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La danza nos pertenece a todos

  • Mónica Silva
    Docente del Departamento de Artes Escénicas

Esta semana se celebra el Día Internacional de la Danza, fecha importante para la comunidad de la danza, dado que siempre ha sido un espacio de encuentro y difusión por parte de diversas agrupaciones, instituciones, organizaciones, universidades, entre otros.

Para la comunidad PUCP es motivo de celebración también la reciente creación de la carrera de Danza en la Facultad de Artes Escénicas, este paso a la profesionalización de la danza le brinda un sinnúmero de posibilidades para los jóvenes estudiantes y los maestros investigadores. Estar dentro de esta Universidad abre las puertas a que la danza pueda nutrirse de muchos saberes y al mismo tiempo devolver una mirada desde el cuerpo y el movimiento ¿Pero qué implica una mirada desde el cuerpo y el movimiento? En mi opinión, la posibilidad de observar y representar la realidad desde el movimiento brinda una visión veraz de la realidad y una integración del ser con un potencial que no debemos dejar pasar desapercibido.

Por otra parte, está el cuerpo. Una frase que suelo repetir en mi clase es: “el cuerpo no miente”. En él se materializa nuestra vivencia más allá de las palabras. Por eso, para interpretar el movimiento el camino no es encontrar definiciones cerradas, sino todo lo contrario, pues este nos invita a validar lo relativo y las múltiples interpretaciones y a convivir con esa diversidad. Esto puede generar un grupo confuso de sentidos. Pero este caos de lecturas puede armonizar en la medida que no se quieran imponer posturas. El caos se organiza más allá de la razón, despertando al animal que somos, no como ser salvaje, sino desde la sabiduría de lo instintivo.

La danza tiene diversas formas, ya sean recreativas, escénicas, sociales, entre muchas otras. En todos los casos algo nos deja. En un contexto educativo, por ejemplo, la danza es la que incorpora el concepto del cuerpo al saber, y desde él construimos el cuidado, apreciación, participación, resolución de conflictos, etc. Así, la danza no sólo es una forma para ser mostrada, sino una manera de conocernos a nosotros mismos y aprender a vivir con el otro en una convivencia pacífica, en la que la idea es encontrar ese equilibrio entre mi deseo y el deseo del otro.

Un concepto que suelo usar con mis alumnos es el de “negociar” cuáles son los límites entre proponer y aceptar. En el movimiento no hay tiempo para especular. En la acción misma se construye y regula el propio deseo. Esto determinará si las relaciones expresadas en el movimiento funcionan o no.

Celebremos pues, la danza porque nos pertenece a todos y atraviesa las esferas de nuestra vida. La mejor manera de celebrarla es bailando. Así que bailemos sin preocuparnos por cómo nos vemos. Disfrutemos y aceptemos al otro y a nosotros mismos con generosidad.

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