Desde su creación en el año 2009, la Maestría en Antropología Visual (MAV) de la PUCP buscó ofrecer a sus estudiantes un espacio innovador para el estudio de lo visual, así como una formación teórica y metodológica en la investigación de culturas visuales, materiales y sonoras, y en el uso de métodos audiovisuales durante la investigación. Instaurada por los profesores Gisela Cánepa y Alonso Quinteros, la propuesta tuvo una gran aceptación. Así, durante sus primeros dos años hizo posible la presentación de un documental etnográfico como tesis de grado.

De acuerdo a la Dra. María Eugenia Ulfe, directora de la MAV, en el campo académico significó un gran avance. “La investigación en antropología y en ciencias sociales tenía la posibilidad de hacerse desde la visualidad. No era solamente recurrir a lo visual como técnica de investigación, sino producirla desde el componente audiovisual como un lenguaje en sí mismo y poder presentarla en ese formato”, afirma.

Formación que rinde frutos

En nuestra región, la MAV fue la segunda maestría de este tipo en ser creada, luego del programa ofrecido por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). En el caso de la PUCP, la MAV fue pensada para abordar cuatro líneas de investigación: Documento etnográfico; Cultura material, arte y memoria; Antropología sensorial y de la performance, y Medios interactivos y tecnologías digitales.

La MAV cuenta con cursos básicos que se comparten con nuestra Maestría en Antropología, lo que ha servido para consolidar la formación en esta disciplina en personas que no necesariamente vienen de carreras de ciencias sociales. “Tenemos estudiantes que provienen de comunicaciones, arte e ingeniería de software; hemos tenido estudiantes que han trabajado sobre diseño de videojuegos; a todos estos alumnos diversos hay que darles las herramientas y el enfoque de la antropología”, sostiene la directora de la MAV.

Para Ulfe, la relevancia de la Maestría en Antropología visual radica en que permite entender los fenómenos sociales y sus diversas resignificaciones. “Un evento social no queda manifiesto solamente en una arena, lo que llamamos la cultura pública, sino que luego va a ponerse en circulación. Por ejemplo, en el caso Bagua, tenemos toda una producción cultural, documentales, entrevistas, tesis académicas y, también, las comunidades Wampis recuerdan lo sucedido a través de prácticas coreográficas. Es importante entender qué nos dice esto sobre los ciudadanos. Qué país somos rumbo al bicentenario, qué imaginarios hay que nos van a llevar a ese camino”, asevera.