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“No hay nada peor que la corrupción de lo mejor”

  • José Távara
    Profesor principal del Departamento de Economía

Lo peor que podría ocurrirnos es la indiferencia de las nuevas generaciones, llamadas a tomar la posta en estos momentos difíciles

El perfil del personaje corrupto que describe Francisco es muy preciso. Vive del oportunismo

En pocas horas nos visitará el Papa Francisco y encontrará un país sacudido por la corrupción. Trato de imaginar su mensaje, leyendo lo que ha dicho y escrito sobre el tema, y revisando textos de la Iglesia. El mensaje es contundente. La corrupción es “la peor plaga social”, “la mentira de buscar el provecho personal o del propio grupo bajo las apariencias de un servicio a la sociedad.” Genera una creciente desconfianza en las instituciones, un menosprecio por la política y sus representantes, y “un fraude a la democracia”. La corrupción “atraviesa todos los sectores sociales” y prospera por “la escasa transparencia en las finanzas internacionales, la existencia de paraísos fiscales…la escasa colaboración entre los Estados”. No se trata solo del enriquecimiento ilícito de autoridades, sino también de los “corruptos de guante de seda”, de la colusión entre autoridades políticas y élites empresariales, de políticas públicas sesgadas hacia intereses privados.

Francisco también nos advierte sobre la corrupción en la Iglesia cuando prevalece la tibieza, la hipocresía y la indiferencia, cuando se transforma en “el supermercado del consumismo religioso”, cuando “el prelado se enriquece y abandona su deber pastoral para cuidar su poder.” Nos recuerda que hay muchos corruptos que se definen cristianos y que la corrupción la sufren especialmente los pobres, los indigentes, quienes no pueden pagar por educación de calidad ni comprar medicinas, los niños que no reciben atención, los presos y los enfermos que no son visitados.

El perfil del personaje corrupto que describe Francisco es muy preciso. Vive del oportunismo con aire de “yo no fui” e interioriza “una máscara de hombre honesto”. No acepta la crítica, “descalifica a quien la hace, busca disminuir cualquiera autoridad moral que pueda cuestionarlo”, incluso ataca con insultos a quienes piensen diferente y, si puede, los persigue. No conoce de fraternidad o amistad, tiene cómplices o enemigos. No percibe su corrupción pues se cree un vencedor, por lo que es difícil que el corrupto deje de serlo “por remordimiento interno de la conciencia”.

Por último, destaco el llamado del Papa a hablar de la corrupción, a comprenderla y a denunciarla, a “mostrar la voluntad de hacer valer la misericordia sobre la mezquindad, la curiosidad y la creatividad sobre el cansancio resignado, la belleza sobre la nada”. En este esfuerzo “debemos trabajar todos juntos, cristianos y no cristianos, personas de todas las creencias y no creyentes”.

Lo peor que podría ocurrirnos es la indiferencia de las nuevas generaciones, llamadas a tomar la posta en estos momentos difíciles. La corrupción desalienta a muchos jóvenes de involucrarse en la política. Pero Francisco nos recuerda que la política es una de las formas más altas de la caridad, porque busca el bien común y que involucrarse en ella es una obligación para un cristiano. Por cierto, también para los no cristianos. En este campo debemos ser “astutos como las serpientes y sencillos como la paloma”, pues “si hay algo que el cristiano no puede permitirse es ser ingenuo. El ingenuo deja que le roben el Espíritu”.

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Papa Francisco

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