"La sociedad del conocimiento es tremendamente elitista"
El Perú fue uno de los primeros países que apoyó la iniciativa «Una laptop por niño (OLPC)», con el afán de mejorar la calidad educativa en zonas de extrema pobreza. Sin embargo, no hubo capacitación docente, las laptops se repartieron en zonas sin electricidad ni conexión en Internet y fueron abandonadas. ¿Qué aspectos hay que tomar en cuenta a la hora de incluir tecnología en el modelo educativo? Durante su visita en nuestro país, dictó la conferencia “Desafíos de la educación superior”, organizada por el Vicerrectorado Académico y participó del III Congreso Internacional EDUTIC-PERÚ 2012: «El impacto de las tecnologías en la educación», organizado por la Facultad de Educación.
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Cristóbal Cobo
Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona (España).
Texto:
Luis YáñezFotografía:
Mario Lack
¿A qué denomina “aprendizaje invisible”? ¿Es una nueva teoría educativa?
Aprendizaje invisible es un neologismo que recoge una serie de investigaciones que buscan entender qué es lo que está pasando en el mundo de la educación formal. Hay un cambio en la sociedad y las demandas laborales, la tecnología en particular ha desdibujado los límites entre distintos contextos. Bajo esa lógica, ¿hay que informalizar el aprendizaje formal o formalizar el aprendizaje informal? El libro abre más preguntas que respuestas.
¿El aprendizaje informal y la educación formal se contraponen? ¿Cómo se pueden aproximar?
Es curioso porque antes de que existiese la educación formal, ya existía la educación informal. Aprendimos a través de nuestros padres, de la observación, de la imitación. Luego de la Revolución Industrial, todo se formalizó: se necesitaba pasar por los círculos tradicionales de instrucción y algo nos pasó en el interín que hoy si tu aprendizaje no tiene un cartón, no vale nada.
Es como si hubiésemos establecido una dependencia a la acreditación…
Es una cosificación del conocimiento, en una sociedad que le atribuye un alto valor. En el mundo académico, eso no tiene discusión porque si no estás acreditado no puedes trabajar como doctor. Pero en el mundo profesional, es otra historia: Si tú sabes hacer que los negocios salgan adelante, si tú sabes desarrollar un software, si tú sabes diseñar, no es tan importante el papel.
Se cree erróneamente que tener ambientes con tecnología de punta es una garantía de calidad educativa.
Ese no es un discurso de los educadores, sino de los desarrolladores de tecnología, que supieron introducirla en los tomadores de decisión. Hubo un estupendo lobby y hoy día parece que está en el inconsciente de las políticas públicas de cualquier país la idea de que si no hay un equipamiento tecnológico no pasa nada.
Es cierto que si todo fuera “conectividad cero”, tampoco pasaría nada. Pero creo que se ha puesto demasiada prioridad a la instrumentalización de la innovación y no suficiente en los procesos culturales y metodológicos. Creímos que la incorporación de la tecnología en el aula iba a ser el elemento del cambio, pero no, lo que hizo fue evidenciar una pregunta que teníamos toda la vida: ¿cómo construir una educación que prepare ciudadanos más libres?
¿Cuáles son las nuevas habilidades o destrezas que el uso de las TIC facilita y a la vez demanda?
No creo que sean exigencias de las tecnologías, sino de un mundo global donde se necesita ciudadanos globales. Son habilidades que toda la vida fueron necesarias pero que ahora se han intensificado: competencia multicultural (no solamente hablar otro idioma, sino entender gente de otras culturas, con otros valores y formaciones), capacidad de trabajo a distancia (con gente que nunca vas a ver en persona), capacidad para moverse en estados de alta incertidumbre y de muchísima vulnerabilidad (como está ocurriendo en el contexto europeo actual).
Y por supuesto, capacidad de aprender a aprender y a desaprender permanentemente, a adaptarte a lo largo de la vida. Cambiar la idea de que salgo de la universidad, me llevo mis papelitos y me voy al mundo profesional. La universidad debe tener más puertas de entrada y de salida, uno debe pasar por la universidad con la frecuencia que va a los centros médicos.
Se tiene la presunción de que estamos viviendo en una aldea global donde todos estamos viviendo interconectados, pero no todos estamos conectados en igual grado o condición…
La sociedad del conocimiento es tremendamente elitista: estamos conectados, pero algunos más conectados que otros. En Latinoamérica, Internet tiene solo una penetración del 35%, mientras que en el Reino Unido es de 70%, en EE.UU., 80% y en Corea llega al 100%. Más temprano que tarde llegaremos a un porcentaje muy alto de penetración y tener Internet será tan frecuente como los teléfonos domésticos, pero el problema está en la otra brecha digital: ¿qué estamos haciendo con la conectividad? ¿Somos capaces de generar e identificar información de valor?
¿Cómo fomentamos la creación de comunidades de aprendizaje, que incentiven la generación colectiva de información de valor?
El valor tiene que ver con la filtración del contenido: Si Coca-Cola lanza un comercial por la televisión, al momento de verlo ya tengo un filtro. Pero si tú y yo somos amigos y me recomiendas una película, la manera en que yo me acerco a ese producto es radicalmente distinta que si yo leo sobre ella en la prensa. Si las comunidades sociales o los circuitos de interacción se convierten en mis filtros para acceder a información de valor, entonces ofrecen un enorme potencial. Para que esto pase, tiene que haber un capital social previo.
¿Cuáles son los desafíos más saltantes de la educación superior?
El principal es la falta de autocrítica que tiene el sistema educativo, porque -por lo general- es bastante hermético: los docentes dialogan con docentes, no lo hacen con empresarios ni con artistas ni con otros círculos que podrían traer mucho aire fresco a la institución académica. Si hubiese una universidad más abierta a la sociedad, donde no solo participasen los expertos del jardín amurallado de la academia, otro gallo cantaría.
El Perfil
Nombre: Cristóbal Cobo
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