El experimento neoliberal chileno en cuestión: las cosas y las personas
-
Efraín Gonzales de Olarte
Ex rector pro tempore y docente del Departamento de Economía
El excesivo individualismo promovido por las tesis neoliberales lleva al debilitamiento de las relaciones humanas y a la reducción de los principios de la convivencia: la solidaridad, la empatía, la caridad, la dignidad y finalmente la justicia social".
Las sucesivas crisis económicas en América Latina de los años ochenta del siglo pasado llevaron a la aplicación de las recetas del “Consenso de Washington (CW)”, opinión colegiada de organismos multilaterales, economistas de renombre y el Departamento del Tesoro americano. Este consenso tenía en esencia tres puntos: la liberación de todos los mercados intervenidos o regulados por el estado, la privatización y el retiro del estado de las actividades productivas, la promoción de la libre empresa y de la inversión privada, que en su conjunto generó el denominado modelo neoliberal.
El conjunto de diez recetas que contenía el CW fue aplicado de manera variada en casi todos los países de Latinoamérica. El que sobresalió por su aplicación temprana fue Chile y el modelo fue mantenido por los gobiernos democráticos tanto de derecha como de izquierda que reemplazaron al pinochetismo. El crecimiento de Chile fue paradigmático y se convirtió en el “modelo” a imitar, no sólo en el manejo macro económico, la reducción de la pobreza, sino también en varias de las reformas institucionales: el sistema de pensiones, la regulación del mercado laboral, la cuasi privatización de la educación superior, etc. El modelo neoliberal funcionaba mucho mejor en Chile que en los otros países de América Latina. Hubo, sin embargo, un tema crítico: la desigualdad de la riqueza y de los ingresos que se incrementó. Este tema parecía de menor preocupación, pues el PBI per cápita pasó de US$ 2,500 en 1990 a 22,000 en 2018, el problema fue que los ingresos personales no crecieron a la velocidad del producto, hoy el ingreso mensual promedio es de sólo 550 dólares. Adicionalmente, los programas sociales (educación y salud) no ayudaron a reducir las desigualdades. Al parecer en Chile se convalidó la tesis de desigualdad señalada por Thomas Piketty (El Capital en el Siglo XXI), pues, el crecimiento de las ganancias fue mayor que el crecimiento de los ingresos.
Se podría decir que a Chile sólo le quedaba como tareas mejorar la equidad y mejorar los servicios sociales.
Sin embargo, cuando se aumentó unos cuantos centavos de dólar el boleto del metro de Santiago, se desencadenó una revuelta social de dimensiones y violencia absolutamente desconocidas en América Latina. ¿Cómo explicar que el país ejemplar reviente como una bomba social y ponga en cuestión la experiencia más exitosa del neoliberalismo?
Tratando de responder a esta pregunta, tengo algunas hipótesis. La primera es que crecimiento no es lo mismo que desarrollo. La producción en Chile creció de manera sostenida, pero no mejoró el bienestar de los chilenos de abajo tanto como mejoró el bienestar de los chilenos de arriba. No ha sido un crecimiento equitativo, no hubo desarrollo para todos y las desigualdades generan resentimiento y envidia. La segunda es que a la Ciencia Económica predominante le importa más las cosas que las personas, pues los objetivos de las políticas son: incremento del producto (cosa), mejora de la competitividad (abaratamiento de las cosas para vender), el incremento de la inversión (cosas nuevas), estabilidad económica reflejada en bajas tasas de inflación (que las cosas no cuesten más), etc. El objetivo es lograr tener cada vez más cosas y más baratas, lo secundario es si estas cosas se reparten con criterios privados o sociales y si estas cosas están al alcance de todos; en consecuencia, lo que suceda con las personas estará en función de cómo evolucionan y se manejan las cosas. Las personas fueron la variable de ajuste de las cosas, es el mundo visto desde lo alto de la pirámide social. La tercera es que el excesivo individualismo promovido por las tesis neoliberales lleva al debilitamiento de las relaciones humanas y a la reducción de los principios de la convivencia: la solidaridad, la empatía, la caridad, la dignidad y finalmente la justicia social, que se ha hecho funcional a la justicia económica definida por el modelo económico predominante, lo que ha generado una crisis de los valores morales.
Creo que este conjunto de factores están en el origen de la indignación de los chilenos que los ha llevado a romper las buenas maneras, pero sobre todo a mostrar que los mecanismos democráticos e institucionales están fuertemente debilitados en sus bases esenciales, tanto como sus fundamentos éticos. La salida de esta crisis pasa por la recuperación de los valores humanos, el cambio de los referentes morales y democráticos y por anteponer a las personas sobre las cosas. Es decir, toda una revisión del modelo neoliberal y en general de la idea del desarrollo.
Deja un comentario