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“En literatura lo importante es la profundidad con que miras”

Conversamos con Marco García Falcón, uno de los ganadores del Premio Nacional de Literatura 2018 y egresado de Lingüística y Literatura de la PUCP. Publicó su primer libro, París personal (Fondo Editorial PUCP), hace 16 años. También ha recibido reconocimientos en el Premio Nacional PUCP de Novela, el Premio Copé de Cuento y Novela, el Gran Premio Adobe, entre otros. Hoy destaca como uno de los más importantes narradores peruanos.

  • Marco García Falcón
    Escritor peruano
  • Texto:
    Suny Sime
  • Fotografía:
    Valeria Ramos

¿Cómo así dejaste el Derecho por la literatura? ¿Qué sucedió?

Yo había ingresado a la PUCP con la idea de estudiar Derecho, porque en esa época se solía decir que quienes tenían habilidades comunicativas iban a hacer abogados. Ya en Generales Letras, Roberto Forns, con quien llevé un curso de introducción a la literatura, a veces nos recomendaba libros. A mí me recomendó Julio Ramón Ribeyro, no sé por qué, pero fue un gran descubrimiento y lo leí todo. De ahí cogí la costumbre de encontrar un autor y agotarlo hasta el final. En esa época, leía a todos los del Boom. Me quedé muy prendido con Borges y Cortázar. Tendría 19 años cuando escribí mi primer cuento, que curiosamente ganó los Juegos Florales de la Universidad, y eso me impulsó a cambiarme de carrera. En Derecho, sentía que podía, pero que no era mi vocación. Y lo noté cuando la gente salía del salón y continuaba hablando de Derecho y a mí no me gustaba. En cambio, disfrutaba mucho hablar todo el tiempo de literatura.

¿Qué recuerdas de esos años de formación?

La Católica significó, para mí, un cambio en la manera de ver el mundo. La Universidad, a través de algunos profesores, despertó en mí la curiosidad intelectual y el amor por los libros. Veía mucho cine, leía mucho, pasaba mucho tiempo en la Biblioteca, que ahora está mejor. En esa época, hacíamos cola para conseguir libros; también tenía algo de aventura. Recuerdo a grandes profesores de los cursos de filosofía, de historia, de literatura; y sobre todo las amistades que trabé y aún conservo. Allí empezaron a fraguarse los proyectos de ser escritor, porque son tus compañeros quienes comparten tus ilusiones y también tus frustraciones.

¿Por qué escribes? ¿Qué empuja a ciertos sujetos a hacer literatura? ¿Qué te empuja a ti?

Yo no seguí en Derecho, porque sentía que una carrera de ese tipo implica preocuparse por los problemas de otros. Y creo que tengo un mundo interior rico, pero también complicado, que me hace mirarme mucho a mí mismo. Creo, como dice Paul Auster, que los artistas son personas defectuosas que no encajan en el mundo. Vargas Llosa habla de una rebeldía frente a esta inadecuación y que finalmente los artistas transforman esta incapacidad de entrar en el mundo en algo creativo y productivo.

Recomiendas tener una familia espiritual, que entiendo como referentes literarios. ¿Quiénes son?

Para empezar, fueron los del Boom; y acá, Ribeyro, Vargas Llosa, Luis Loayza, Oswaldo Reynoso. Pienso que mejor es leer intensa y profundamente a un autor que leer a muchos. El que lee como escritor no solo se está dejando llevar por la trama, también está viendo cómo se construye el texto, cómo empieza, cómo termina, cómo se hace una transición, ve la carpintería del texto. Y los mejores escritores son aquellos que, a pesar de que te acercas con esa voluntad de querer descubrir el truco del mago, te logran hechizar. El aprendizaje está en ese tipo de lectura muy exhaustiva a todo nivel que uno realiza de ciertos autores, sobre todo los que sientes que dicen lo que a ti te interesa, lo que tiene que ver contigo. Esa familia espiritual es la que te va a ayudar a tener una voz propia y a encontrar qué es lo nuevo que puedes decir. Yo recomiendo ese tipo de lectura.

Usas la primera persona y un tono de voz testimonial/confesional. Esto parte de un aprendizaje que, según cuentas, se consigue cuando los personajes logran mirarse por primera vez a sí mismos. ¿Esta escritura es un camino para mirarte a ti mismo?

