Una nueva forma de ver los museos
Hay una tendencia a nivel de mundial en la que los museos han dejado de ser esos espacios de silencio solemne para convertirse en lugares con experiencias vivas y de relación cercana con el público. En el Perú, el MALI se ha convertido en el paradigma de ese nuevo concepto. ¿Por qué es importante que los museos se acerquen a la sociedad?
Texto:
Akira MaeshiroFotografía:
Alonso Chero
Ambiciosa y sensitiva, la exposición Chavín que presentó el Museo de Arte de Lima (MALI) se convirtió en uno de los mayores fenómenos en la historia de los museos en el Perú: entre el 10 de abril y el 13 de agosto, la sala recibió más de 86, 600 visitas. Cifras sorprendentes para un país donde la cultura ocupa un espacio reducido y se ve abrumada por la creciente oferta de otro tipo de entretenimiento.
“Fui en familia a la exposición Chavín y tuve que hacer cola por una hora para visitarla, pero cuando la gente sabe que va a vivir algo muy especial y en un ámbito bien logrado, igual va. Era la primera vez en mi vida que estaba contenta de hacer una cola. En Lima, el hecho de ir al museo se está volviendo algo cada vez más presente”, analiza la Dra. Cécile Michaud, directora de la Maestría en Historia del Arte y Curaduría de la PUCP.
Chavín ya cerró sus puertas, pero el MALI busca sorprendernos nuevamente: luego de un largo trabajo de remodelación, acaba de presentar las nuevas salas de exposición permanente, que están a la altura de los principales museos del mundo. El nuevo MALI cuenta ahora con una infraestructura de primer nivel, museografía y guiones renovados, una oferta integral de servicios y una selección de 1,200 obras. Esta renovación ha sido posible gracias al financiamiento del Plan Copesco Nacional, del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur), que ha aportado cerca de S/. 12 millones al proyecto, sumado a los más de S/. 6 millones de recursos propios del museo y donaciones privadas. La experiencia para los visitantes promete ser estimulante.
¿Es el MALI una inédita y aislada iniciativa del éxito de un museo en el país? Para Michaud, aunque es una tendencia incipiente, hay un cambio de paradigma hacia un nuevo tipo de museo: moderno, más amigable, didáctico y que busque interactuar con el público. “Contamos con museos pequeños, que tienen más facilidad para modernizarse, y con privados, que cuentan con capacidad de autofinanciamiento. Obviamente, no tenemos quince para mostrar, pero tenemos ejemplos como el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) y el Museo Larco, además, en el norte tenemos varios museos de sitio muy bien trabajados. En ese sentido, el país está mejorando muchísimo”, cuenta.
Espacio sensorial
Que la cultura se aproxime a la sociedad es una lectura correcta de nuestros tiempos. Ante el crecimiento de industrias como el teatro y el cine, los museos tuvieron que dar un giro necesario para acercarse a la gente. “En términos expositivos, el museo se ha vuelto un lugar sensorial donde se puede experimentar la vivencia de estar frente a una obra. Este es el gran cambio, desde la década
de los noventa, en las grandes políticas culturales en el mundo”, comenta Michaud.
Pero ¿en qué se han convertido algunos de esos espacios tradicionales de cultura? “Son un lugar para vivir y experimentar, que cuentan con espacios agradables, ubicados en contextos que explican, de forma didáctica, lo que estamos mirando, vitrinas bien iluminadas, con herramientas tecnológicas y espacios para que los niños puedan, por ejemplo, sentarse e interactuar”, comenta.
Y es que el público más pequeño es un objetivo interesante en este nuevo enfoque. “El niño es la persona más maleable a nivel intelectual y no solo tiene la capacidad de registrar mucha información sino también muchos valores. Si se le explica que el patrimonio es algo de todos, que se tiene que cuidar y que por eso está en un museo, va a entender que estas obras son importantes, quizás no va a entender muy bien por qué ni cómo, pero se va a generar una cultura del museo y de la apropiación de un patrimonio”, señala.
Cercano al público
Así, el concepto del museo como un espacio frío y solemne está cada vez más desfasado. “Antes, era una especie de nuevo templo, un lugar donde uno debe ir en silencio, un espacio de recogimiento y de mucho respeto. Aunque sí se debe mantener respeto ante las obras, todo lo mencionado generaba una especie de distancia, que implicaba que la gente común y corriente –que no tenía ninguna
relación previa con el arte– no se sintiera muy atraída por ir”, comenta la Dra. Michaud.
