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"En la danza, uno mismo es la obra de arte"

El coreógrafo y pedagogo colombiano llegó al Perú para presentar en el Teatro Municipal de Lima «INXILIO, el sendero de las lágrimas», invitado por el Instituto de Democracia y Derechos Humanos (Idehpucp) y la Escuela de Danza Contempóranea de la PUCP.

  • Álvaro Restrepo
    Coreógrafo y bailarín colombiano.
  • Texto:
    Miguel Sánchez Flores
  • Fotografía:
    Guadalupe Pardo

¿Cómo contribuye la danza a entender el mundo?

Esa ha sido mi preocupación constante desde que empecé con el Colegio del Cuerpo, incluso en el mismo nombre está la filosofía de la propuesta. El colegio más que un centro de formación es una comunidad de personas revestidas por una misma identidad, del cuerpo individual y además colectivo. Entonces trabajamos con sujetos pero que están en relación con su sociedad, comprometidos con la situación en la que viven. Las contribuciones que podemos hacer desde el arte, o desde la danza, son enormes sobre todo en el aspecto que tiene que ver con al creación de un nueva ética del cuerpo del ser, en el cómo contribuimos con el valor sagrado de la vida. El arte dignifica, ese es su poder, el arte reconcilia, permite que diferentes capas de la sociedad se encuentren alrededor de la creatividad, de la belleza, y del talento.

¿Cuán difícil es comunicar con el propio cuerpo sin un soporte de por medio?

Lo rico de la danza es que somos a la vez sujeto y objeto; el cincel y la piedra. En ese sentido, es importante la contribución que le podamos hacer a la sociedad, justamente porque trabajamos sobre el ser, esculpimos un ser humano ética y estéticamente  Uno mismo es la obra de arte y, a la vez, el mundo mismo es la obra del arte. La danza tiene mucho que decir en nuestro medio, sobre todo en sociedades corporales como las nuestras. Somos pueblos que bailan, levantamos una piedra y hay una danza  tradicional que; sin embargo, no hemos sabido aprovechar. Pasamos viendo a otros lados para que nos enseñen a bailar cuando nosotros deberíamos ser los maestros en la danza. De esa forma, me he vuelto muy americanista, muy bolivariano, pienso que es aquí donde se debe buscar la misma fuerza, en nuestro lenguaje común y en nuestra propia diversidad.

Viajaste a Nueva York y a París, pero regresaste a Colombia. ¿Qué es lo que te animó a regresar?

Quizá tenga que ver con que empecé muy tarde en la danza. El hecho de haber empezado mayor me obligó a trabajar con una intensidad impresionante pero con mayor conciencia. A veces cuando uno es niño, uno termina ahí por sus padres. Para mí, por el contrario, esta decisión era un reto, una apuesta no solo frente conmigo, sino también con mi familia y con el mundo. Regresé porque desde siempre tuve claro que tenía un compromiso pedagógico con mi pueblo, quizá porque tuve muchas facilidades desde chico y también porque tuve una educación muy rigurosa y difícil. Cuando regresé, trabajé con niños en la calle de Bogotá y ahí conocí la problemática profunda de los niños abandonados de nuestros países y descubrí que necesitaba de una herramienta. Tardé seis años para concretar el sueño del Colegio del Cuerpo que busca funcionar como una oportunidad de expresión y también de desarrollo.

¿Qué significa tener un cuerpo para la danza?

Obviamente si tienes un cuerpo flexible, con buena rotación, con buen empeine, eso ayuda. Pero pienso que el talento es sobre todo una cuestión de actitud más que de aptitud. Si tienes esto último, a pesar de no tener el talento, lo puedes conseguir. He conocido gente con cuerpos ideales que no lo aprovechan, y también gente con cuerpos aparentemente no hechos para la danza que se han convertido en grandes bailarines.

Cómo acercar la danza a más personas?

Hablando del cuerpo, porque el cuerpo nos compete a todos, el cuerpo es nuestra primera y última frontera, eso es lo que lo hace cercano.

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