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En el Día del Árbol

  • Javier Salazar Carbajal
    Coordinador de Gestión de Flora y Fauna

Más allá de la captura de carbono, su capacidad de contrarrestar la polución, la radiación directa y la amortiguación del ruido, cubre demandas propias de la urbe moderna.

Sus beneficios son conocidos y aprovechados desde hace miles de años. Sin embargo, no son valorados como se debería.

La importancia que los árboles representan para el ecosistema ha generado que se adopten medidas mundiales para protegerlos. En 1971, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) aceptó la recomendación del Congreso Mundial Forestal para establecer el Día Mundial del Árbol, pero fue a partir de 1974 que se avaló la propuesta. En el Perú, el 1 de septiembre de cada año se celebra el Día del Árbol, el cual es un recordatorio de la importancia de proteger las superficies arboladas, y crear conciencia sobre la necesidad del cuidado y conservación de los recursos forestales.

Los árboles son los principales encargados de la producción de oxígeno, así como de purificar el aire, transformar el dióxido de carbono, minimizar los riesgos de inundación y prevenir la erosión del suelo, además de producir alimentos y múltiples recursos.

Es importante saber que un árbol es clave para el desarrollo sostenible, ya que forma parte de un complejo ecosistema y es fuente de alimento, refugios, sitios de nidificación y alimentación de numerosas especies de animales, donde se establecen complejas cadenas de alimentación y control. Están junto a nosotros desde la existencia misma de la vida, por lo que sus beneficios son conocidos y aprovechados desde hace miles de años. Sin embargo, no son valorados como se debería, por ello, el Día del Árbol puede ser el motivo para reflexionar, ya que la vida moderna nos ha llevado a olvidarnos de que cada uno de nosotros somos parte del ecosistema y que nuestra vida depende del entorno en que vivimos. Debemos crear conciencia de la necesidad imperiosa de educarnos y educar a nuestros hijos en la importancia que tiene el árbol para nuestras vidas.

Pero los árboles no solo son valiosos como elementos del medio natural; en nuestras ciudades, su aporte es también trascendental: más allá de la captura de carbono, su capacidad de contrarrestar la polución, la radiación directa y la amortiguación del ruido, cubre demandas propias de la urbe moderna.

Bajo la óptica moderna de mayor rentabilidad económica y optimización de los espacios, podría argumentarse que hay maneras artificiales de obtener –incluso, a mayor escala– los beneficios anteriormente descritos sin tener que recurrir a ocupar espacios e invertir recursos en el mantenimiento de grandes árboles citadinos, pero no se debe olvidar que hay un valor insustituible que es inherente a ellos: su naturalidad y presencia majestuosa como símbolo de una suerte de poder casi mágico en nuestra sociedad. Ambos confieren un valor intangible, cuyo dimensionamiento plantea un reto enorme cuando se intenta establecer el valor monetario de un árbol urbano óptimo en seguridad para el habitante de la ciudad.

En la PUCP se cuenta con un campus privilegiado por la gran cantidad y diversidad de árboles seguros para los miembros de la comunidad que habitan sus áreas verdes, además del esfuerzo que se hace por mantenerlos adecuadamente. Hay cerca de 4,000 árboles y palmeras que albergan una gran diversidad de aves e insectos, los que, además de cobijarnos bajo sus copas, nos alivian el estrés diario. Nuestros árboles más altos bordean los 30 metros de alto y los más antiguos, los 50 años, aunque hay posibilidad de que tengamos una palmera que bordee los 80 años, lo cual está aún por confirmarse. Asimismo, hay una gran cantidad de especies que no son comunes o quizá no existan en otros lugares de la ciudad de Lima.

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