¿Podemos rescatar los suelos de la minería?
La fusión de técnicas ancestrales y tecnología de suelos pueden reactivar ecosistemas dañado por las actividades extractivas. Felipe Macías Vásquez, docente de la Universidad Santiago de Compostela, nos explica qué técnicas se emplean para prevenir y reparar los daños. El especialista vino por invitación de la sección de Ingeniería Civil del Departamento de Ingeniería de la PUCP, para participar en el seminario de Tecnologías innovadoras en recuperación de aguas, suelos y ecosistemas de minas.
Texto:
Solange AvilaFotografía:
Roberto Rojas
Aunque muchos no conocen su importancia, el suelo es el sistema que controla todos los ecosistemas, desde la calidad del agua hasta el desarrollo de la vida y la productividad de los alimentos ya que puede retener y resistir cualquier tipo de contaminante, incluso puede neutralizarlo.
Macías explica que el suelo tiene una carga crítica de contaminante. Si es alta, puede soportar mucha contaminación y podríamos tener actividades muy agresivas sin que pase nada. Pero si es baja, se deterioran rápidamente, entonces actuará como fuente de contaminante que degrada los ecosistemas y sus organismos.
La edafología, la ciencia del suelo, tiene conocimiento de las propiedades de todos los suelos que existen en el mundo. Muestra de ello es que la FAO publicó el Atlas del suelo de América Latina y el Caribe en el 2014. “Tenemos una enorme diversidad de suelos, más de 300 mil tipos, cada uno tiene sus propiedades. Por eso insisto a mis alumnos que hay estudiar cada caso, no vale de nada la generalización”, manifiesta el catedrático.
Precisamente por eso, los especialistas recurren a los conocimientos adquiridos de las diversas culturas y de la edafología para proteger los suelos. Parte del aporte está inspirado en lo aprendido de la naturaleza, ya que ésta siempre pone un suelo encima de todo cuerpo sólido que haya sobre la corteza terrestre. Por ejemplo, un edificio abandonado poco a poco se llena de suelo.
Macías explica tres soluciones para rescatar los suelos. La primera es el tecnosol a la carta, que consiste en un suelo preparado que funciona como un suelo natural y sirve para resolver el problema de un lugar en específico. “Debemos tener en cuenta el problema, cuáles son las condiciones climáticas, cuál es el contexto socioeconómico de la zona y para qué necesita el suelo”, aclara el docente. Por ejemplo, si hay suelo contaminado con arsénico, entonces se coloca suelo capaz de inmovilizar la sustancia, mantenerla aislada del agua y no tóxicas.
La segunda alternativa son los humedales reactivos. Hablamos de zonas húmedas que depuran muchos contaminantes, pero necesitan mucha superficie, son lentos y actúan de manera pasiva. “Entonces, preparamos humedales a los que añadimos tecnosoles adecuados para que se activen rápido y eficientemente. Por tanto un humedal pasivo se convierte en uno reactivo”, detalla Macías.
La tercera son las barreras geoquímicas con carbonos recalcitrantes que no se oxidan ni se metabolizan en menos de un siglo. Este método está inspirado en la terra petra do indio o suelo negro del indio, preparado por las tribus amazónicas. El docente destaca que, a diferencia de otros suelos, este recurso es estable durante muchísimo tiempo y si se deforesta sobre éste, no se erosiona y el ecosistema se renueva.
Macías recomienda que antes de realizar una actividad extractiva se trabaje en actuaciones de índole preventivo. “Se puede recuperar todo tipo de suelo, pero debemos ser responsables y preguntarnos primero cuánto tiempo se necesita para la recuperación y cuánto costará”, enfatiza y agrega, “la minería es imprescindible, pero debemos hacer una minería del siglo XXI, respetuosa con el medio ambiente y eso se puede lograr con estas tecnologías”. Por tanto, el especialista exige que los actores involucrados que tengan una visión preventiva, aplicando conocimiento científico y tecnológico para lograr armonía entre la explotación y otros aprovechamientos.
Deja un comentario