperanza el que la trágica muerte de Jesús, ocurrida hace más de 20 siglos, aún resuena en nuestros oídos como una interpelación y en nuestros corazones como un llamado a actuar, viviendo a su vez una profunda alegría. Es un paso que nos trasmite que la muerte no es la última palabra de la existencia, y que todos los anhelos de felicidad, que aún mantenemos los humanos y sin duda los peruanos, no han de quedar defraudados.
Desde el catolicismo de nuestra Universidad, que atravesó la mente y el corazón de Jorge Dintilhac y demás laicos fundadores, irradia una perspectiva de mundo abierto, es decir, no cerrado y totalizado, fundado en una antropología de apertura ontológica del ser humano, que nos invita siempre a considerar que la verdad es un misterio abierto que se revela y que siempre buscamos, de manera que marchamos hacia su plenitud como un don y no como una conquista. Esa es la verdad que nos hace libres, porque no se funda en la esperanza que defrauda, esperanza esperada, previsible, calculable y controlable, necesaria pero insuficiente para satisfacer el yo profundo de cada ser humano hombre y mujer; sino en una esperanza esperante, permanentemente en búsqueda y en apertura hacia la verdad de la realidad escondida y aparecida como un don gratuito que nos atrae por su belleza y hondura.
Por eso, llamamos a Jesús la verdad, el camino y la vida, porque desde su donación gratuita a la muerte injusta, perdonando, regaló a la humanidad la bandera de la cruz, para que flameara por siglos anunciando por dónde hemos de ir.
Al comenzar este difícil año 2025, como así ha sido recordado por nuestro rector, marcado por la arbitrariedad de pocos poderosos que pretenden ensanchar su poder y someter a la humanidad, generando más marginación, y pretendiendo utilizar incluso a las Iglesias y a la universidades católicas, para favorecer su poder, tratándonos como objetos serviles; nuestra respuesta educativa ha de generar una ampliación profunda de la sabiduría humana crítica, fundada en las intuiciones de sentido y de valor más nobles de la gran mayoría de la humanidad y de los peruanos que también intuyen, porque sufren y esperan.
Una universidad católica, pontificia y profundamente peruana es una universidad que hermana y que crea hermandad en el Perú, comprometida y unida a las víctimas de esta tragedia nacional y mundial, y que permitirá nuestra participación alentadora en el proceso salvador y liberador que se va generando desde abajo. Nuestro compromiso sinodal con el Pontífice nos ha de servir de ejemplo para generar puentes de diálogo, “desviolentar” y humanizar nuestra patria, asaltada por mafias de diverso tipo, que asesinan a nuestro pueblo, y protegidas por fabricantes de leyes viles que las encubren y que destruyen nuestra democracia.
Nuestro compromiso sinodal con el Pontífice nos ha de servir de ejemplo para generar puentes de diálogo, “desviolentar” y humanizar nuestra patria, asaltada por mafias de diverso tipo, que asesinan a nuestro pueblo".
Que este año también la comunidad universitaria que somos, huyendo de cualquier ambigüedad y frivolidad, de progresismos baratos y conservadurismos estériles, sea también una esperanza viva en favor de nuestro pueblo. Que huyamos de toda pretensión de salvarnos a nosotros mismos, como le gritaban a Jesús en la cruz, “Sálvate a ti mismo”, y arriesgando más bien, como ha dicho el rector, nuestras vidas con sabiduría, paciencia y solidaridad para dejar el legado, la bandera del servicio desinteresado y generoso de esta semillita universitaria peruana católica y pontificia que Dintilhac y sus compañeros sembraron hace 108 años.
Por eso, por la invitación que me han hecho para pronunciar las palabras solemnes de inauguración, declaro inaugurado el año académico 2025.
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