Todos generamos residuos. En los últimos tiempos ha aumentado la cantidad que producimos, debido al enorme número de envases que desechamos y el uso del plástico en la comida procesada. Los residuos se crean a lo largo de toda la cadena de suministros, no solamente con los alimentos que botamos en casa –por ejemplo, ese yogurt que se desecha al no ser tomado antes de que caduque- sino también en etapas anteriores como la cosecha. Después de asumir esta verdad, toca pensar cuál es la mejor vía para gestionar los residuos, intentando en la medida de lo posible recuperar materiales y energía. De eso se trató la charla “Dando a los residuos una nueva vida: criterios ambientales para la toma de decisiones”, ofrecida por la especialista María Margallo Blanco, quien visitó nuestra Universidad gracias al Departamento de Ingeniería.

¿Cómo gestionar los residuos?

Al crecer en una zona industrial de España, Margallo Blanco presenció desde muy niña de qué forma afecta la contaminación a las personas. Por ello decidió estudiar y especializarse en esa problemática. Actualmente es doctora y profesora en el departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Cantabria y por estos días realiza una estancia de un mes en la PUCP, en el marco del proyecto “Avanzando y midiendo consumo y producción sostenible para una economía baja en carbono en economías de ingresos medios y nuevos países industrializados”. Este tiene como participantes a nuestra universidad y a la ONU Medio Ambiente, mientras que la Red Peruana de Ciclo de Vida del Departamento de Ingeniería es la responsable de llevarlo a cabo.

Margallo Blanco analizó desde una perspectiva ambiental la gestión de residuos, desde el recojo de aquello que se produce en casa -sea en masa o selectiva-, hasta que llega a un vertedero, botadero o incineradora. «Para reducir los residuos se debe comprar solo lo que se va a consumir”, comenta la doctora, haciendo énfasis en que mientras en unos países no se tiene qué comer, en otros se adquiere más allá de la necesidad real. A partir del estudio de contenedores de recogida selectiva –aquellos en donde se deposita por separado materiales como plástico, papel y vidrio- en núcleos muy pequeños de población, la especialista percibió un logro positivo: el incremento de la tasa de reciclaje. Sin embargo, en el proceso intervinieron otras variables no tan favorables. ¿Es mejor, medioambientalmente hablando, implementar estos nuevos contenedores y así aumentar el reciclaje o no hacerlo, pues fomentan unas rutas de transporte más largas al recogerlos? La respuesta para Margallo Blanco es la segunda. “Es preferible que se separen los residuos en la misma planta a que la gente lo haga en su casa”.

La utilidad del análisis de ciclo de vida

Para llegar a esta conclusión, la doctora aplicó el análisis de ciclo de vida. Esta herramienta permite darle un valor a lo que se contamina, cuantificándolo, para así poder decidir qué proceso es el mejor desde un punto de vista ambiental. Un ejemplo es el indicador de huella de carbono que viene incorporado en los productos en Europa. “Así como miras cuantas calorías tiene un alimento, puedes ver qué ropa o billete de tren contamina más”, dice la especialista. De este modo, el análisis de ciclo de vida permite tener indicadores que sean fáciles de entender. En ese sentido, también se debe considerar la composición del residuo y las características del país. Por ejemplo, si contiene mucha humedad será difícil hacerle una quema.

El análisis de ciclo de vida también se puede aplicar en las industrias química y alimenticia. Margallo Blanco trabaja sobre todo con residuos pero, como ella misma dice, todo se puede analizar desde un punto de vista ambiental.