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“A los mártires de la clase media” o sobre un intento de reescribir la historia del conflicto armado interno por un economista

  • María Eugenia Ulfe
    Directora de la Maestría en Antropología y en Antropología Visual

El domingo 30 de marzo, el economista Hernando de Soto publicó en El Comercio una lectura controversial sobre el nacimiento de la nueva clase media en Ayacucho y el conflicto armado interno. En ella propone –recogiendo la opinión de la historiadora Cecilia Méndez– una épica del mercado que nace de las cenizas de un pueblo que ha sufrido una guerra. Una épica, dice, “de clases bajas a migrantes y después a informales, sector del cual han emergido la nueva clase media y la minería informal” (A22).

De Soto considera que no hay una clase baja homogénea y que “Lima no ve” por qué la población migrante busca insertarse al mercado. Sostiene que hay “una economía libre pero informal, 10 años antes que en Chile pero sin dictador”. Cierto, pero eso ocurre en los 60 y es una lectura singular de las expropiaciones de haciendas y parcelas, y de la falta de libertad de prensa durante el gobierno militar. Además, esa transformación en la forma de pensar de los pobladores comenzó años antes, siendo la educación el motor de movilización social, canal de ciudadanía y razón principal para migrar, como demostraron los trabajos de Carlos Iván Degregori. La migración se desborda –como diría Matos Mar– en 1980 a causa de la guerra, lo que genera la nueva categoría ciudadana de desplazado. El conflicto iniciado en mayo de 1980 transforma las relaciones y la vida en el campo, pero estos cambios son aún más fuertes cuando en la década de 1990 se destinen presupuestos para los municipios locales.

El autor no usa como fuente el Informe Final de la CVR. Las primeras comunidades campesinas en rebelarse contra Sendero Luminoso fueron Lucanamarca, Sacsamarca y Huancasancos (parte de la provincia ayacuchana de Huancasancos). De Soto señala que “se rebelan contra Sendero Luminoso (SL), que quiere colectivizar sus parcelas y prohibir los mercados”. Todo lo contrario, se rebelan contra SL por sus “arrasamientos” del ganado comunal y su distribución a poblaciones y comunidades con las que tenían antiguos litigios. Se rebelan, también, porque Sendero asesina a autoridades locales. Ocurrió en Lucanamarca el 3 de abril de 1983. No puede reescribirse una historia sobre fuentes no citadas y sin recurrir a la voz de los sujetos. No puede asumirse una sola lectura de los hechos. Carlos Iván Degregori en Jamás tan cerca arremetió lo lejos (IEP, 2003) invita a reflexionar sobre el papel de las autoridades, los comités de autodefensa y las poblaciones locales en la lucha frente a Sendero. No es una lucha económica por pasar de ser preinformales a formales, es una lucha que nace del dolor mismo por la vida y la sobrevivencia.

Algo interesante en la lectura de De Soto es que no escapa a la lógica perversa de pensar el  emprededurismo nacido del conflicto. “El Partido les forjó el carácter”, repitió varias veces nuestro interlocutor en Huancasancos contándonos la historia de una señorita que había sido parte de SL y que ahora era una empresaria en Gamarra. No había un relato de Comités de Autodefensa ni de intentos de normalización, pero sí del entrenamiento partidario como una ideología autoritaria. Me pregunto entonces, ¿cuáles son los valores y los rostros de esta “nueva clase media”?

No se puede negar que el conflicto trajo “algo positivo” para algunas comunidades. Cecilia Méndez menciona cómo Iquicha logra su reconocimiento oficial como comunidad en esos años y Tamia Portugal  narra cómo Putis logra el suyo como centro poblado. En Lucanamarca, se crea el colegio secundario un mes después de la masacre, tras años de comisiones y petitorios. No puede reducirse el Estado a si Lima lo vio o no. El Estado estaba presente en estos lugares, quizá de una forma ineficiente, ineficaz y poco evidente, pero estaba transformado en bases militares o convertido en grandes zonas de emergencia donde los derechos de los ciudadanos eran vulnerados. No se puede deshistorizar la historia de un pueblo como Uchuraccay para insertarla en una narrativa de informales a formales.

Michel Rolph Trouillot señala que un evento histórico se escribe (e inscribe) con la participación desigual en relaciones de poder de agentes, sujetos y actores. Así, ¿desde dónde escribe De Soto esta versión de nuestra historia reciente? ¿Quiénes representan esta “nueva clase media” y logran formar parte del mercado? Tiempo atrás, Foucault analizaba cómo la idea de gobierno hacia el siglo XVI había dejado de evocar la administración de un hogar, de una parcela, de la familia, para asumir un sentido económico y político, ideológico en naturaleza. Esto, construido sobre una organización administrativa (burocrática), unas tecnologías disciplinarias y el ejercicio de soberanía, reorientaría la vida del sujeto en una ideología política distinta que juntaría política y economía en un solo sistema de gobierno, que se denominaría liberalismo o neoliberalismo.

Usando como concepto la “nuda vida”, Giorgio Agamben retoma esta idea de soberanía para exponer los límites de un orden que se constituye a partir de la exclusión y el ejercicio de técnicas de gobierno, donde la violencia se ejerce de forma estructural (no todo es para todos, pues), donde se requieren víctimas para asentar y hacer crecer un sistema. ¿Es esa acaso la historia que pretende tejer De Soto?

“La economía abierta y la nueva clase media son frutos de esta victoria política”, señala el economista (A23). Nuestra historia, es muy profunda para ser reescrita desde la banalidad del éxito personal, del “sí puedes”. Más allá de cálculos, ecuaciones, estadísticas, registros poblacionales o cantidad de empresarios formales, los números nos dicen que en esta guerra nos matamos entre peruanos, que murieron más de 69 mil, que desaparecieron más de 15 mil, a quienes seguimos esperando, que hubo una práctica sistemática de violaciones de los derechos humanos por parte de nuestras Fuerzas Armadas y que gran parte de nuestra sociedad guardó silencio. No puede cubrirse este horror con un manto victorioso de números y recetas mágicas. Las víctimas siguen esperando reparaciones, verdad y justicia.

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