Las consecuencias del maltrato infantil
La semana pasada, José Luis Minaya Janampa, padre que fue grabado maltratando físicamente a su hijo de cinco años, fue condenado a siete años y medio de cárcel, y a pagar una reparación civil de 5,000 soles. La Dra. Ana Caro, profesora del Departamento de Psicología, nos explica las consecuencias del maltrato infantil, sea físico o verbal, y comenta estrategias adecuadas para mejorar el comportamiento de un niño.
Texto:
Israel GuzmánFotografía:
Roberto Rojas
“El abuso a los niños no trae nunca nada positivo, solo tiene consecuencias negativas tanto a corto como a largo plazo”, dice enfáticamente Caro. Y es que además de las evidentes marcas físicas que registran los golpes cuando el abuso es físico, un niño que ha sido maltratado física o psicológicamente tiene una actitud distinta: “En el caso del hijo de Minaya Janampa, hemos podido ver -incluso por la televisión- que el niño estaba aterrorizado y retraído”, comenta.
A largo plazo, indica la especialista, los estudios corroboran el posible desarrollo de problemas de varios tipos. “Algunos niños pueden desarrollar problemas de internalización, que puede tender a la depresión. Se vuelven más callados y desarrollan baja autoestima. También hay niños que desarrollan problemas externalizantes: son más agresivos, más beligerantes, más ansiosos. En ambos casos tienen problemas al regular sus emociones”, indica.
Además, también se ha comprobado que los efectos del abuso serán más fuertes y dañinos mientras menos edad tenga el niño y cuando más crónico sea el maltrato. “Sabemos que los niños que han sufrido abuso a edad temprana, antes de los seis años, pueden tener incluso cambios estructurales en el desarrollo cerebral. Esto tiene una base biológica: los niños son expuestos a situaciones traumáticas durante su fase de desarrollo y no las pueden manejar, lo que afecta su sistema nervioso y su desarrollo cerebral. También tiene repercusiones en su desarrollo cognitivo, pueden tener problemas académicos o de lenguaje, y ciertamente problemas de conducta”, señala. Ella, en su práctica profesional, ha trabajado incluso con adultos que padecen todavía las consecuencias de haber sufrido de maltrato infantil. Muchas veces, este tiene su origen en una cultura autoritaria y de castigo físico para disciplinar a los niños.
Disciplina y castigo corporal
Probablemente, más de una vez, hemos conocido casos de personas que consideran que el castigo corporal –un “estatequieto”, sopapo o incluso un par de correazos- es una forma efectiva de impartir disciplina de manera sistemática. “Hay una serie de estudios que comprueban que el castigo corporal solo consigue que el niño obedezca por miedo”, señala Caro al respecto.
Como psicóloga, ha atendido casos de padres que han utilizado el castigo físico como método de disciplina, y la mayoría de ellos manifiesta que lo hace para obtener el respeto del niño y reforzar su imagen de autoridad. “Pero cuando hablábamos, ellos se daban cuenta de que las personas a las que respetaban no eran personas que les habían pegado. Ellos mismos procesaban que el respeto se gana con respeto, no con violencia. Además, debemos entender que el abuso infantil es un crimen y es ilegal. Entonces, los padres ven que hay otras formas de ganarse el respeto de sus hijos y que el primer paso es hablar claro sobre esto: que acepten ante sus hijos que no es correcto ni está bien haberles pegado, pidan perdón y tomen el compromiso de no volver a hacerlo”, cuenta.
Además, el gran peligro de utilizar de manera constante el castigo físico, así parezca que sea leve, es que factores de estrés externos –como algún problema económico o del trabajo- pueden hacer que se cruce la línea hacia el maltrato y abuso. En ese sentido, para Caro, es importante educar a la sociedad sobre otras formas de promover una buena conducta.
Estrategias adecuadas
“El castigo corporal nunca enseña al niño cómo comportarse porque, de hecho, no enseña nada. Lo único que puede aprender un niño es que las cosas se cumplen por la violencia”, advierte. En ese sentido, es importante que los niños aprendan, desde pequeños, los límites para ciertas conductas inadecuadas, pero al mismo tiempo se les debe enseñar cuáles son las conductas esperadas.
“Muchas veces no se refuerza adecuadamente la conducta positiva de un niño, no se le da atención ni muestras de aprecio, y más bien se enfatiza el castigo sobre las conductas negativas. Esto en realidad puede ser un refuerzo porque toda la atención va hacia ellos, así sea para regañarlos”, explica.
En caso de que un niño se comporte mal por llamar la atención de sus padres –como cuando hace una pataleta-, Caro recomienda ignorarlo para que sienta que ese comportamiento no le traerá nada positivo. Para otros casos, se pueden crear consecuencias negativas, como prohibirle ver televisión o quitarle algún otro privilegio.
“Esas estrategias se pueden aprender, pero lo más importante es que los padres se autocontrolen. Si el comportamiento es frustrante o hace algo que les saca de sus casillas, no es el momento de decidir o de hacer nada. Deben calmarse y tomar un tiempo, regularse uno mismo antes de decidir cómo manejar la situación con el hijo”, recomienda.
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