El amor: una cuestión de química
En el Día del Amor y la Amistad, las calles limeñas se llenan de peluches, globos y tarjetas en forma de corazón. Sin embargo, el órgano que debería llevarse los créditos es el cerebro, pues allí es donde se producen las diferentes reacciones químicas de ese sentimiento que llamamos amor. Conoce cuáles son y cómo intervienen en las distintas fases de una relación.
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Oscar García MezaFotografía:
Ilustración: Gabriela Pérez
Desde el enamoramiento hasta la ruptura, las relaciones amorosas están marcadas por distintos procesos químicos. Todo empieza cuando conocemos a alguien que nos gusta. Lo que románticamente se llama “sentir un flechazo”, realmente, es la activación de la ínsula y el núcleo estriado del cerebro. Muchos creen que en ese momento su corazón late más de prisa…y esa idea no está tan lejos de la verdad. “La adrenalina y norepinefrina activan la circulación por medio del aumento de la frecuencia cardiaca”, sostiene Rubén Manrique Muñante, bachiller en Ciencias con mención en Química y becario Concytec en la Maestría en Química PUCP.
Cuando empiezas una relación, solo quieres pasar tiempo con tu pareja. ¿Es el amor, en esta etapa, una suerte de adicción? Desde el punto de vista químico, sí. “Al segregar dopamina en altas cantidades, nuestro cerebro genera tolerancia. Para obtener la misma sensación, necesita una dosis cada vez mayor”, sostiene Manrique. Una de las acciones que provoca más placer, bienestar y euforia es el beso, pues dispara los niveles de dopamina, adrenalina y feniletilamina, según aclara el químico de nuestra Universidad.
Con el paso del tiempo, los enamorados se sienten cada vez menos apasionados, pues interiormente ya se han vuelto tolerantes a la dopamina, adrenalina, norepinefrina y feniletilamina. “Por ello, una cena romántica en el primer mes de relación es más placentera que una llevada a cabo luego de un año de estar juntos”, comenta Rubén Manrique. Afortunadamente, en una relación de largo plazo, aparecen hormonas como la oxitocina y vasopresina, las cuales producen un sentimiento de conexión, vínculo y fidelidad.
Ese cariño y compatibilidad que ocurre entre dos personas no las vuelve exentas de tener peleas. En esos momentos tensos se incrementan los niveles de cortisol, conocida por ser la hormona que se genera cuando hay sensación de estrés. “Al aumentar también los niveles de adrenalina, reaccionamos de manera más inmediata ante cualquier estímulo que no sea de nuestro agrado”, dice Manrique.
Por diversas razones, la relación amorosa puede acabar. El dolor de la ruptura ocurre porque ya no se cuenta con la dosis de dopamina. “Diversos estudios han encontrado que las áreas del cerebro relacionadas con el control del estrés y el dolor físico se activan en esta etapa”, sostiene el químico egresado de la PUCP. Aunque ese período es difícil de sobrellevar, en un futuro nos volveremos a sentir enamorados de alguien. Y el proceso amoroso –o, mejor dicho, químico- volverá a suceder.
Amistades para toda la vida
Tener un gran amigo es, sin duda, gratificante. El bienestar que se siente al rodearse de buenas amistades pasa porque se segregan hormonas, como dopamina, feniletilamina y oxitocina. “Por ello, se cree que la amistad reduce el estrés y prolonga la vida”, teoriza Rubén Manrique. En un estudio de la Universidad de California, se midieron los patrones de respuesta neuronal frente a videos cortos de temática variada. El resultado fue bastante parecido en aquellos que tenían una relación de amistad. “Esto puede explicarse debido a un componente evolutivo, pues los grupos humanos que comparten los mismos objetivos son los que tienen mayor chance de sobrevivir”, sostiene Manrique. De ahí la importancia de cultivar buenas amistades a lo largo de la vida.
Ilustración: Gabriela Pérez
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