Informe PuntoEdu: ¿Qué es la posverdad?
Una verdad mal contada se puede convertir en una mentira. En la era de la posverdad, analizamos la institucionalización de la mentira en la época de la explosión de la información.
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Katherine SubiranaFotografía:
Víctor Idrogo
Media verdad al revés no es igual que media mentira, dicen, en su sabiduría, los músicos Charly García y Joaquín Sabina en su conocida canción “Es mentira”. Y esta máxima bien sirve para describir los tiempos en los que nos movemos, donde hay mentiras que no se reconocen como tales y hay verdades que se acomodan al gusto del cliente. Estamos, pues, en la era de la posverdad.
El diccionario de Oxford define la posverdad como un fenómeno donde “los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que los hechos subjetivos, donde imperan la emoción y la creencia personal”. Es cierto que se popularizó el término posverdad con el triunfo de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos y la salida de Reino Unido de la Unión Europea, pero, amparados en esta definición, no estamos hablando de algo novedoso.
Revisando los ensayos sobre verdad y mentira en la política, escritos hace más de cuatro décadas por la filósofa Hannah Arendt, encontramos una afirmación categórica: “la atenuación de la línea divisoria entre la verdad de hecho y la opinión es una de las muchas formas que puede asumir la mentira”. En el mismo texto, Arendt señala: “la verdad factual, si se opone al provecho o al placer de un determinado grupo, es recibida hoy con una hostilidad mayor que nunca”. Si hablamos de hostilidad, es claro que Arendt no se imaginaba el mundo en la era de las redes sociales.
MEDIA VERDAD
Entonces, ¿por qué llamarla posverdad y no, sencillamente, mentira? El Dr. Martín Tanaka, docente del Departamento de Ciencias Sociales, añade que la palabra posverdad está muy marcada por discusiones electorales donde diferentes sectores arguyen hechos falsos que algunos actores siguen utilizando y, aún peor, la gente los sigue asumiendo como ciertos, por más que estos sean desmentidos. “La frontera entre lo que es verdadero y falso se ha difuminado muchísimo. Eso en cierta medida existió siempre pero ahora es cada vez más grosero, tanto que necesitaba un nombre”, dice.
Entonces, a decir de Tanaka, “mentiras, mitos, creencias y prejuicios siempre existieron, pero construir argumentos basados en cosas que son abiertamente falsas, con total impunidad y gran éxito, es algo relativamente novedoso”.
¿Qué dice esto de nosotros como sociedad, entonces? El Dr. Antonio Zapata, docente del Departamento de Humanidades, considera que nos dice algo de nosotros como seres humanos, no solo como sociedad. “De alguna manera, todos los seres humanos mentimos. Unos más que otros, nos mentimos a nosotros mismos y mentimos a los demás. Mientras esto se mantuvo en ámbitos relativamente controlados, privados o públicos, la mentira no era tan poderosa, pero ahora que hemos entrado a la era de los grandes medios de comunicación masivos, y sobre todo con las redes que permiten que uno hable sin tapujos ante sus amigos, las mentiras se han institucionalizado. La posverdad es la mentira institucionalizada en la era de las redes”, explica Zapata.
REDES “DE MENTIRAS”
“Creo que la posverdad nace con la interacción en redes sociales”, dice la Mg. Fátima Toche, abogada por la PUCP. “Esto de quedarse en el titular, en un momento donde hay tanta información disponible, y elegir compartir aquello que concuerda con mi punto de vista se ha magnificado con las redes”, puntualiza.
Fátima Toche considera que hemos desnaturalizado la idea de noticia. “El boom de la información ha generado también la posibilidad de tener noticias a la carta: simplemente yo selecciono las que emocionalmente concuerdan conmigo y descarto las otras. Es más, no me tomo ni la molestia de leer. A partir del titular, yo replico y en esta bola de nieve se genera también una percepción de veracidad: mientras más retuits, mientras más se comparta en Facebook, más verosímil me parece”, añade.
Si bien las redes son parte de la institucionalización de la posverdad, el Dr. Zapata hace un acápite sobre su funcionalidad. “Es el ser humano el responsable, es la fuerza de la mentira en el ser humano, de creerse mentiras y de divulgarlas con determinados objetivos. Las redes no son responsables en sí mismas de nada. El problema no son las redes, el problema es cómo las usas”, destaca.
MEDIA MENTIRA (POLÍTICA)
Antonio Zapata aclara que si bien la posverdad no se limita a lo político, “pues, al tener la mentira como fundamento, opera en todos los terrenos”; el Brexit y el triunfo de Trump confirman la fuerza de la posverdad en el curso de campañas políticas. Pero hace una aclaración: “Posverdad no es igual a manipulación. Cuando hablas de manipulación pienso en Goebbels o en Stalin y en un aparato de propaganda de una potencia totalitaria. La posverdad es menos estatal, se mueve en el ámbito de la sociedad más que en el poder del Estado”.
