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Noticia

¿Por qué persiste la violencia contra la mujer?

La violencia contra las mujeres se manifiesta en diversos aspectos de la vida cotidiana de los peruanos, tanto a nivel privado, en la familia, o de manera pública, ya sea en el trabajo, la calle o a la hora de formular políticas públicas. María Raguz, docente del Departamento de Psicología, ha estudiado este fenómeno por 40 años y explica por qué se da esta situación en nuestro país.

  • Texto:
    Alejandra Yépez
  • Fotografía:
    Solange Avila

1. Patriarcado

Las dos principales causas del feminicidio y de la violencia contra las mujeres se deben a dos maneras de pensar muy difundidas en nuestra sociedad. “Una es el patriarcado. Se trata del hombre protector, que es como el padre, quien provee y cuida. Puede gritar, puede castigar, hasta puede pegarle a la mujer, pero lo hace pensando que la está protegiendo a ella, a la casa.”

Raguz explica que esta situación se encuentra en costa, sierra y selva, sobre todo en la sierra, donde se piensa que se está protegiendo a la familia y al orden de la comunidad. “Hay incluso mujeres que esperan que su pareja las críe. Si no me pega es porque no le importa, es su rol cuidar a la familia“. Raguz pudo observar esta situación en un estudio realizado con 5 mil sujetos de sectores pobres de la sierra y la selva peruanas. El patriarcado fue una razón fundamental de la violencia de género en la región andina.

2. Machismo

La segunda causa se debe al machismo. “Esta es una caricaturización del patriarcado. Es el hombre que pega, golpea y hasta mata, pero no está preservando ni el bien de la familia, ni el orden de nada. Lo único que está preservando es su propia autoridad. Golpea a la mujer para someterla y para hacer lo que quiere. Él no se responsabiliza, no cuida, no provee, no protege, no les da recursos a los hijos, ni siquiera existe. Es un vivo que tiene hijos y no los reconoce.”

3. Tradición

Esta es una situación que ha encontrado sustento a lo largo de la historia en las religiones y la ciencia. Raguz explica que el conocimiento ha sido hecho hasta hace muy poco desde una perspectiva masculina, por lo que los prejuicios hacia lo femenino se veían reforzando. “Las religiones monoteístas tienen un pequeño problema. Donde hay un solo dios, es representado como masculino” explica la docente.

4. Herencia colonial

Raguz también ofrece teorías propias de por qué en la región latinoamericana se presenta aún más este tipo de violencia. “Después de 40 años de estudiar el tema, tengo la sensación de que en nuestro país somos tan machistas y sexistas debido a dos razones adicionales. Uno, es por nuestra historia de colonización y esclavitud. La mujer indígena pasó a ser nada, una propiedad que los colonizadores usaban. Con el esclavismo, hay una visión atávica de considerar a la mujer como objeto del hombre”, sostiene.

5. Desigualdad

“Además, somos un país muy desigual. No es lo mismo ser mujer en cierto sector que en otro. Aunque hay violencia en todos lados, hay menos recursos de denunciar, de salir cuanto más desempoderada estás”. La psicóloga nos explica que entre las clases socioeconómicas altas es más frecuente la violencia psicológica y económica, además de la física. “Conozco gente de muchísimo dinero que deja que el esposo haga lo que quiere por no perder su estatus. En muchos casos, ellos se las arreglan para que el dinero y las propiedades para que estén solo a su nombre. De esta manera, sus esposas temen abandonarlos y quedarse en la calle”, señala.

¿Hay solución?

¿Qué se está haciendo desde el Estado para solucionar esta situación? Raguz explica que los recursos asignados son insuficientes. “Hay una voluntad política solo para la foto. Instalan una oficina pero no asignan los recursos. ¿Cómo se hace una campaña nacional de erradicación de la violencia con poco presupuesto y personal?”.

La docente del Departamento de Psicología apunta a una solución a largo plazo. «Hay que ir a las raíces estructurales de esta violencia y corregir las ideas y las mentalidades. La violencia no genera porque seamos diferentes o distintos, ya que nadie quiere ser igual al otro; se da porque somos desiguales. Hasta que no se cierren las brechas de desigualdad en todos los aspectos, tales como la vida, salud, educación, participación política, autonomía y desarrollo, va a seguir habiendo violencia en el trabajo, acoso en la calle o en el metropolitano», finaliza.

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