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Noticia

¿Tienen derechos las momias?

Conversamos con las arqueólogas Elsa Tomasto y Milagritos Jiménez para que nos expliquen los límites que tiene la ciencia para garantizar el trato respetuoso hacia los muertos.

  • Texto:
    Akira Maeshiro

Muchas veces, los restos humanos que se exhiben en los museos se han convertido en objetos de morbo. Una momia, un cráneo o alguna pieza ósea perdida acabaron en la vitrina de una sala de exposición para el deleite de los visitantes. ¿Era el deseo del fallecido terminar a la vista de todos después de muerto? ¿Se debe respetar la tumba de una persona que perteneció a un determinado grupo cultural con rituales fúnebres sagrados? ¿Tienen derecho a la dignidad los muertos? El debate en la comunidad científica está instalado.

“El manejo de los restos humanos se enmarca en los sistemas de valores de cada cultura”, señala la magíster en Antropología Forense y Bioarqueología, Elsa Tomasto. Sin embargo, aclara que cuando una comunidad étnica o religiosa tiene reclamos con la actividad científica, estos debe ser escuchados y atendidos. “Eso no quiere decir que uno pueda hacer lo que le dé la gana si no hay quien proteste. Se deben respetar los códigos de ética de la ciencia”, explica la docente del Departamento de Humanidades.

Tomasto precisa que cuando surgió la controversia entre la ciencia y las comunidades indígenas, se firmó el Acuerdo de Vermillion, en el marco del Congreso Mundial de Arqueología de 1990. “Es una declaración muy general que indica que se deben respetar tanto los restos humanos como los deseos de los allegados, así como las necesidades de la ciencia y el conocimiento. Sobre la base de este respeto mutuo se debe llegar a consensos que sean satisfactorios para todos los involucrados”, dice.

En el 2002, la profesora Tomasto trabajó en la Unidad de Investigación Forense de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, por lo que entiende claramente la sensibilidad que debe tener un profesional que trabaja con restos humanos. “Uno tiene que enfrentar directamente el terrible daño que una persona puede hacerle a otra. Además, durante la investigación preliminar, uno llega a conocer muy de cerca la historia de las víctimas, quiénes eran sus familiares, cómo fueron los últimos instantes de su vida. Todo esto indudablemente te llega a afectar y cada cuerpo no identificado es una frustración enorme”, confiesa.

Un museo que respeta

El Museo Josefina Ramos de Cox, del Instituto Riva-Agüero de la PUCP, cobija en sus almacenes cerca de 200 contextos funerarios que fueron analizados entre las décadas de 1960 y 1970, comenta su curadora Milagritos Jiménez. “Con el tiempo, las diferentes tecnologías han mejorado para poder obtener mayor información. Nosotros conservamos a los individuos bajo esos criterios”, señala.
“Tenemos la obligación de conservarlos de la forma más respetuosa y sin desarticularlos. Eso es parte de la ética y es nuestra forma de trabajar”, explica Jiménez, licenciada en arqueología por la PUCP. “Hay que tener el tacto suficiente para respetar la dignidad humana”, agrega.

Jiménez enfatiza que en el museo solo se exponen al público réplicas de restos humanos. “Si queremos recrear un contexto funerario, de acuerdo con las evidencias, presentamos un falso fardo y lo acompañamos con los objetos, eso sí, reales. Es la filosofía que tenemos”, explica. “Si queremos hablar sobre la sociedad de Lima en una época determinada, no tenemos la necesidad de exhibir un cuerpo”, completa. Sin embargo, aclara que mostrar o no restos humanos es una decisión exclusiva de cada museo según su orientación y el tipo de colecciones que alberga.

También existen exposiciones de cuerpos humanos sometidos a procesos de “plastinación”, procedimiento científico que permite conservar los cadáveres con una apariencia plástica en actitudes de una persona con vida. Ella discrepa. “Ciertas normas culturales de otras sociedades lo permiten. En el Perú, a nadie se le ocurriría disecar los cuerpos que están en la morgue y hacer una exposición. Ya depende de qué es lo que quieren comunicar, a qué público se quiere llegar y cuál es el objetivo”, comenta.

El producto Juanita

La famosa momia Juanita, descubierta en 1995, ha sido exhibida en Estados Unidos y Japón. Ahora, en el Museo Santuarios Andinos, en Arequipa, su lugar de descanso actual, recibe cada año la visita de miles de turistas nacionales y extranjeros. Conocida también como la Dama de Ampato, Juanita es sin duda una celebridad rentable.

“Nosotros no la expondríamos”, declara Jiménez. La gente podrá decir ‘todos los peruanos tienen derecho a verla’. Pero podemos mostrarla en imágenes. Es un objeto de morbo más que una oportunidad de ver cómo fue enterrada. Mientras no le digas a las personas el por qué, no tiene sentido exponerla porque allí sí uno transgrede la ciencia que se quiere desarrollar. Juanita se ha convertido en un producto y eso es lamentable”, declara Jiménez. La dignidad humana debe ser un derecho que no se pierda tras la muerte.

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German Paúl Ronceros Fernández

De acuerdo, la exposición es un morbo. Pero hay momias humanas y animales, y tienen los mismos derechos pues fuimos creados por Dios