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“Con Bioy quería hacer una novela que raspara, que doliera”

Bioy, la tercera novela del profesor del Departamento de Comunicaciones de la PUCP, fue elegida como finalista del prestigioso premio Rómulo Gallegos, que solo Vargas Llosa en 1967 ganó para el Perú. Conversamos con Diego Trelles sobre las motivaciones de su obra, influencias y el contexto literario peruano.

  • Diego Trelles
    Escritor y profesor del Departamento de Comunicaciones de la PUCP
  • Texto:
    Miguel Sánchez Flores
  • Fotografía:
    Stefany Aquise

¿Qué sentiste cuando te dijeron que Bioy había sido elegida como finalista del Rómulo Gallegos?

Me enteré aquí en la PUCP, en mi clase. Me llegó un mensaje por celular. Me quedé helado, sorprendido, por la relevancia del premio y además porque en el jurado estuviera alguien como Ricardo Piglia, a quien admiro, he leído, estudiado y cuyo trabajo como autor y crítico es impecable. Además, porque es un premio que solo una vez ganó un peruano, Vargas Llosa con La Casa Verde. Lo tomo de la mejor manera, es positivo para mi literatura y para la lectura de Bioy, en el sentido que más gente se acercará a leerla.

Como dices es un premio que lo ganó Vargas Llosa, pero también Ricardo Piglia, Roberto Bolaño, nombres muy relacionados con tu literatura.

Se trata de un premio que puede ser una consagración o puede significar un antes y después. Para mí la nominación ya es un premio, un reconocimiento. Es el final soñado de estos cinco años que me demandó escribir la novela.

Bioy es predominantemente política y trata sobre el Perú de los últimos veinte años. ¿Cuál fue la motivación para escribirla?

El tema político siempre ha estado presente en mis tres novelas –Hudson, el redentor; El círculo de los escritores asesinos y Bioy-, en el contexto, las menciones, los pies de página, en ciertas peripecias de los personajes. Es la novela que siempre quise escribir. Habla de nosotros, sobre el Perú, sobre lo que nos ocurrió. Es un libro sobre los efectos de esa violencia política de las últimas dos décadas, pero no se reduce solo a eso. Me interesaba ligarlo a la memoria, en el sentido que es importante no olvidar lo que nos pasó para no repetirlo. La idea era documentar ese tiempo, reencontrarme con ese pasado caótico, con ese Perú sumido en un limbo. Siempre fue un anhelo y un reto escribir una novela con muchas voces narrativas, saltos temporales y que tuviera un nivel de complejidad para abordar este tema tan difícil para el Perú.

¿Cuánto tiempo y cómo la escribiste?

La novela la empecé a escribir en Estados Unidos hace cinco años y siempre fue inconstante. Tengo un desorden de sello, de marca, a diferencia de otros escritores yo más bien escribo cuando puedo. Tiene que ver con la inspiración, con mi estado de ánimo, con mis histerias. Fue un proceso difícil, en momentos sentía que no llegaba. La escribí en varios países pero sobre todo en Estados Unidos, que es donde he vivido los últimos años y donde el trabajo que tenía de profesor me permitía tener tiempo para escribir.

Bioy es una novela compleja en la construcción pero también temáticamente. ¿Cómo te documentaste? ¿Qué influencias podrías mencionar?

Leí muchas entrevistas, el informe de la CVR, Muerte en el Pentagonito de Ricardo Uceda. En la voz y en el estilo muchas otras novelas, pero sobre todo a un autor como Cormac McCarthy, cuyas novelas te asustan a la vez que te atrapan. Bioy pone retos al lector violentando la estructura y el lenguaje. Me parecía imposible escribirla con cierto esteticismo. Con Bioy quería hacer una novela que raspara, que doliera.

¿Crees en la “moda” de la narrativa sobre violencia política en el Perú?

Para nada. Siempre se ha escrito sobre la violencia política en el Perú. Ahí están Oscar Colchado, Luis Fernando Cueto, Dante Castro, Miguel Gutiérrez. Siempre hubo gente que escribió sobre eso pero lamentablemente no son los más mediáticos ni han ganado un reconocimiento internacional, lo cual hace parecer que el tema pareciera una moda.

¿Crees que en tu caso fue necesario alejarte del contexto peruano para escribir sobre el mismo?

El tema del terrorismo y de la violencia sigue siendo álgido. Precisamente esta novela apunta a combatir esta visión del “borrón y cuenta nueva”, que genera retroceso, y atenta contra la pequeña democracia. Como ciudadano puedo salir a protestar; como escritor, no por hacer literatura proselitista, puedo mostrar la realidad que viví.

Has vivido doce años fuera del Perú. ¿Cómo ves el consumo cultural en el Perú ahora?

Hay un mercado de jóvenes curiosos y talentosos, en su mayoría de clase media, ávidos por recibir las producciones culturales más recientes, más vanguardistas, eso está. Lo que no existe es un interés por fomentar esa curiosidad, No hay suplementos culturales, no hay reseñas en los medios. El estado del periodismo cultural es agónico, la prensa de espectáculos ha tomado esos espacios. No hay premios, no hay becas, es un desastre; pero incluso así se siguen haciendo cosas. En el Perú hay que luchar contra todos y todo; sin embargo el nivel no ha bajado. Quizá sea la tradición de Vallejo, de Arguedas, de Vargas Llosa.

La tradición también fomentó la desidia por muchos años.

Los tiempos cambian. La influencia fue buena pero al mismo tiempo paralizó a mucha gente. No es mi época, son mis abuelos, pero creo que mi generación enfoca la literatura menos comprometida, con reverencia – se los quiere, se aprecia, los estudiamos- pero el arte va evolucionando con los revelos. Ahí están Luis Fernando Cueto, Óscar Colchado, Carlos Yushimito, Jeremías Gamboa. También hay poetas muy buenos. Aún pobres, sin becas, sin premios, la gente sigue produciendo, publicando porque es algo que va más allá de lo racional, porque si fuera racional nadie se dedicaría a hacer literatura en el Perú.

Cómo te fue con la comercialización del libro. ¿Es difícil pasar del terminar de escribir al publicar?

Desde que empecé a escribir tenía claro que no iba a depender económicamente de la literatura. Es por eso que soy profesor, viajé, estudié, siempre tuve claro que lo mío era la escritura. Me dio miedo darme cuenta de eso. Ser escritor no te da plata, entonces para que yo respetará mi bibliografía, mi carrera, tenía que hacer algo que no me hiciera depender del mercado, de lo extraliterario. Por eso he publicado una novela cada cinco años. No me interesaba publicar cosas que no estuviera listas.

¿Crees que podemos seguir hablando de “guetos” dentro de la literatura peruana?

Mucho más difícil. Antes había una estructura que favorecía las publicaciones de un grupo o que los libros reseñados en los periódicos solo sean los de cierto grupo. Felizmente eso ya se rompió. Ahora es más democrático, hay más medios, más blogs. Hay apertura de todo el mundo, hay una actitud más abierta. Antes todo el mundo hacía cola para publicar en PEISA, ahora ya no. Eso me parece lo más saludable del mundo.

El Perfil

Nombre: Diego Trelles

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