Creo que generalmente los artistas hablan sobre temas que les preocupan, que tienen que ver con el miedo o el deseo, con asuntos irresueltos. Y la escritura es un espacio que te permite ver hipotéticamente diferentes caminos. Es como una pulsión interna. Yo soy muy reflexivo. Es algo que he llevado a mi propia narrativa. Y los autores que más me gustan son los que tienen buena prosa, pero también esa mezcla de acción y reflexión; por ejemplo, Julian Barnes o Hanif Kureishi. Creo que la literatura te da experiencia de vida, la posibilidad de vivir otras vidas, de verla como nunca la hubieras visto. Y eso te hace más tolerante, pero también más crítico. Además, es muy útil ahora, porque no nos miramos, más bien estamos mirando a los demás. Somos voyeurs en las redes sociales; y construimos una imagen de nosotros mismos, la mejor imagen, y esa es la que mostramos. Pero no nos miramos realmente, no hacemos una introspección. No hay tiempo además, vivimos vertiginosamente.

En Esta casa vacía, también haces mención a varios escritores y poetas. Y en París personal, hay bastantes referencias a la música, la pintura, la escultura. ¿Qué papel tiene el arte en tu narrativa?

En la época que publiqué París personal, había como una división entre los metaliterarios, los que escribían desde los libros; y los vitalistas, los que más bien se encargaban de vivir mucho, intensamente, y escribían para personas que también tienen un carácter más aventurero. Pero, para mí, esa distinción es falsa, porque en literatura lo importante es la profundidad con que miras, y eso es independiente de que tengas una vida vertiginosa o vivas encerrado en un cuarto. Darte la vuelta al mundo no te asegura que vayas a crear una obra de arte. Puedes estar en tu cuarto como Pessoa, haciendo una rutina burocrática, y ser como lo fue él: cien personajes y cien escritores a la vez. No introduzco los libros de manera snob, son parte de mí.

Cuando escribiste París personal, aún no habías viajado a esa ciudad. Lo que llama la atención es el manejo increíble de información para alguien que no conocía de primera mano París. ¿Cómo hiciste?

Y en esa época no había Google Maps ni toda la información que hoy está disponible en Internet. Sentía que, como este joven profesor del libro, amaba París y creía que tenía que ir, porque había leído a muchos autores que habían estado allí. Yo tenía muchas referencias por esos autores, sobre todo por los del Boom. También leí guías, libros de historia, traté de informarme, mentir con conocimiento de causa. Varios cuentos ganaron concursos. Uno de ellos, muy importante, fue de la editorial Adobe, que ya no existe. Antes de la premiación, su directora, que había vivido en Francia, apostó con otra persona que me conocía que yo sí había estado en París. Cuando fui a recibir el premio, conversé un rato con ellos y la otra persona me dijo “Marco, tú no has ido a París”. Le respondí que no. Y la directora: “es imposible, pero parece que hubieras vivido en París”. Son trucos que uno emplea para lograr verosimilitud.

Dices que uno de tus retos es construir un buen personaje femenino. ¿Qué estás haciendo para conseguirlo?

Se dice que tienes que escribir sobre lo que conoces. Yo he escrito mucho sobre personajes masculinos, intelectuales, de clase media; casi todo lo que he escrito está por ese lado. Por otro lado, ahora las mujeres están mostrando una serie de daños, de violencia que han vivido sin posibilidad de manifestar, y creo que lo más justo sería que ellas encarnen su propia voz. Me parece que hoy es especialmente difícil que un hombre logre, con legitimidad y justicia, construir un personaje femenino sólido. Espero lograrlo. Es un gran reto.

Eres profesor de escritura creativa y también dictas talleres de narrativa. ¿Se puede enseñar a escribir? O en todo caso, ¿se puede aprender?

Creo que lo que se puede enseñar es cierta aptitud que debe tener un escritor, que son básicamente dos cosas: la mirada y la voz. ¿Cómo mirar el mundo? ¿Qué es lo que hace que un artista pueda destacar? Imaginemos: diez artistas plásticos y un vaso con agua. Si estos artistas han encontrado su mirada, van a presentar diez cosas distintas, porque han logrado una conexión entre su mundo interior y su mundo exterior. La mirada se descubre, con esto de la familia espiritual, con esta observación hacia adentro, introspectiva. Pero también tienes que entrenarte en el lenguaje. La literatura es el arte de las palabras. Yo no concibo a alguien que pueda decir que va a ser escritor solo viviendo, solo leyendo. Creo totalmente, como dice Philip Roth, que un escritor es alguien que está toxicomaníacamente dándole vueltas a las frases hasta que se aburre, se va, siente que pierde el tiempo y vuelve a hacer lo mismo cuatro horas más. Es exactamente eso. No tiene nada de glamuroso. El triunfo del escritor está en la satisfacción de encontrar que otra persona siente cosas con aquello que has querido comunicar. Ese es el éxito, no vender libros ni ganar premios. Y en esa medida, para ser escritor, es necesario trabajar la mirada y la voz, construir tu propio lenguaje para transmitir ese mundo que has creado con tu mirada.

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