El Ministerio de Educación implementó dos cambios en el diseño curricular. Primero, se dejará de usar el color rojo para las notas desaprobatorias; y, segundo, la escala de notas vigesimal (del 0 al 20) será reemplazada por la escala literal (AD, A, B y C). Pero esto no es totalmente una novedad pues en primaria ya se usa esta escala, ahora se aplicará también en secundaria.

“El Minedu se ha esforzado por uniformizar la Educación Básica Regular al implementar mejoras en los aspectos de competencias, capacidades y contenidos, pero siempre tuvo dificultades para mejorar la forma de evaluar”, comenta Escobar. Este es un desafío para los profesores, alumnos y padres, ya que implica trabajar en conjunto de acuerdo con los objetivos de estas modificaciones. Sin embargo, hay muchas resistencias a este cambio. En primer lugar porque muchos docentes siguen utilizando la escala de notas vigesimal, mediante la equivalencia de notas. Nadie está excepto de esta tentación, porque lo primero que se nos vienen a la mente es querer saber cuánto vale un AD o una C.

La docente explica que el propósito del cambio de escala de notas es formativo, se centra en el proceso de aprendizaje del estudiante y en el logro de objetivos. “Esta modalidad es una evaluación más integral. No hay promedios, sino que es la última calificación obtenida la que, finalmente, recoge el proceso de evaluación. Entonces significa que, a fin de año, los alumnos deberían obtener A o AD como logro destacado”, detalla.

No obstante, esta implementación enfrenta muchas dificultades logísticas. Por ejemplo, actualmente, los profesores de primaria ingresan calificación numérica en las actas oficiales cada fin de año, pese a que calificaron con letras a sus alumnos. Por eso, Escobar plantea que el Minedu debe evaluar los resultados de los cambios en primaria para saber con certeza si se lograron los objetivos. Además tienen la responsabilidad de resolver esos problemas antes de extender los cambios a secundaria. “La evaluación está al servicio de quien aprende, no de la institución”, enfatiza.

Escobar recalca que esta modificación aparentemente superficial implica una fuerte capacitación sobre el enfoque de la evaluación a todos los profesores del país en lo que resta de este año. “Los maestros deben asumir el compromiso de evaluar todo el proceso de construcción del aprendizaje del estudiante. Cada docente debería estar más cerca al alumno, acompañarlo a superar las notas bajas, hacerlo responsable de su proceso de aprendizaje”, agrega. A su vez, la ruptura con el esquema administrativo tradicional exige hacer una buena implementación para este nuevo sistema. Incluso quedan temas pendientes por resolver fuera de la escuela. Por ejemplo, con esta nueva escala, quedan sin vigencia el orden de mérito y las modalidades de ingreso preferencial a las universidades que dependían de este. Las universidades deberán considerar si deben mantener el sistema vigesimal para admitir a este nuevo público adolescente. “Los exámenes de admisión siguen siendo muy tradicionales en algunos casos, pese a que universidades privadas han ido innovando muchos sistemas de evaluación donde ya no se valora tanto el conocimiento, sino la habilidad matemática o la comprensión lectora”, observa la docente.

Por otro lado, los padres de familia necesitan estar informados sobre estos cambios y comprender los objetivos mediante reuniones con los profesores. Normalmente, los estudiantes y sus padres exigen que se bajen puntos en la calificación obtenida por otros alumnos porque cometieron más errores, cuando no comprenden que no se califica según las fallas sino el aprendizaje y el logro de los objetivos trazados.