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¿La “otra” novela juvenil?

  • Giovanna Pollarolo
    Docente del Departamento de Humanidades, doctora en Español por la Universidad de Ottawa (Canadá)

Escritores como el italiano Federico Moccia, el español Blue Jean (seudónimo de Francisco de Paula Fernández) y John Green, entre muchos otros, han explorado temas relacionados con el amor, la amistad y las inseguridades adolescentes

“Por primera vez en México se podía ser joven y respetable, aunque también peligroso porque el autoritarismo de la sociedad era muy fuerte y cualquier manifestación era subversiva, contracultural, y por lo tanto se la desalentaba”, señaló el mexicano José Agustín

En 1951, el norteamericano J.D. Salinger publicó The Catcher in the Rye (El guardián entre el centeno), una novela corta que, escrita desde la perspectiva de un adolescente, tuvo un éxito asombroso. Traducida a varios idiomas, se convirtió en una novela de culto que marcó a muchas generaciones que se vieron representadas en su protagonista, Holden Caulfield, un adolescente rebelde e inconforme que observa la hipocresía de la sociedad con pesimismo e ironía. Puede decirse que inició una suerte de nuevo “género”, el de la “novela juvenil” que instauraba el protagonismo de los jóvenes cuya voz hasta entonces había sido ignorada. La llamada novela juvenil antes de Salinger remitía a Charles Dickens, Mark Twaine, a las mujercitas y hombrecitos de Louise M. Alcott. En realidad, pocos escritores habían escrito sobre su juventud mientras eran jóvenes; pero hacia mediados de los años 50, y principalmente en la década del 60, surge una generación de jóvenes que con un lenguaje coloquial y teniendo como referentes al cine, rock, TV, cómics, novela negra, ciencia ficción, escribieron sobre sus experiencias. La búsqueda de identidad, el descubrimiento del amor y del cuerpo, la brecha generacional, los conflictos políticos, el amor, el erotismo, las drogas etcétera fueron temas recurrentes. Las novelas con este tipo de contenido juvenil fueron grandes éxitos de ventas pues por primera vez los jóvenes tenían voz; eran jóvenes escribiendo sobre jóvenes; es decir, la juventud se convirtió en tema literario. “Por primera vez en México se podía ser joven y respetable, aunque también peligroso porque el autoritarismo de la sociedad era muy fuerte y cualquier manifestación era subversiva, contracultural, y por lo tanto se la desalentaba”, señaló el mexicano José Agustín, uno de los más importantes autores de la nueva novela juvenil en América Latina refiriéndose al impacto que tuvo esta narrativa en los años 60 y 70. (“La onda que nunca existió” 10) .

Siguiendo a Salinger, el “nuevo género juvenil” se caracterizó por su falta de rigidez, irreverencia y antisolemnidad, lenguaje muchas veces procaz y localista, preocupaciones del presente inmediato. Para muchos, el paso del tiempo convertiría a este género en intrascendente. Lo cierto es que las sucesivas generaciones continuaron escribiendo, con las variantes que las preocupaciones de cada época y lugar marcaban, novelas que se inscribían en este género: pensemos en la llamada “Generación X” formada por jóvenes nacidos en los años sesenta y que debe el nombre al título de la novela de Douglas Coupland Generation X: Tales for an Accelerated Culture publicada en 1991. O los “Kronen” en España, con José Luis Mañas. En Latinoamérica, escritores como Jaime Bayly en los 90, Sergio Galarza, Alberto Fuguet, entre muchos otros, se inscriben en este “nuevo” género que siempre crítico, desafiante, irónico y antisolemne habla con la voz de los jóvenes.

En la última década y media de lo que va del nuevo milenio se habla de “novela juvenil” en otros términos. Los jóvenes –o relativamente jóvenes autores– que hoy escriben las llamadas “novelas juveniles” no están interesados en seguir los pasos de sus antecesores. Pareciera que la irreverencia, la antisolemnidad, la rebeldía y un largo etcétera que marcó al género inaugurado por Salinger los saturó y prefirieron transitar por caminos menos oscuros, menos tortuosos. El resultado ha sido impresionante en lo que se refiere al éxito editorial alcanzado. Escritores como el italiano Federico Moccia, el español Blue Jean (seudónimo de Francisco de Paula Fernández) y John Green, entre muchos otros, han explorado temas relacionados con el amor, la amistad y las inseguridades adolescentes con personajes que usan celulares y están conectados por WhatsApp día y noche. Los jóvenes lectores y lectoras, bastante más jóvenes que los lectores de la “vieja” novela juvenil, se identifican con las aventuras amorosas –a las que no falta una cierta dosis de sexo y erotismo pero bastante controlado– de los jóvenes protagonistas y leen “de un tirón” estas novelas que escritas con un lenguaje sencillo, en capítulos muy cortos, y con mucho diálogo que facilitan la lectura han encontrado la que parece ser la fórmula del éxito.

Las editoriales que publican esta ¿“nueva”? novela juvenil, hablan de un boom en el que se suman el cine e internet; un boom que les ha permitido conquistar a un público adolescente que si antes les fue esquivo, hoy es su más apasionado consumidor. Muchos lectores críticos sostienen que se trata de novelas sin ningún valor: repetitivas, ligeras, simples objetos de consumo; otros (y me incluyo) creen que estas novelas pueden despertar en los jóvenes el gusto por la lectura y desde allí el interés por explorar otros géneros, estilos, historias, lenguajes que no necesariamente respondan a las fórmulas del éxito, del best seller y de la influencia mediática.

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