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Las damas de blanco: por la democracia en Cuba

Álida, Julia y Gloria forman parte de lo en Cuba se conoce como el movimiento de Las Damas de Blanco.

  • Rafael Rodríguez Campos

Este movimiento social surgió en abril del 2003 cuando un grupo de valientes mujeres, madres, esposas e hijas decidieron iniciar la lucha por la liberación de sus familiares, hijos, padres y esposos, todos ellos presos políticos, apresados luego del operativo del gobierno de marzo del 2003 conocido como La Primavera Negra, que tuvo como resultado la detención de más de 70 hombres, periodistas, literatos, dirigentes sindicales, médicos, abogados e ingenieros, a los que se les imputó haber incurrido en delitos de conciencia. Es decir, fueron arrestados por presentar una línea política distinta a la que ha sostenido a la dictadura más antigua del planeta por más de 50 años.

En las últimas semanas, Las Damas de Blanco volvieron a las calles, armadas de pancartas, ramos de rosas blancas, crucifijos y banderas cubanas bordadas con el rostro de sus familiares. Decidieron hacer sentir su voz de protesta y marcharon por las calles de la Habana exigiendo la liberación de los suyos. El gobierno de los Castro respondió de la única forma como sabe hacerlo: las reprimió, las persiguió, las vejó, las detuvo, las insultó, pero no pudo doblegar ese espíritu indomable que estas mujeres día a día le ofrecen al mundo. Y es que una dictadura puede violar las libertades políticas, puede arrestar impunemente a sus opositores, puede destruirle la vida a todo ciudadano al que considera un peligro para sus retorcidos fines, pero nunca podrá con el amor que una madre guarda por su hijo. Nunca podrá con la fidelidad que una esposa guarda por su esposo. Nunca vencerá la gratitud y devoción que una hija o hijo guardan por su padre.

Las Damas de Blanco, anónimas, casi invisibles para los medios de comunicación cubanos, y por qué no decirlo, anónimas para Latinoamérica también, seguirán en la lucha, no desmayarán en el esfuerzo, no verán quebrado su espíritu, uno combativo y guerrero tantas veces puesto a prueba por la dictadura castrista. De eso estoy absolutamente seguro. A los hombres, y sobre todo a las mujeres, les pueden arrebatar la vida, pero jamás una idea, y mucho menos la esperanza de ver de regreso, sentado a la mesa un domingo, al ser querido, preso durante años por haberse atrevido a pensar de manera independiente y libre.

Muchas cosas andan mal en Cuba. Pobreza, exclusión, marginalidad, persecución, son algunos de los problemas que viene afrontando Cuba hace décadas. La familia Castro pretende hacernos creer que es el precio que el pueblo debe pagar por ser libre, olvidando que el verdadero enemigo de Cuba son un grupo de cubanos: los Castro.

Nosotros, como latinoamericanos, tenemos muchas lecciones que aprender de Las Damas de Blanco, ya que su lucha infatigable por la liberación de sus familiares injustamente presos no es sino la lucha por ideales a los cuales todos debemos abrazar, la lucha por la libertad, por la democracia, por los derechos de todos y de todas. Una vez más, las mujeres de este continente nos dan muestras de la enorme fortaleza de espíritu que habita en sus corazones. Finalizo, extendiéndole mi reconocimiento y admiración a todas Las Damas de Blanco, heroínas anónimas, que viven no solo en Cuba, sino en toda nuestra región, y que día a día luchan por una América Latina, más justa, más libre y democrática, como lo han hecho a lo largo de nuestra historia, ya que, como dice José Martí, «las campañas de los pueblos solo son débiles cuando en ellas no se alista el corazón de mujer; pero cuando la mujer se estremece y ayuda, cuando la mujer tímida y quieta en su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño, la obra es invencible».

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