“Si lo cultural importa solo para una persona, entonces no importa socialmente”, señala, por su parte, el Mg. Max Hernández, docente del Departamento de Arte. La frase es contundente y justifica el cambio conceptual de los museos. “Tienen que importarle a la colectividad y eso implica acercarse al público de distintas maneras”, explica. Él agrega que estos espacios tienen una carga nominal muy fuerte que ha hecho que ocupen un lugar muy importante en la sociedad, por lo tanto, la responsabilidad sobre ellos también lo es. “El museo debe ser la institución más emblemática de la ilustración. Ahora hay un escenario donde ciertas ideas sobre cómo debe ser la relación de la ciudadanía con el museo han ido cambiando, y ha tenido que ver maneras de abrirse más a las personas y ser más accesible”, comenta.
Pero el nuevo paradigma también marca sus riesgos. Hernández señala que en tiempos actuales, con las nuevas tecnologías, estamos perdiendo nuestra capacidad de atención. “Estamos acostumbrados a ver pantallas todo el día, con estímulos audiovisuales llamativos”, dice. La cultura necesita adaptarse a ese contexto, pero la amenaza de perder su esencia está siempre latente. Generar ganchos efectistas para que la gente no se aburra, antes que preservar, podría ser una amenaza. “Tampoco puedes volverte una extensión de la oferta de ocio, que tiene otro propósito, porque no tiene una dimensión académica. En el museo hay una responsabilidad con el público y de llegar a ellos, pero también tienes responsabilidades ligadas a investigar la colección”, dice.
Camino por delante
Para la Dra. Cécile Michaud, a pesar del esfuerzo del Ministerio de Cultura, todavía hay carencias por parte del Estado para sostener esta tendencia de los museos en el país. Fortalecer la relación con la empresa privada asoma como una fórmula interesante. “Por ejemplo, en las huacas del norte han sido involucradas la World Monuments Fund y Backus, instituciones que también valoran su imagen a través del apoyo al patrimonio, y al desarrollo de una región a través de su cultura y arte. Y eso es un mensaje de fondo muy claro: sí se puede llegar al desarrollo de una zona a través de la valorización del patrimonio”, comenta.
Por su parte, el Mg. Max Hernández opina que una de las limitaciones para impulsar esa tendencia global de la cultura es la falta de leyes de mecenazgo en el país. “Si las tuviéramos, el apoyo privado a las entidades culturales podría ser mucho más potente. También te porque podemos aportar para la educación en regiones que no tienen acceso a las colecciones del museo, facilitamos información y documentación sobre arte peruano, y es algo que queremos hacer cada vez más. Es uno de los grandes retos que tenemos. ¿Qué tan importante ha sido para el MALI tener una visión a mediano y largo plazo? Los planes a mediano y largo plazo, como en toda institución, son fundamentales. Este proyecto fue concebido bajo la presidencia de Walter Piazza; Juan Carlos Verme tomó la posta y trajo una nueva energía, una mirada distinta probablemente, pero supo continuar los proyectos institucionales y eso es raro en el país. Sin esos plazos, es imposible consolidar un proyecto como el que nosotros hemos realizado ahora. El problema es que nunca se les da la oportunidad a las instituciones de madurar y al personal de acumular conocimientos. Ese es el gran reto en el país puedes cambiar la relación de la ciudadanía de a pie con los bienes y asociaciones culturales, lo que ayudaría a cambiar la impresión de que el arte es de una élite. El arte y los museos son para todos”, dice.
Incluir a públicos diversos ayuda a la paz social, explica Hernández: “Contribuye a una sensación de pertenencia, a ciertos grados de cohesión; no digo que sea una fórmula mágica, pero ayuda a que la gente piense y sea más creativa”. Él señala que, bajo este contexto, también hay retornos que se pueden monetizar. “El Estado no tiene la capacidad de ver que los tangibles están ligados a los intangibles”, opina. “Hay que buscar la manera en que la gente se identifique y se sienta dueña de nuestro patrimonio, eso es clave”, continúa. Fortalecer el sentido de pertenencia, a eso debemos apuntar.
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