“El Perú no se ha consolidado como nación”
¿Podemos hablar de un “nosotros” que incluya a todos los peruanos? Diversas propuestas de identidad colectiva son analizadas en relación con la vida de los intelectuales que las impulsaron.
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Gonzalo Portocarrero
Sociólogo. Profesor principal del Departamento de Ciencias Sociales.
Texto:
Israel Guzmán
Reconocer al otro como un igual, compartir una visión del pasado y un rumbo hacia el futuro son algunos de los elementos que el Dr. Gonzalo Portocarrero, docente del Departamento de Ciencias Sociales, plantea como esenciales para llegar a ser una nación. En La urgencia por decir “nosotros”. Los intelectuales y la idea de nación en el Perú republicano, Portocarrero analiza los proyectos de nación imaginados por los grandes pensadores de los siglos XIX y XX.
¿Cómo surge este libro?
Desde niño he sido testigo de muchas injusticias, enconos, soberbias y resentimientos. Pensé que tendríamos que llegar a este “nosotros” que lime nuestras asperezas, nos integre y cree una actitud de respeto. Me fijé en los autores que habían tratado de pensarlo y he tratado de rescatar lo importante que pueda haber aportado cada uno de ellos.
¿En qué momento se inicia la búsqueda de una identidad colectiva?
Surge hacia 1850, cuando en el ánimo de artistas y creadores aparece esta angustia por ver una colectividad y no solo un individuo. Ricardo Palma y Manuel González Prada tratan de imaginar una colectividad que fuera más allá de las diferencias y se rija por las mismas leyes, no como la sociedad colonialista abiertamente jerarquizada que tenían. Palma hizo posible un relativo plano de igualdad, aunque restringido al mundo urbano y criollo, que excluía al mundo indígena. Precisamente, el siguiente movimiento de identidad nacional buscó revalorizar lo indígena. Y es curioso que Palma, el motor de la integración criolla, fuese un hombre mulato con ascendencia negro-indígena, mientras que el que recusa este proyecto fue un aristócrata rubio, González Prada, porque no incluía al 80% de la población, que era indígena. Él abre la puerta a nuevas voces, como la de Valcárcel, quien plantea que, de no lograrse un reequilibrio histórico con una primacía del elemento indígena en la idiosincrasia social, habría una sublevación indígena con un millón de muertos. José de la Riva-Agüero quiso escindir la burguesía del gamonalismo, que se alíe con clases medias y campesinos para democratizar al país, y lo reafirma en Paisajes peruanos con su famoso viaje de Cuzco a Lima. Pero era un proyecto tan difícil que se apartó de él y luego adquirió un carácter melancólico, que puede verse en sus fotos. El racismo y el orden colonial marcan todo este quehacer intelectual.
¿Estos todavía se mantienen o ya podemos decir “nosotros”?
En la historia del Perú hay dos grandes fantasmas: el temor a la sublevación indígena –con el consiguiente temor al indio y la guerra de razas– y el fantasma de Inkarri, que un gobernante honesto, duro y benevolente revalore al pueblo indígena. Esto implica que, en el fondo, el Perú no se ha consolidado como nación y alberga expectativas de futuros excluyentes. No hay una idea de igualdad y vigencia de la ley para todos, ni de fraternidad o solidaridad. Lo vemos todos los días en nuestro comportamiento, en el tráfico o en los conflictos sociales. El otro es visto todavía como un extraño al cual se puede satanizar.
La presentación es el sábado 18 de julio a las 6 p.m. en la Sala José María Argüedas de la Feria Internacional del Libro. Los comentarios estarán a cargo de José de la Puente, Alex Huerta, Carmen María Pinilla y Patricia Arévalo.
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Jorge Espinoza
Somos un país constituido por muchas etnias que necesitamos tener un acuerdo común basado en valores para definirnos como nación