Seis meses de preparación se definen en dos minutos de rutina. Así es el taolu, una modalidad del kung fu que requiere de mucha disciplina, fuerza y coordinación. “Tienes solo una oportunidad para competir. A veces es frustrante, imagínate que tengas un error”, señala Mauricio Ortiz, capitán de la Selección Nacional de Kung Fu y alumno Estudios Generales Letras (EE.GG.LL.).

Cuando apenas tenía cinco años, decidió practicar este deporte. Eran vacaciones útiles y debía encontrar algo con qué llenar su tiempo. Aún recuerda que en la Casa de la Cultura, frente al Parque Media Luna en San Miguel, había un cartel que decía ‘Practica kung fu con nosotros’ y, al lado, una imagen de los Power Rangers. Ese era uno de sus programas favoritos, así que, sin pensarlo mucho, asistió a las clases. Aunque no pudo convertirse en uno de ellos como esperaba, encontró su verdadera pasión.

Así, siguió perfeccionando su técnica y era usual verlo en los campeonatos ganando medallas. El entrenador de la selección nacional de ese entonces había notado esa destreza y lo invitó a formar parte del equipo cuando tenía once. Cuatro años después, con una maleta llena de experiencia y de reconocimientos, lo delegaron capitán, puesto que mantiene hasta el día de hoy.

“Lo que me gusta es la ejecución de las rutinas que puedo hacer, los movimientos son mucho más fluidos que otras artes marciales y más gimnásticos”, resalta el joven deportista.

ENCONTRANDO EL EQUILIBRIO

Mauricio ingresó a la PUCP bajo la modalidad de Becas para Deportistas Destacados (BECAD) y, aparte de representar al país, también compite por la Universidad. Sin embargo, mantener buenas notas y estudiar nunca ha sido sencillo. “Siento que he hecho bastantes sacrificios. Por ejemplo, cuando regreso de algún concurso, quiero descansar un poco, pero ya tengo varios trabajos acumulados. Una vez me fui a entrenar al extranjero y tuve que adelantar finales”, recuerda.

El mes pasado, participó en el 8th World Kung Fu Championship en China, uno de los eventos más importantes de esta disciplina. De hecho, fue el primer campeonato mundial al que ha podido asistir. Para su mala suerte, un día antes de viajar con la delegación peruana, se lesionó un nervio de la mano y solo pudo disputar una modalidad de las cuatro que se había propuesto. Incluso así, con el brazo adormecido, obtuvo la medalla de bronce. “Si hubiera estado en óptimas condiciones, me quedaba con el oro. Pero hay otro torneo en un par de años, ahí sí voy por el primer puesto”, promete, mientras guarda apurado su traje en la mochila. Debe ir pronto a entrenar. Mauricio sabe que ser el mejor solo se logra con constancia.

Talento de exportación

Son las 9 de la mañana en China. Álvaro Mendívil (Ing. Mecánica) y Jorge Luna (Ing. Mecatrónica) se levantan temprano para sus entrenamientos de wushu moderno. Luego, almuerzan comida típica del lugar, y, por la tarde, descubren toda la parte cultural del gigante asiático con clases de arquería, caligrafía, historia, ceremonia del té y paseos. Ambos, alumnos de la PUCP y deportistas calificados, accedieron a una beca del Instituto Confucio para ser parte del programa de verano de la Universidad de Deportes de Shanghái en China y conocer por primera vez el país. Durante un mes, compartieron con estudiantes de varias partes del mundo. Aunque al inicio, el idioma fue una de las principales barreras, fueron dominándolo poco a poco. “Es una experiencia que recordaré toda mi vida”, asegura Álvaro. Por su lado, Jorge señala que ha hecho nuevos amigos, y se ha planteado nuevos objetivos para su desarrollo personal y profesional.