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Noticia

Informe PuntoEdu: la autorregulación de los medios de comunicación

La llamada «TV Basura» es una expresión de un problema estructural: ¿qué cambios se necesitan para tener «mejores» medios de comunicación? ¿Funcionan los códigos de ética? ¿Es la autorregulación la única salida? Especialistas de la PUCP debaten al respecto.

Llegar a casa y prender el televisor. El escenario es el mismo en la pantalla: noticieros banales, entretenimiento burdo y violencia exagerada. Acostumbrarse a este nivel de televisión es negativo. Sin embargo, el asunto es más complejo pues en el país no ha habido un debate serio alrededor de un tema esencial para la sociedad: ¿qué tipo de televisión queremos los peruanos?, ¿qué cambios institucionales urgentes se requieren para tener “mejores” contenidos en los medios de comunicación? Hace unas semanas, la vicepresidenta y congresista Mercedes Aráoz criticó la calidad de los contenidos televisivos y, a la vez, abrió el debate para entender cuál es el problema de fondo para tener medios que respeten la normatividad establecida en la Ley de Radio y Televisión (Ley 28278), principal mecanismo de control sobre los medios. Naturalmente, un sector fue reacio a sus declaraciones y la crítica se centró en que Aráoz proponía una figura que a muchos asusta: la intervención del Estado.

Días después, el presidente Pedro Pablo Kuczynski fue más enfático y con una declaración muy visual dijo: “Me opongo a cualquier bozal a la prensa, a la televisión y a la radio”, en referencia a lo que había dicho la vicepresidenta y se amplió la discusión en la que intervinieron diversos columnistas en prensa escrita y todos, aunque con diferencias, están de acuerdo: la televisión peruana tiene contenidos muy pobres. El tema adquiere mayor relevancia pues el 7 de septiembre, el Ministerio de Transporte y Comunicaciones (MTC) multó con 21 UIT (S/ 82,950) a Latina por algunas transmisiones del programa El valor de la verdad. La sanción está basada en la vulneración del derecho al honor, la buena reputación y la intimidad personal, pues el programa “denigra continua y habitualmente a la persona humana”, según la resolución firmada por Miguel Arce Trujillo, director general de Control y Supervisión de Comunicaciones del MTC. Los programas sancionados son del 2012. La sanción llega 4 años después de emitidos.

En este contexto, el debate sobre el contenido de los medios peruanos está basado en las siguientes preguntas: ¿debe o no el Estado tener un rol más claro en el control de contenidos de los medios? ¿Son suficientes los códigos de ética para tener una “mejor” televisión? ¿Cuál es la línea entre regulación estatal y la censura? ¿La autorregulación de los medios asegura que estos respeten lo estipulado en la Constitución y la Ley de Radio y Televisión?

LA LEY

El Mg. Jorge Acevedo, docente del Departamento de Comunicaciones, plantea que los operadores de medios de comunicación deben cumplir con la Ley de Radio y Televisión, y debe ser el Estado quien garantice su cumplimiento. Acevedo dice que la libertad de difusión de pensamiento permite fundar un medio de comunicación, sin embargo, existen límites fijados por esta ley y, justamente, el punto central es respetarlos. “Los derechos y las libertades se ejercen en el marco de la ley. Los operadores de radio y televisión, dado que hacen uso del espectro radioeléctrico (un bien público y escaso), deben difundir sus programaciones bajo el marco de la Constitución, y de las obligaciones específicas contenidas en la Ley de Radio y Televisión. Es así que los televidentes pueden elegir canales, estaciones de radio y diversos programas. Además, pueden presentar quejas si consideran que los operadores no cumplen con la ley, el reglamento y el código de ética respectivo”, argumenta.

Entonces, la ley existe –fue promulgada en el 2004- y en internet se accede a ella fácilmente. El profesor Acevedo incide en otro punto central: “la ley fija las obligaciones y responsabilidades de la programación de los servicios de radiodifusión, el horario familiar y otros campos. La ley tipifica las infracciones, como el incumplimiento de los códigos de ética, normas referidas al horario familiar y de protección al menor”. Acevedo propone fortalecer el Consejo Consultivo de Radio y Televisión (Concortv), de modo tal que sus resoluciones sean vinculantes e introducir, por ejemplo, la figura de la Defensoría de las Audiencias o defensor del Lector, que consiste en atender las quejas de cobertura de lectores y televidentes. “Los ciudadanos que emiten una queja respecto a la programación de los canales de televisión reciben respuestas tardías y nada satisfactorias. Además, tienen que enfrentar a los abogados de los canales sin contar con una asesoría legal especializada que bien podría ofrecerla el Estado”, plantea Acevedo.