Sobre ello, Martín Tanaka explica que hay un uso político muy fuerte de la posverdad y que el descrédito de voces antes respetadas ha influido en ello. “Antes, en mucho mayor medida que ahora, un político tenía que cuidarse mucho de no inventar cosas o no levantar información falsa, pues si era desmentido, su credibilidad iba a quedar muy mellada. Para ello, había algo así como un árbitro con la credibilidad suficiente para decir ‘tú dices la verdad y tú mientes’. Tradicionalmente, ese papel lo tenían los medios más serios, la academia, los expertos, personas investidas de cierta autoridad intelectual o política. Creo que algo que ha pasado en los últimos tiempos es que la autoridad y la reputación de estos actores se han destruido”, explica.
Este resquebrajamiento de la confianza es, para Tanaka, un efecto inesperado y no deseado de la revolución de las comunicaciones, que ha ocurrido en las últimas dos décadas y que ha puesto al alcance de muchísima gente todo tipo de información. “La capacidad de discernir entre la información confiable y la que no lo es se ha debilitado mucho y creo que mucha gente, sobre todo la que se encuentra en este mundo de las redes e internet, se apoya en fuentes de información que validan sus prejuicios. Por ejemplo, hay gente que vive convencida de que los extraterrestres viven entre nosotros, y ahora, si prendes la televisión, te encuentras con un canal supuestamente serio como el History Channel, que debería hablar de temas históricos, y te ofrece programas que abiertamente hablan de la participación de los extraterrestres en la construcción de monumentos arqueológicos. Entonces, la frontera entre lo verdadero y lo falso se ha difuminado de una manera impresionante”, señala.
Así, cada vez es más difícil para el público en general distinguir una voz autorizada de un charlatán, pues ambos se presentan como expertos y los dos tienen vitrina.
Esta era de la posverdad abre un panorama complicado para la comunicación política. “El que las cosas sean así hace que políticos inescrupulosos ganen notoriedad fácilmente, y generen corrientes de opinión explotando los prejuicios y emociones de las personas. Entonces, lanzas acusaciones, si son verdad o mentira importa poco. Lo que importa es el impacto que genera, la sensación que queda flotando en el ambiente. Por supuesto, si quieres hacer política más en serio, es muy complicado, pues exige mucho más esfuerzo y persuasión que antes. Al final, algunas ideas falsas se quedan en la cabeza de las personas y ya no las sacas, o el esfuerzo por sacarlas es gigantesco. Y siempre habrá un grupo que se resista a creer”, dice el profesor Tanaka.
CALLEJÓN ¿SIN SALIDA?
Para quienes quieren hacer política en la época de la posverdad, Tanaka recomienda cuidar el tema de la comunicación y la transparencia. “Creo que la construcción y la defensa de la reputación de la credibilidad son cruciales, hay que defenderlas a toda costa lo más que se pueda, y aun así siempre será remar contra la corriente. Hay que insistir y ser muy transparente, y poner al acceso de las personas interesadas toda la información posible”.
Pero ¿qué hacer si se es víctima de la posverdad? Fátima Toche explica que, al ser atacado por una verdad a medias o una gran mentira, la persona afectada puede denunciar al o los responsables: “La mayoría de noticias relacionadas con la posverdad tiene una carga injuriante o difamatoria y se puede aplicar esos mismos tipos penales. El problema se da cuando las noticias corresponden a portales que no tienen una cabeza o dirección visible porque ahí no se va a saber contra quién accionar. La injuria, calumnia o difamación puede venir a través de un medio, en cuyo caso hay un agravante en la pena, pero también puede ser de una persona natural. En cualquier caso, la denuncia es viable”.
En ese sentido, considera importante que los usuarios sepan que replicar este tipo de noticias o afirmaciones los hace parte del problema, y que pueden involucrarse en algún ilícito si se replica información que constituye difamación, injuria y calumnia, pues “replicar irresponsablemente cualquier link sin leer y sin verificar la veracidad del mismo está distorsionando la realidad, y puede tener consecuencia en la vida de la gente y en ciertos hechos”, señala Toche.
Lo cierto es que hay iniciativas en redes para combatir este problema. Facebook, por ejemplo, está trabajando en el Facebook Journalism Project y ha organizado hackatones con periodistas con la finalidad de mejorar sus mecanismos para evitar la propagación de noticias falsas en la red. Al respecto, Toche considera que va a tener que generar una cultura del reporte de noticias falsas. “Es un tema de educación, desde la formación de profesionales que entiendan cómo el delito contra el honor se materializa en redes, y cómo tomar acciones al respecto, hasta la realización de campañas para que la gente sepa que lanzar información falsa no es parte de la interacción que se debe esperar de las redes sociales”
La posverdad, lamentablemente, está aquí para quedarse por un buen tiempo. Sin embargo, Martín Tanaka tiene fe. “Toda acción genera una reacción. Podría albergar la esperanza que de aquí a unos pocos años, cuando se hagan evidentes los límites de la presidencia de Trump o los límites que genera la decisión del Brexit, también habrá mayor conciencia, “en realidad hay que pensar un poquito más las cosas”. El sentido común debería generar un poco más de audiencia. Ojalá que eso ocurra”, dice.
Bien decía Hannah Arendt que los hechos dan forma a las opiniones, y la libertad de opinión es una farsa si no se garantiza la información objetiva y no se aceptan los hechos mismos. Finalmente, como subrayó la filósofa, la verdad tiene un carácter despótico: los hechos están más allá de acuerdos y consensos. Y de posverdades.
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