Formé parte de PuntoEdu en dos etapas: primero entre 2005 y 2006, y luego, desde 2009 hasta 2016. Fui redactor y editor, tanto en impreso como en web.
Al inicio todo era muy franciscano. Compartíamos una sola computadora en las casetas detrás de Estudios Generales Letras y, en ocasiones, la Facultad de Comunicaciones nos prestaba espacios para redactar. El equipo era reducido, teníamos un solo USB para todos y, muchas veces, las unidades o los profesores no entendían cuando pedíamos reunirnos con ellos. Eso cambió cuando salió la primera edición: ahí empezó a reconocerse nuestro trabajo.
De PuntoEdu aprendí a asumir distintos roles y resolver problemas con rapidez. Como periodista, te toca informarte en muy poco tiempo, aprender de los entrevistados y explicar lo complejo de manera sencilla. También debíamos adaptarnos a herramientas limitadas: al inicio, internet tenía mucha menos información y las redes sociales eran casi inexistentes. Nos tocó crear canales, gestionarlos y probar nuevos formatos; siempre en equipo. Una de las lecciones más importantes fue la responsabilidad con el público.
Hoy cuesta creer que ese proyecto que vimos nacer cumpla 20 años. PuntoEdu es el hijo de varias generaciones de periodistas, y ahí están nuestras discusiones, amanecidas y amistades eternas.
