"La nueva crónica latinoamericana es un género menor"
El reconocido crítico literario peruano, ganador de la cátedra para profesores visitantes Valentín Paniagua Corazao 2014, está en la PUCP dictando talleres académicos sobre las obras de Julio Cortázar y César Vallejo. Conversamos con él sobre el panorama de la literatura latinoamericana y sobre la dificultad actual de establecer categorías.
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Julio Ortega
Docente de Literatura de la Brown University
Texto:
Miguel Sánchez FloresFotografía:
Roberto Rojas
¿Podemos seguir hablando de «generaciones» en literatura?
En América Latina hemos tenido la hipótesis de que la identidad está proveída, entre otras razones, por la raza, región, ideología, política, clase social o por nuestro lugar en las migraciones. Sin embargo, a fines de los sesenta ocurre un fenómeno nuevo: todas esas postulaciones de construcción de horizonte cultural, a partir de un sujeto situado, entran en crisis. Lo que tenemos es la idea de que nuestra identidad y nuestro proyecto de sujetos se dan, en la literatura por primera vez, en nuestra función de lectores. Entran en crisis las nociones de literatura nacionales que aparecen muy limitadas y melancólicas. Incluso aparece esta idea de una literatura no solamente latinoamericana, sino con una noción global de lo literario. De un modo más específico, se podría decir, una literatura transatlántica, es decir nuestra literatura en interacción, dialogo, intercambio, reapropiación, parodia, intervención con las literaturas europeas y, con ello, con la literatura del mundo.
Si las literaturas nacionalistas están en crisis. ¿Cómo podríamos entender entonces el entusiasmo de la delegación peruana en la última Feria del Libro de Bogotá?
Eso pasa con las ferias, son como un showcase de lo que está sucediendo. El problema de las ferias es que son muy ilusionistas. Crean un sentido de presente muy privilegiado que se diluye muy rápido. La retórica del discurso en las ferias es muy complaciente, poco crítico, casi celebratorio. Quizá el problema sea que el aparato protocolar de las ferias, mesas de cuatro o cinco personas, ya se agotó. Es muy poco lo que se avanza en el sentido crítico y analítico de la lectura, más allá de la celebración mutua de las personas. Y, lo peor, es que no son una buena guía para la lectura. Lo que propongo es que en vez de mesas lo que exista sean talleres de lectura. Por ejemplo, un taller sobre un cuento. Entonces el público se inscribe, leen antes el cuento y ese espacio sirve para discutirlo. Alguna vez lo hice con Casa tomada de Julio Cortázar y el resultado fue impresionante. Se acabo con la pasividad del espectador, todos tenían algo que decir.
¿Se puede seguir hablando de géneros literarios?
Es difícil. Ahora la diferencia entre vida cotidiana y vida artística no es clara. Por ejemplo, en autores como César Aira o Mario Bellatín donde todo es más conceptual, autorreferencial y autovivencial. Además, aparecen estos espacios denominados los no-lugares. Por ejemplo, en la última novela de Agustín Fernández Mallo, esta termina con un capítulo dibujado en el que los personajes son el propio escritor y Enrique Vilas-Matas que se encuentran en una isla flotante y hablan de sus lecturas.
¿Cuál cree que es ahora la tradición de los jóvenes escritores latinoamericanos?
Ahora es muy difícil saber dónde está lo nuevo o por dónde está el proyecto de la escritura. Uno lee un libro y ya no sabe de qué nacionalidad es el escritor porque el lenguaje es contemporáneo, las historias tienen una cierta voluntad de objetividad, los relatos son conceptuales, y siempre se juega con ideas y parodias que no se declaran. Al mismo tiempo son proyectos que plantean comenzar de nuevo. Hace poco leí una antología de poetas jóvenes argentinos y todos eran muy parecidos: pequeñas micro novelas contadas con desapego, sin dramas que pueden ser de cualquier parte.
¿Qué opina de la «nueva» crónica latinoamericana?
No me gusta. Creo que es el género más sentimental, en el que los cronistas evidencian su fácil emotividad. Es un género menor que no tiene mayor virtud que la brevedad. Hay grandes cronista como Alma Guillermoprieto, Carlos Monsiváis, Edgardo Rodríguez Juliá, Tomás Eloy Martínez. Estos grandes cronistas seguían el modelo del periodista investigativo. Los cronistas de hoy escriben sobre loq ue ven en la calle, son solo estados de ánimo impresionistas y emotivos. No hay nada intelectual.
¿Qué piensa de las sagas de literatura fantástica, por ejemplo, Game of Thrones?
Hay la necesidad de fábula, que provee el cine o la televisión. Es evidente que estamos en un época de pocas fábulas, de anti fábulas y estos libros sustituyen esta necesidad. También creo que tiene que ver con el trasfondo de la violencia de estas sagas y con la idea de que vivimos en la época más violenta de todas -no por el número de muertos- sino por el número de excluidos. Así se puede entender quizá Game of Trhones, es decir, un estado en formación que a través de la corrupción y la violencia trata de formalizarse, supongo con un final feliz.
¿Quiénes estarían en su lista actual de mejores escritores latinoamericanos?
César Aira, Mario Bellatín, Diamela Eltit y Rodrigo Fresán. Ahí podríamos hacer un corte. Luego todo se hace más textual, el lenguaje cobra más independiente, la obra de arte es menos importante y se busca un lector diferente. En Argentina, Matilde Sánchez; En Chile, Zambra. Aquí en el Perú, Carlos Yushimito. En México, Yuri Herrera o Luigi Amara.
Qué diría de los siguientes escritores…
- Roberto Bolaño: un fenómeno de la lectura más que un autor.
- Foster Wallace: casi ilegible.
- Rodrigo Fresán: Me gusta mucho, tiene mucha libertad, es muy creativo. Está muy cuestionado por los jóvenes quizá porque su literatura a pesar de ser inventiva parece muy alejada de las preocupaciones inmediatas, es un poco más fabulosa.
- Daniel Alarcón: un escritor global. En su obra lo peruano es fundamental, es su memoria y materia.
- Gabriel García Márquez: nuestro narrador más clásico. Alguien que contaba cuentos de manera hechizante y que se convirtió en un éxito mundial.
- Julio Cortázar: Tiene esta herencia surrealista que hace que sus cuentos se basen en el asombro, en la revelación, en lo desconocido. Es el narrador que más ha trabajado en el espacio de la subjetividad.
El Perfil
Nombre: Julio Ortega
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