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"Los ingresos y la reducción de la pobreza no han avanzado de manera pareja"

  • Efraín Gonzales de Olarte
    Vicerrector académico

"Necesitamos voluntad política para reinventar al Estado"

En los días previos, Oxfam presentó un estudio de conclusiones inquietantes: actualmente, una de cada nueve personas carece de alimentos suficientes, más de 1,000 millones de personas viven con menos de 1.25 dólares al día y, para el 2016, el 1% de la población mundial acumulará más riqueza que el otro 99%. Así las cosas, una de las principales discusiones del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), realizado en Davos, Suiza, fue la implementación de una herramienta para medir el crecimiento inclusivo. El Dr. Efraín Gonzales de Olarte, especialista en desarrollo humano y vicerrector académico de nuestra Universidad, ofrece unas pautas sobre cómo se mide el desarrollo en el Perú y habla sobre las dificultades para alcanzarlo de manera sostenible.

¿Por qué es tan difícil medir el desarrollo?

El desarrollo es un significante sin significado, por ello tiene varias definiciones, desde las más simples a las más complejas. Esta es una primera razón para hacer difícil crear indicadores para medir el desarrollo.

¿Cómo se ha ido midiendo?

Durante mucho tiempo la medida estándar de desarrollo ha sido el crecimiento del ingreso per cápita, posteriormente se incorporó como indicador adicional el índice de desigualdad, porque se definía en el desarrollo como el crecimiento con redistribución del ingreso.

¿Eran efectivos estos indicadores?

El problema con estos índices era que no captaban varios aspectos, por ejemplo el bienestar de las personas, su libertad, el entorno físico y social en el que vivían. Por ello, se comenzó a incluir nuevas variables cuantitativas y cualitativas, fruto de nuevas definiciones del desarrollo. La más completa, en estos momentos, es la derivada de los informes de desarrollo humano de Naciones Unidas sobre la base de los aportes de Mahbub Ul Haq, Amartya Sen, Martha Nussbaum y otros teóricos del desarrollo humano, que definen el desarrollo como la ampliación de oportunidades de las personas para que puedan ser y hacer lo que más valoraran libremente. Esta es una definición compleja, se mueve entre lo personal y lo social, pero sobre todo traslada el desarrollo a las capacidades y derechos que pueden tener las personas para mejorar sus vidas. Obviamente, una definición así ha llevado a la aparición de índices multidimensionales, como el índice de desarrollo humano, que puede tener tantos indicadores para poder satisfacer la definición.

¿La creación y mejora de estas herramientas han representado una verdadera mejora para las poblaciones menos desarrolladas?

En general, los índices simples son muy efectivos y son tomados por políticos, empresarios, burócratas y dirigentes como instrumentos para plantear metas. El ejemplo más claro es que, en el Perú de los últimos años, el ingreso per cápita y el índice de pobreza son dos indicadores que se usan para decir que el país y los peruanos han progresado. Lo cierto es que en los últimos 12 años se han logrado avances importantes en los niveles agregados representados por los promedios, pues ambos indicadores han sido favorables. Sin embargo, los promedios olvidan la distribución, y lo cierto es que los ingresos y la reducción de la pobreza no han avanzado de manera pareja, pues las desigualdades subsisten. Si se incluye el índice de desigualdad, la percepción sobre el desarrollo mejora, y mejoraría aun si se tuviera en cuenta el índice de desarrollo humano, porque se usarían sus componentes para plantear metas a alcanzar o para asignar el gasto público o la inversión.

El WEF está preparando el «Benchmarking Inclusive Growth and Development», una base de datos que utiliza más de 120 indicadores cuantitativos. ¿Cuán confiable o útil puede ser esta herramienta para cada país, considerando las grandes desigualdades que hay dentro de cada uno (tal como señala en su trabajo Inclusión para la Integración con Desarrollo Humano en el Perú)?

Si el Perú tuviera los 120 indicadores, digamos que para un mismo período, para todas las regiones y para toda la población, sería una maravilla, pues se tendría indicadores para afinar las políticas sociales, las políticas sectoriales, y para que los empresarios y capitalistas puedan hacer mejor sus inversiones y mejorar sus relaciones con la comunidad. Creo que deberíamos apoyar para que se tenga toda esta base de datos para el Perú, pero que sean bien hechos, con errores estadísticos controlados. Pero obviamente, tantos indicadores pueden terminar llevándonos a la dispersión y probablemente a la ineficiencia en el gasto público. Lo que cabe es priorizar  unos 8 o 10 temas sobre los cuales construir estos indicadores. Por ejemplo, educación, salud, ingreso familiar, empleo decente, acceso a servicios públicos, libertad política y personal, buen acceso a la justicia, seguridad ciudadana, entorno ambiental saludable. Si sobre estos temas tuviéramos indicadores, sería mucho más fácil plantear metas, asignar presupuestos, realizar inversiones. Esto permitiría la integración de las personas con desarrollo humano.

Desde el 2013 hasta hoy, ¿se ha hecho algún avance o nuevo estudio usando el Integration Index for Human Inclusion (IIHI)? ¿Qué tan usadas son este tipo de herramientas por el propio Estado?

En el Perú, hay un avance lento en el uso de nuevos indicadores. La mayor parte de municipalidades y gobiernos regionales usan el índice de desarrollo humano (esperanza de vida + logro educativo + ingreso) y también el índice de densidad del Estado, introducido por el PNUD en el 2012. Veo en los organismos públicos y privados una intención de aumentar los índices y de mejorarlos, lo que no veo es una sistematización y un acuerdo nacional para uniformar indicadores que vayan en la dirección del índice de integración para la inclusión humana.

Teniendo en cuenta lo difícil que es sostener el triángulo del desarrollo (eficiencia económica, equidad social y sostenibilidad ambiental), ¿estas herramientas podrían ayudar a lograrlo?

Ese es otro tema, que tiene que ver con los comportamientos de las personas en función de sus intereses particulares. Los capitalistas maximizan ganancias, los trabajadores quieren más sueldos y salarios, y los dueños o concesionarios de recursos naturales quieren obtener las mayores rentas. Estas tres cosas son imposibles de lograr en un mundo con recursos naturales limitados, con miles de millones en situación de pobreza. Por ello, se requiere una nueva concepción de Estado y, hasta cierto punto, de un nuevo contrato social que se aleje del neoliberalismo, y que ponga por delante la viabilidad ambiental y la reducción de la pobreza. Esto significa tres cosas: que hay que crecer a menores velocidades, que hay que redistribuir y compartir, y que hay que usar toda la ciencia y la tecnología para estos propósitos. Más que herramientas ahora necesitamos voluntad política para reinventar el Estado. Necesitamos un Estado mundial que, para varios temas, dé normas universales sobre medioambiente, recursos naturales y pobreza, el resto lo puede hacer el sector privado en cooperación con cada Estado nacional. Difícil de lograr, pero no imposible.

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