¿CAMBIAR DE CANAL?

Ahora, si existen programas como Esto es Guerra o Combate es porque hay una demanda de ellos, la gente los ve y esto no se soluciona con la frase “si no te gusta, cambia de canal”. Si cambiamos de canal, tenemos en la pantalla la misma fórmula repetitiva: en entretenimiento, ficciones con prejuicios étnicos, de género; y en programas informativos, un exceso de violencia y donde muestran una realidad, en su mayoría, irrelevante para la sociedad.

Al respecto, el Mg. Alfredo Bullard, docente del Departamento de Derecho, se opone con énfasis a cualquier tipo de regulación estatal de contenidos y plantea que los costos de implantar un control externo son muy altos, además de no estar muy claro “qué se quiere regular”, pues hoy el tema está más vinculado a la eventual afectación de menores de edad, que ya está estipulado en la ley: “La programación que se transmita en el horario familiar debe evitar los contenidos violentos, obscenos o de otra índole (…). Este horario es el comprendido entre las 6 a.m y 10 p.m.”

“Yo soy reacio a aceptar regulación especialmente con libertades sensibles, como las de expresión e información. Entre regulación y censura, la línea es muy delgada y no contamos con el orden institucional, ni estatal ni independiente, para poder hacer esta división más clara. Más bien, deberíamos hablar de autorregulación, de la Ley de Radio y Televisión, de los códigos de ética. Hay que debatir sobre cómo hacer efectiva la ley, no de regulación en general. Magaly Medina estuvo presa por violación de la privacidad. ¿Cómo van a decir que no hay mecanismos de regulación?”, argumenta Bullard.

EL RATING

Sobre la pregunta de fondo: ¿cómo mejorar los contenidos televisivos? El Dr. Eduardo Villanueva, docente del Departamento de Comunicaciones, señala que la televisión peruana tiene un grave problema: la falta de creatividad en los programas pues se repiten las fórmulas de acuerdo con la demanda, lo que la gente ve más, y recomienda hacer una diferencia entre el entretenimiento y la noticia para tener claras estas fronteras al momento de la aplicación de la ley. “El asunto de la regulación está en no hacerla absurda. El entretenimiento ya está sometido a leyes y, más allá de que no se cumplan, el punto es que no hay una apuesta por elevar el nivel de los programas. Pero hay que aclarar lo siguiente: en una visión muy formal de la televisión, esta debería educar, formar y ser de servicio público. Y, al otro extremo, tenemos a quienes piensan: ‘la televisión no debería aburrirme’. Ambas posiciones son erróneas, pues la televisión tiene que ser un espacio donde haya margen para explorar la creatividad”, refiere Villanueva. Y concluye: “Lo peor de la TV peruana es que no hay ambición por hacer algo más profundo. Es un problema creativo”.

Asimismo, Villanueva se refiere a la regulación industrial -asunto complejo y aún no debatido a fondo- para evitar la concentración de medios y posiciones de dominio, y así generar mayor competencia de contenidos. “Recién se están debatiendo leyes antitrust cuando ya todo el mundo impide el exceso de concentración. Esto deforma el mercado y deja de funcionar como debería: darle diversas opciones al espectador de señal abierta”, plantea el docente.

Finalmente, y aunque el tema no se agota en estas líneas, la televisión digital pudo haber sido una gran opción de mejora en los contenidos de la pantalla peruana. Sin embargo, en el segundo gobierno de Alan García, las frecuencias digitales se entregaron sin concurso público a las televisoras actuales y se perdió la oportunidad de generar mayor contenido, ingresos al Estado y competencia en la televisión. El canal IPE –así como otros esfuerzos en cable– es un buen ejemplo de televisión pública cultural y, a futuro, tal vez podría ser la valla mínima para la pantalla peruana.

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