Cuando hablamos de procesos de desarrollo la importancia de la planificación es fundamental. El Estado, la sociedad civil y las empresas privadas han aprendido que la calidad y el logro de los impactos es resultado de una planificación pertinente. ¿Cómo garantizar, entonces, dicha pertinencia? Los elementos son varios y seguramente no será posible establecer una lista completa, pero aquí algunas pistas importantes:

1. Vincularnos a esfuerzos de terceros: Al momento de planificar debemos ser conscientes de la existencia de otros actores sociales incidiendo en la misma problemática. Representaría un error pensar nuestro trabajo lejos del trabajo de las instituciones públicas. Debemos recordar que ellas son las llamadas a impulsar los servicios necesarios para el desarrollo sostenible. Únicamente en una lógica de complementariedad nuestra acción tendrá una mayor incidencia.

2. Los protagonistas son los propios sujetos: Si bien es cierto que los proyectos crean ventanas de oportunidad, no hay que olvidar que son los propios sujetos, incluso aquellos que se encuentran en una situación de pobreza o vulnerabilidad, los únicos que son (o pueden ser) protagonistas de los cambios de sus propias vidas. Toda planificación del desarrollo debe considerar esta premisa como la línea transversal en el diseño de sus estrategias y actividades.

3. Hay que analizar el contexto desde diferentes miradas: para planificar el desarrollo, no solamente hay que conocer en profundidad el problema que se quiere abordar; es tanto o más fundamental observar las condiciones en las que este se anida. ¿Cuáles son las políticas públicas vinculadas y en qué nivel se han dado o no se han dado?; ¿Cómo operan las organizaciones sociales y los liderazgos? ¿Quiénes son los posibles aliados, y cuáles sus fortalezas y debilidades? ¿Qué cambios en la dimensión política se avisoran en el mediano y largo plazo (por ejemplo, ¿habrá elecciones municipales y/o regionales?, etc.). Contar con información clara que permita hacer un ejercicio prospectivo del escenario futuro, resultará muy valioso para planificar con pertinencia.

4. Reconocer la diferencia entre instrumentalizar los procesos y no diseñar procesos para los instrumentos: en el afán de no dejar que la improvisación y los constantes cambios del contexto pongan en riesgo nuestros esfuerzos, el mundo de la promoción del desarrollo se ha visto “sobreinstrumentalizada”. Como en muchos casos los instrumentos de planificación responden a metodologías y lógicas “importadas”, podemos sentirnos muchas veces atrapados en camisas de fuerza. Lo importante en todo momento es saber qué queremos, con quién lo vamos a hacer y cómo lo vamos a hacer. Si tenemos esa claridad es posible elegir los instrumentos que mejor se adapten a cada parte del ciclo de gestión, desde la priorización hasta la evaluación final.

5. Incorporar la comunicación para el desarrollo de manera transversal: En todo proceso de desarrollo se busca que las personas implicadas modifiquen determinados conocimientos, actitudes y prácticas. Una estrategia de comunicación centrada solamente en la producción de piezas informativas no resultará suficiente para lograr dicho propósito. Se requiere más bien pensar la comunicación como un instrumento que acompaña todos los esfuerzos haciendo más viable el logro de los objetivos. Una poderosa estrategia de comunicación para el desarrollo, sin duda contribuirá a lograr los objetivos planteados.

Con seguridad cada una de las afirmaciones anteriores podría someterse a reflexión, cuestionamiento o adhesión. Sin embargo, hay una condición de la planificación del desarrollo que todos compartimos. Y es que se trata de un ejercicio de optimismo y apuesta por un futuro mejor.

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