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Semana Santa!… ¿Para qué?

«Dios mío, si tú hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios; pero tú, que estuviste siempre bien, no sientes nada de tu creación». Se trata de una parte del poema «Los Dados Eternos», de César Vallejo. Sin embargo, este verso, que establece una crítica a la religión, no se aplica al cristianismo. ¿Cómo así? Veamos…

  • P. César de los Heros, P.E.S.

La afirmación fundamental de la fe cristiana es que Dios se hizo hombre. No se trata de un hombre con poderes divinos, ni un Dios que se disfraza de hombre, no. Jesucristo es Dios y hombre de verdad. Plenamente Dios y plenamente hombre.

Pero, ¿por qué se hizo hombre? San Juan nos responde: «El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo» (1 Jn 4, 14).

Efectivamente, Dios se hace hombre para encargarse Él mismo de nuestra salvación. Y esta gesta divina se plantea de la siguiente manera: según el autor del Génesis, el hombre, en el comienzo, rompe con Dios, con lo cual pierde su propio equilibrio, pues se vuelve contra el propio hombre, atenta contra su propio hábitat y echa por tierra la consecución de su plenitud como criatura que trasciende esta vida. Todas estas experiencias lo terminan condenando a la frustración.

Dicha ruptura, generada por la soberbia («Seréis como dioses», le dijo el tentador), tiene una raíz: el egoísmo, es decir, la pretensión de ponerse uno en el centro, posponiendo al otro, aunque este sea el mismo Dios. Pues bien, había que restablecer la armonía quebrantada. Y si la ruptura se generó del egoísmo, la reparación debía venir del opuesto: el amor. Solo un verdadero acto de amor restablecería las cosas. Y el verdadero amor tiene sus exigencias. Jesús las afrontó con todas sus implicancias: sufrimiento, dolor, humillación, incluso la muerte. ¿No dijo San Juan que Jesucristo amó a los suyos y «los amó hasta el extremo»? Finalmente, tal como estaba previsto, pues lo había anunciado ya varias veces, Jesucristo, el señor de la vida, con su poder divino, surge de la muerte y la vence. La vence para todos nosotros, para que podamos vivir en plenitud. Así, con el triunfo del amor sobre el egoísmo y de la vida sobre la muerte, el hombre recupera su equilibrio y reemprende el camino de su realización plena y definitiva, realización que va más allá de este mundo.

¿Por qué la Semana Santa? Porque, ante el gesto de Dios, los hombres no podemos permenecer indiferentes. No, no podemos… no debemos. Solo le queda al hombre responderle a Dios con un sí real y verdadero; un sí que se renueva, fortalece y perfecciona en esos días en que la Iglesia conmemora la epopeya del Dios Amor.

El Perfil

Nombre: P. César de los Heros, P.E.S.

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