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El Señor de los Milagros

Hace unos días se proclamó al Señor de los Milagros como «patrono de la espiritualidad religiosa católica del Perú» y como «símbolo de la religiosidad y sentimiento popular».

  • Padre César de los Heros, P.E.S.
    Director del CAPU

Este gesto no es más que una confirmación de lo que, cada mes de octubre, no sólo en Lima, sino en el Perú, podemos constatar: que el Perú es un país religioso y mayoritariamente católico. Y que precisamente la procesión del Señor de los Milagros es la más grande manifestación de piedad católica en el Perú.

Algunas voces críticas han señalado que se trata de una ley inconstitucional o que se pretende obtener provecho político. Incluso que estamos ante un acto discriminatorio contra otras confesiones. Más allá de la esgrima de posturas, esto no cambia la realidad: el Perú es un país mayoritariamente católico. Una ley ni aumentará ni disminuirá la multitudinaria devoción al Cristo Morado. Lo que sí habría que rechazar, en todo caso, es  que algunos políticos traten de ganar votos o popularidad de este modo. Pero lo que está claro definitivamente es que se trata de un mensaje a la comunidad católica de nuestro país y que, por ello, no afecta, ni discrimina a nadie. No olvidemos, además, que la devoción al Señor de los Milagros ha trascendido la esfera religiosa y se ha convertido en parte de nuestra cultura, en parte de nuestra historia.

Por otro lado, frente a la crítica de que estamos ante una vulgarización de la fe, donde prepondera lo emotivo sobre lo racional, la forma sobre el fondo, hay que puntualizar que la fe es interior a la persona, y que puede y debe manifestarse de muchas maneras. Además, una fe, aunque primaria o poco instruida, siempre será un terreno fértil a la espera de ser cultivado, para llegar a ser una fe madura, lo que es un reto, especialmente para los pastores de la Iglesia católica en el Perú.

Y, a propósito, me parece oportuno brindar un poco de luz sobre ciertos aspectos que nos ayudarán a comprender mejor ese fenómeno religioso llamado «procesión».

En primer lugar, hay que tener en cuenta que lo que veneramos no es un pedazo de papel o un trozo de yeso, sino la persona que dicha imagen representa. Lo mismo que una fotografía, que nos facilita el recuerdo de aquellos a quienes amamos. En el caso de la imagen del Señor de los Milagros, no es el muro milagroso, ni la réplica, lo que veneramos, sino a Jesucristo que está en ellos representado.

Después, que la procesión destaca que el cristianismo no se mueve en el ámbito del mito sino de la historia: nos remonta al Cristo real que vivió y caminó por las calles y plazas de nuestro mundo.

También, que todos nos encontramos de paso por la tierra. El hombre no es sino un peregrino cuyo destino final es la vida eterna. Y que ésta es igualmente la situación fundamental de la Iglesia, el pueblo escatológico de Dios, que marcha por la ciudad terrena, con Cristo y detrás de Cristo, hacia la Jerusalén celestial… «Que no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la del futuro» (Hb 13, 14).

Además, que el cristiano está llamado a ser testigo de lo que vive, de esa experiencia enriquecedora y liberadora del evangelio, del amor y la fe en Cristo. Por lo tanto, las procesiones son un signo de la presencia del Señor en medio de la sociedad y de los pueblos. «Y ustedes también darán testimonio de mí, pues han estado conmigo desde el principio» (Jn 15, 27).

Pero este testimonio es de carácter misionero, según el mandato de Cristo: «Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos» (Mt 28, 19). El cristiano está llamado a ponerse en marcha y evangelizar, anunciar el Evangelio de la salvación por las calles y plazas, tal como se ha hecho desde los comienzos de la fe cristiana.

Finalmente, las procesiones nos muestran como pueblo más allá de las diferencias y distinciones de todo tipo. Somos, pues, un pueblo, una Iglesia, reunida en oración, elevando cantos y unida por un destino glorioso: caminar juntos al encuentro de Cristo, el Señor. ¡Cuánta riqueza de significados poseen, en definitiva, las procesiones; especialmente las más impactante y multitudinaria: la del Señor de los Milagros!

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Misa y procesión del Señor de los Milagros en la PUCP

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