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Noticia

Las construcciones peruanas frente a los sismos

El último terremoto en Chile, que azotó la región de Coquimbo con una magnitud de 8.4, nos recuerda a todos los peruanos que estamos ubicados en una zona geográfica sísmica que nos exige un nivel de alerta constante. ¿Nuestras construcciones están capacitadas para soportar un fenómeno similar al ocurrido en el país del sur?

  • Texto:
    Akira Maeshiro
  • Fotografía:
    Víctor Idrogo

Por lo menos 15 muertos, más de 16 mil damnificados, cerca de mil viviendas destruidas y más de mil quinientas consideradas como no habitables son algunas cifras brindadas por la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior y Seguridad Pública de Chile, luego del terremoto en la región de Coquimbo, del pasado 16 de septiembre. A pesar del daño y el número de víctimas, las consecuencias han sido mucho menores de las previstas. 8.4 grados de magnitud avizoraba una destrucción muchísimo mayor.

Desde ese día, bastante se ha hablado sobre los esfuerzos que ha realizado el Estado chileno a través de planes de emergencia, normativa e infraestructura, que han permitido colocar al país del sur, en la opinión de muchos, como un ejemplo de preparación ante sismos a nivel mundial. “Se repite lo que sucedió en el terremoto del 2010, donde se ve que las estructuras chilenas resisten bien ante un sismo y tienen buen desempeño”, señala la Dra. Sandra Santa Cruz, docente del Departamento de Ingeniería.

En los últimos años, Chile ha sido castigado varias veces con sismos de intensidades que el Perú no vive desde el terremoto del 2007, cuyas consecuencias los pobladores de Pisco aún siguen padeciendo. ¿Los golpes constantes han permitido que nuestros vecinos aprendan lecciones con mayor prisa? ¿Este famoso silencio sísmico de Lima, más que preocuparnos, nos ha aletargado en una indolencia irresponsable?

Nuestras construcciones

Para Santa Cruz, este último sismo en Chile no nos ha dicho nada nuevo. “Sabemos que si un fenómeno similar ocurriera en el país, lo que es perfectamente factible, tendremos –según las normativas– un desempeño bueno en las edificaciones que fueron construidas formalmente, el problema se dará con las construcciones informales, donde hay mucha autoconstrucción o edificaciones levantadas en zonas de alto peligro, como laderas o suelos malos”, comenta Santa Cruz, quien agrega que el respeto a la norma por parte de la construcción está relacionado con la formalidad del municipio involucrado. “Pero eso no se va a saber con certeza hasta que no ocurra un terremoto, que será la prueba máxima”, añade.

Luego del terremoto de Nazca en 1996, la norma técnica E.030 de diseño sismorresistente en el Perú, enfocada exclusivamente a nuevas construcciones, tuvo que ser fortalecida en 1997. “La norma actual está adaptada a las necesidades del país y no es un principio terminado, es dinámico y se va modificando y actualizando de acuerdo con el avance de las técnicas de construcción. Ahora va a salir la última actualización, que tiene que ver con los focos de amenaza sísmica para el Perú”, explica Santa Cruz. En ese sentido, comenta que, actualmente, hay un proyecto para conseguir unas modificaciones en la norma que permita el reforzamiento de edificaciones existentes.

Por su parte, el Mg. Guillermo Zavala, docente del Departamento de Ingeniería, señala que en Chile existe mucha formalidad en las construcciones y siguen sus códigos sísmicos. “Los códigos en Perú también son muy estrictos y se cumplen en muchos casos, sobre todo en distritos ubicados más al centro de Lima; pero en las zonas de la periferia o en provincias la situación sí es preocupante”, dice. Para explicarlo, toma como ejemplo el terremoto de Haití del 2010, de 7 grados de magnitud, que tuvo como consecuencia más de 150 mil muertos. “Y en Chile, con terremotos mucho más fuertes, no tienen tantas víctimas. Las construcciones en nuestros distritos tradicionales se asemejan más a lo que encontramos en Chile, pero el resto se asemeja más a lo que encontramos en Haití”, dice.

Otro enfoque

Sin embargo, la opinión del Ing. Julio Vargas, también docente del Departamento de Ingeniería, difiere de lo que se ha dicho sobre el país del sur y su preparación ante los sismos. Para él, las características del reciente terremoto y sus propias particularidades son las que han permitido que el nivel de desastre sea menor a lo esperado. “Dicen que en Chile no hubo destrucción porque construyen bien, pero eso es falso. Por ejemplo, antes del terremoto que sufrieron en 2010 se decía lo mismo y hubo tantas pérdidas humanas como en el de Pisco. Este último, en Coquimbo, ocurrió en una de las zonas menos pobladas de la costa norte de Chile. La otra suerte es que ocurrió en la noche, vísperas de su fiesta nacional y cuando todos estaban despiertos, algo muy importante para poder evacuar”, comenta.

