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El cambio de Washington hacia Cuba

El reciente levantamiento de restricciones a los viajes a Cuba y a las remesas enviadas a la isla no representa un gran cambio en la política norteamericana ni puede cabalmente atribuirse a una nueva actitud de la administración Obama.

  • Javier Alcalde Cardoza
    Analista internacional. Docente del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP. Coordinador de la Escuela de Gobierno.

Se trata, en realidad, de la expresión de un tardío reconocimiento bipartidario de que la prolongada política que busca el aislamiento de Cuba no logra los resultados esperados por Washington y más bien perpetúa una imagen internacional de victimización del régimen cubano.

Los cambios fueron recomendados en febrero por un informe del Senado, reforzado por una carta del influyente senador republicano Richard Lugar, cuyos asesores visitaron la isla en enero pasado.

Hay que reconocer, sin embargo, que la medida doblega una tendencia inercial de la Guerra Fría. También atenúa una abusiva doble moral norteamericana hacia los regímenes comunistas sobrevivientes (Cuba, China y Vietnam) y sobre todo, prevalece, en un aspecto táctico, sobre la visceral posición del lobby cubano-americano.

El cambio es puramente táctico, pues se mantiene el embargo impuesto en 1962 por Kennedy, el cual ha sido condenado en quince oportunidades por la Asamblea General de Naciones Unidas, acaba de ser rechazado por 33 naciones latinoamericanas (diciembre 2008) y tampoco es visto con aprobación por la mayor parte de cubano-americanos (según encuesta de diciembre del año pasado). Pero Washington se reserva esta última carta para lo que espera sea el juego final de Cuba.

Como dijo el candidato Obama, en mayo del año pasado, al adelantar su preferencia por aliviar las restricciones a los viajes a Cuba: «no hay mejores embajadores por la libertad» que los cubanos residentes en EEUU y los cubano-americanos. Al referirse al incremento de los envío de dinero, señaló que «el dinero de EEUU hará a los cubanos menos dependientes de Castro».

Es decir, la nueva táctica de Washington consistirá, por un lado, en potenciar los efectos de demostración de la sociedad norteamericana, profundamente desigual y en crisis pero todavía opulenta, sobre una sociedad cubana, igualitaria, con sus necesidades básicas satisfechas, pero con una pobreza relativa que puede ser fácilmente explotada y tentada por el consumismo. Por otro lado, el incremento de las remesas podrá tener el efecto no solo de aumentar el consumo sino también de fortalecer la organización de una sociedad civil que monte una vigorosa oposición al régimen.

A la luz de las nuevas armas de Washington, dos décadas después del fin de la Guerra Fría, y con la próxima desaparición de Fidel Castro, tal vez estemos presenciando los últimos momentos de la revolución cubana.

Fue una revolución histórica que por cinco décadas cambió la faz de Cuba (y que ojalá haya cambiado perdurablemente al pueblo cubano) y marcó profundamente tres décadas de la historia latinoamericana. Pero, fundamentalmente, fue un experimento de justicia social desarrollado a pesar de un medio desfavorable. En este contexto, gracias a un gran líder, la revolución cubana protagonizó una epopeya de medio siglo de resistencia a una formidable e incesante ofensiva de la superpotencia vecina.

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