Una hackatón es una maratón de hacks. Hacks que crean y desarrollan soluciones para cambiar el sistema. Es una reunión de amigos que empieza como una fiesta de desarrolladores, en un ambiente alegre y de creación. La duración fluctúa entre las 12 y las 36 horas, seguidas, de trabajo pero puede llegar hasta 48 horas. En ocasiones, el trabajo es tan arduo que no hay pausas para comer. “Algunos participantes se dan pausas para dormir un rato, salir a tomar algo o, incluso, jugar. La idea es que sean muchas horas seguidas porque solo en ese tiempo, ellos tienen que solucionar los retos que se le plantean”, cuenta Ávila. En lo posible, debería ser un encuentro multidisciplinario pero actualmente la mayoría de asistentes son desarrolladores con habilidades en lenguajes de programación, en proyectos electrónicos o en desarrollar soluciones creativas usando tecnologías.

Retos

“La razón de ser de una hackatón es programar, codificar”, afirma la educadora. Primero se plantean retos y se les da un plazo para cumplirlos. El resultado  de una hackatón siempre involucra el desarrollo de una página web, de una aplicación o de un prototipo electrónico. Es posible, también,  integrarlo todo (el software, el hardware y los circuitos) para solucionar un problema más cotidiano, en el hogar, o en el trabajo. Quienes cumplen el reto y  logran las soluciones, obtienen visibilidad y espacios como incubadoras que están pensadas para apoyar emprendimientos. Las ideas son llevadas a laboratorios, hackspaces o makerlabs donde maduran y alcanzan algún nivel de prototipo que pueda ser probado por los clientes.

Los retos dependen del sector que convoque. “En la hackatón de Ni una menos, por ejemplo, el objetivo era visibilizar la violencia de género y promover acciones de protección o prevención de la violencia”, indica Ávila, también jurado de dicho evento.

Educación

Para Ávila, el vínculo de las hacktones con la educación es directo. En esos espacios, los asistentes aprenden cosas entre amigos. “Las cosas que aprendes entre amigos, se aprenden mejor, las disfrutas mejor, es un aprendizaje que disfrutas y que lo identificas como de tu misma generación. Es lo que llaman el aprendizaje paralelo”, explica la egresada de la maestría en Educación PUCP. “También está el curriculum oculto”, continúa Ávila, “cosas que no vas a aprender si no es con alguien muy cercano a ti, con el que te identificas y al que le puedes comunicar tus miedos y temores”. Este tipo de actividades ayuda a la educación tecnológica. Además, no solo promueve que los chicos se interesen por las nuevas tecnologías, sino también por las problemáticas que aquejan a la sociedad en conjunto.

El boom de las hackatones llegó tardíamente al Perú. “A partir del 2012, diversas municipalidades limeñas iniciaron convocatorias para realizar este tipo de eventos.  La explosión se daría en el 2015 cuando los ministerios y las universidades se sumaron”, recuerda Irina Ávila, fundadora de MakerLab Perú. Desde entonces se entiende a las hackatones como formas de tender puentes con una juventud que aparentemente no se compromete con los problemas de su sociedad. “Puedes preguntarte cómo aportar a combatir la contaminación o a contrarrestar el cambio climático. Son problemas que parecen tan grandes, pero a través de crear y desarrollar aplicaciones pueden contribuir a ese proceso mayor”, concluye.