La vulnerabilidad institucional como causa de conflictos sociales
¿Qué es lo que produce y reproduce los numerosos conflictos sociales que hoy identifica el escenario político de nuestro país? ¿Insatisfacción? ¿Pobreza? ¿Abusos? ¿Enriquecimiento ilícito? ¿Corrupción? ¿Defraudación electoral? ¿Injusticias? ¿Desigualdades? Muchas son las posibles respuestas, sin embargo hay una causa que normalmente no destacamos: la vulnerabilidad institucional.
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Rodolfo Cerrón-Palomino
Profesor principal de Lingüística del Departamento de Humanidades
Vulnerabilidad significa debilidad (sensible a daños o perjuicios físicos o morales) y lo institucional está referido al Estado. En términos sencillos, vulnerabilidad institucional significa debilidad del Estado. La debilidad está relacionada a las capacidades o incapacidades, ausencia o falta de legitimidad de nuestras autoridades políticas y funcionarios del Estado.
La vulnerabilidad institucional se relaciona con los problemas estructurales que las autoridades políticas no pueden mitigar (calmar o aliviar) o resolver. Uno de estos problemas es el centralismo del Estado. Las grandes decisiones políticas, legislativas, económicas, educativas, de salud o de justicia dependen de un pequeño grupo de políticos; pero, sobre todo, se siguen tomando desde la capital de nuestro país. Si a ello sumamos las decisiones sobre las actividades de las grandes empresas productivas, de las empresas bancarias y financieras, o de las empresas de comercialización o servicios, que también son tomadas en la capital, notaremos que el problema es muy grave.
Esta vulnerabilidad es la que produce o reproduce los 273 conflictos sociales contados hasta junio del 2009 por la Defensoría del Pueblo. Es curioso notar que estos reclamos tengan un carácter local y muchos veces histórico, pero el origen responde a un carácter nacional y centralista. Los procedimientos administrativos y legislación general son elaborados y controlados desde Lima, bajo intereses normalmente capitalinos.
En cualquier sociedad o país es normal el desarrollo de conflictos sociales. Pero cuando estos se multiplican desproporcionadamente o devienen en desastres políticos, resultan inaceptables. Los recientes sucesos de Bagua, en nuestra Amazonía, y los ocurridos anteriormente tanto en Ilave, como en nuestros Andes, son claros ejemplos de esta anormalidad social y política. Lo particular de estos conflictos es que su causa u origen, y su resolución o prevención, se encuentran en actos humanos (de nuestros políticos, empresarios y líderes sociales), pero no llegan a ser comprendidos o atendidos.
¿Es posible diseñar otras alternativas institucionales para evitar los conflictos y sus posibles desastres políticos? Se han propuesto dos alternativas interesantes. La primera es una ley de consulta y participación de nuestra población originaria o local. La segunda es la iniciativa gubernamental de conformar oficinas especializadas en la resolución de conflictos sociales a nivel de los ministerios. Sin embargo, nuevamente parece repetirse la causa del problema estructural ¿No será que se sigue diseñando e implementando alternativas desde nuestro centralismo institucional?
Las enseñanzas de Bagua e Ilave nos muestran que debemos actuar incluyendo a la población local. Esta población sufre los efectos de la vulnerabilidad institucional a la que nos hemos referido. En consecuencia, ¿no parece sensato trabajar con ellos para elaborar una propuesta legislativa de consulta y sus propios mecanismos de resolución de conflictos sociales?
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