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“He vivido con violencia, pero nunca encontré nada como Perú”

Los últimos 50 años han sido, probablemente, los de mayor cambio político y social en todo el mundo. Una de las regiones que ha pasado por los cambios estructurales más grandes en este período es América Latina. Conversamos sobre estos cambios, especialmente los relativos a la política y la religión, con el Dr. Daniel H. Levine, especialista sobre estos temas en nuestra región. Él recibió la distinción como profesor
honorario del Departamento de Ciencias Sociales y dictó la conferencia “Venezuela: ¿al borde del abismo? ¿Cuál abismo?”

  • Daniel H. Levine
    Profesor emérito de Ciencia Política de University of Michigan (EE.UU.), doctor en Ciencia Política por Yale University (EE.UU.)
  • Texto:
    Luciana Alva

Respecto a su área de estudio, ¿cuáles considera que han sido los momentos o procesos más importantes en América Latina?

Vine a esta región, por primera vez, en 1967 y no sabía nada, es increíble cuando pienso en eso. Venezuela fue el primer país que conocí, pasé varios años ahí y terminé escribiendo un libro sobre la creación de la democracia en dicho país, una democracia que se disolvió cuando Hugo Chávez la reemplazó con su propio sistema. Uno de los grandes acontecimientos que yo veo a lo largo de todos estos años en la región es la restauración democrática y la relativa disminución de la gran violencia política. No es que la violencia haya desaparecido, sino que hay otra: la de la droga, las pandillas, la social y más.

¿Y en el caso de la religión?

Cuando terminé de estudiar a Venezuela y la democracia, me interesé por la religión. Tuve mucha suerte porque, aunque no lo sabía entonces, llegué a América Latina en el mismo momento en que el continente estaba digiriendo los acuerdos de Medellín y el Concilio Vaticano II, y los enfrentamientos entre los grupos religiosos estaban comenzando. En mis estudios de posgrado, me habían enseñado que, con el avance de la ciencia y la iluminación, la religión era algo destinado a desaparecer, pero no fue así. Como hito importante en América Latina en cuanto a religión, se puede señalar el hecho de que las iglesias descubrieron el tema de los derechos humanos y la manera en que ha cambiado el mundo religioso hasta el punto que es irreconocible. Cuando vine aquí por primera vez, si uno quería estudiar religión, sabía a dónde ir: la Iglesia católica, pero ahora no hay una solo iglesia, sino varias.

¿Cómo ha visto al Perú en la actualidad?

Yo vine, por primera vez, en 1989 o 1990 y era terrible. He vivido en Colombia y Guatemala, he vivido con violencia, pero nunca encontré nada como Perú: era un ambiente de temor generalizado con patrullas en todas partes, toques de queda y explosiones en la noche. Nadie salía a las calles, todos estaban con mucho temor de todo. Entonces, veo que el Perú está mucho mejor ahora. No hay tanta violencia, no hay guerra interna, la economía es más o menos buena y la ciudad funciona, pero aún hay problemas institucionales y políticos de elección. ¿Tendrán otra vez a Alan García como candidato? Es difícil creerlo, debe haber otros talentos. Me gustaría ver algo de partidos políticos más estables que den cierta continuidad. Lo que me parece más prometedor del Perú es la ampliación de posibilidades y espacios para participación en las elecciones.

¿Y qué podría decirnos del momento que se vive en Venezuela?

Lo peor en Venezuela, para mí, es que hay mucha violencia. No es violencia en gran escala política –aunque hay represión oficial y presos políticos, de eso no hay duda–, sino violencia criminal. La cuestión económica también es muy mala: hay una alta inflación y el dinero no vale nada. Además, hay un ambiente político que es horrible, sumamente amargo, polarizado y envenenado. Maduro no es Chávez. A mí no me gustaba Chávez, generalmente no me gusta la gente de uniforme, pero él era un personaje fuerte y tenía a mucha gente que lo amaba intensamente; tenía capacidad de liderazgo y Maduro no la tiene. Él imita los gestos y la vestimenta, como la camisa roja, pero no es lo mismo. Otra cosa que los ha golpeado es la caída del precio del petróleo, ya que el país vive de la exportación de este producto.

¿Cómo podrían salir de esta situación?

Las salidas van entre lo horrible y lo, más o menos, aceptable. Lo peor, ojalá no suceda, sería una enorme caída económica, hiperinflación, mucha violencia y protesta popular, y golpe militar. Si la oposición gana en las elecciones parlamentarias de este año, sería tal vez un primer paso para restaurar la democracia, pero no soy muy optimista. Quiero mucho al país, tengo amigos ahí, pero es difícil ser optimista.

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