Además, para Vargas, otro punto importante son las características de los terremotos que ocurren desde Ica hacia el sur, y que llegan a Chile. “Estos terremotos cortan la línea cero de los acelerómetros, muchas veces, que tienen una frecuencia alta y producen menos desplazamientos entre las partes estructurales de una construcción. Esta energía disipada de alta frecuencia no produce tantos daños”, comenta. Pero Vargas reconoce que en un terremoto que tenga como epicentro a Lima, las consecuencias serían devastadoras, sobre todo en nuestro centro histórico. “Nuestro legado está hecho, en gran parte, de tierra, que es un material muy vulnerable ante sismos. Y debido a que Chile tiene una mayor sismicidad que nosotros, Santiago tiene cada vez menos construcciones de tierra porque los terremotos se encargaron de desarmarlas”, explica.

Hace años, cuenta Vargas, debido a ello, en Chile tomaron una decisión poco natural y bastante criticada: abolir la construcción con tierra. “Ellos también tienen un patrimonio cultural, como casas patrimoniales y casitas de valor vernáculo que indican y dan testimonio de sus raíces, pero no quieren cambiar su política de dar licencias a construcciones con tierra. En las áreas rurales, donde los municipios son muy pequeños, se sigue construyendo con este material sin tener licencia”, explica.

Para el especialista, luego del terremoto de Huaraz en 1970, donde murieron cerca de 70 mil personas –35 mil de ellas debido al derrumbe de sus casas de adobe–, la actitud peruana fue distinta. “Hubo una reacción nacional a través del gobierno y de la academia para cambiar las cosas. En vez de abolir, nos propusimos trabajar en cómo reforzar esas casas de adobe”, cuenta. En se sentido, la PUCP, gracias al trabajo realizado en el Laboratorio de Estructuras Antisísmicas, ha conseguido diversas soluciones de reforzamiento. “Hemos ganado mucho en investigación, pero es muy difícil difundirlo”, dice.

Para Vargas, ahora hay que trabajar en soluciones y tratar de resolver el problema antes de que ocurra un terremoto. “Cuando uno refuerza antes, no solo salva vidas sino que es mucho más económico. Luego del terremoto, tienes una casa rajada y la puedes reparar. Peor es reconstruir una casa caída, así que no tiene sentido lógico”, dice.

Además, ofrecer soluciones de reforzamiento, en vez de prohibir construir con tierra, es tener una lectura clara de la realidad de nuestro país. “En las partes más alejadas del Perú, no tenemos herramientas, ni las tendremos en mucho tiempo, para impedir que la gente construya con tierra. Tenemos que aplicar una norma que evite que las casas sean débiles, en vez de evitar que se construya con este material, que es muy accesible”, comenta.

Sistema estructural

¿Qué características debe tener una construcción que pueda garantizar la vida de las personas ante un sismo? “No hablemos de materiales sino de sistemas estructurales, que ven el conjunto de materiales, la mano de obra calificada, la calidad, el desempeño, y hacen que una estructura funcione y resista”, explica la Dra. Santa Cruz. En líneas generales, dice la docente, un sistema estructural busca que una construcción sea resistente, tenga rigidez y sea dúctil. “La idea es que, en el momento en que llegue a su capacidad máxima, pueda soportar un sismo extremo sin colapsar. La estructura debe seguir en pie, lo que garantizará que la gente que está habitando estas edificaciones siga con vida”, señala.

Santa Cruz explica que actualmente, para vivienda, tenemos tres sistemas estructurales recurrentes: “Para casas, está la albañilería confinada, que sirve para edificaciones medianas o pequeñas, de pocos pisos; para edificios más altos, se deben utilizar los pórticos con muros de concreto armado; y el otro sistema, que es nuevo, más económico y más rápido, es el de los muros de ductilidad limitada”, detalla. Este último sistema, cuenta, utiliza muros de poco espesor y viene siendo utilizado para construir edificios de manera masiva, que es una característica de nuestro boom inmobiliario. Sin embargo, mucho se ha discutido sobre la capacidad de estos edificios para soportar sismos de gran magnitud. A pesar de ello, para Santa
Cruz, hasta el momento no hay motivos para temer. “Nosotros hemos tomado ese sistema de Chile, que comenzaron a usar de manera masiva. En el terremoto de Chile del 2010, esos edificios tuvieron un desempeño bueno. Hubo unas fallas locales, que no indican que vayan a colapsar pero sí que tienen que repararse”, explica.

Para muchos, el silencio sísmico podría amenazar a Lima con un terremoto de consecuencias que podrían ser terribles, sin embargo, el Ing. Julio Vargas opina que, antes que alarmar, hay que trabajar. Al final, la responsabilidad mayor es de nuestras autoridades. “No creo que sea racional pronosticar que ya nos toca. La sismología y la ingeniería solo dan indicios de estos silencios. Hay un riesgo, pero podría ocurrir mañana o en 300 años”, señala. Solo el tiempo dirá si tomamos las decisiones adecuadas.

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