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Noticia

Informe PuntoEdu sobre el racismo en los medios de comunicación

En las últimas semanas la televisión ha sido ventana de actos de discriminación racial, a través de un mal entendido humor que recurre a caracterizaciones estereotipadas de personas afroperuanas. Especialistas PUCP nos ayudan a entender por qué este fenómeno aún no desaparece de los medios de comunicación.

  • Texto:
    Oscar García Meza
  • Fotografía:
    Víctor Idrogo

En la televisión anuncian a “La Foquita” en Fox Sports Perú. El niño, que hacía zapping, se detiene en ese canal. Pero quien aparece no es Jefferson Farfán, sino un actor con el rostro maquillado –porque no es afroperuano–, y usando una prótesis para mostrar labios grotescamente grandes; además de expresarse de forma torpe. El pequeño televidente ya ha empezado a asociar a los afroperuanos con esos rasgos.

Aunque le han inculcado que todos somos iguales, hay una presencia en su casa que le muestra lo contrario. Se trata de la televisión, un aparato que se encuentra en el 98.7% de hogares peruanos, según el Estudio Cuantitativo Consumo televisivo y radial 2017 de CONCORTV. Allí también se señala que el 44.4 % de personas de provincia y el 36% de limeños piensan que en la caja chica hay discriminación entre frecuente y muy frecuentemente.

Según Alerta contra el racismo, iniciativa del Ministerio de Cultura (Mincul), la discriminación étnico-racial se refiere a todo trato diferenciado, excluyente o restrictivo basado en el origen étnico-cultural, que incluye costumbres, indumentaria, formas de vida, sentido de pertenencia, idioma y creencias de un grupo social determinado, o las características físicas de las personas (como el color de piel, facciones, estatura, cabello, etc.). De acuerdo con el estudio Experiencias de Discriminación étnico–cultural en el Perú, realizado por el Instituto de Opinión Pública (IOP), el 31.4% a nivel nacional admite que ha sufrido discriminación muchas o algunas veces.

Ese chico al que su entorno y los medios de comunicación le han provisto de una serie de prejuicios ¿puede escapar de este lastre? ¿O acaso un peruano está destinado a ser racista?

Humor estereotipado

La imitación de Jefferson Farfán en Fox Sports Perú fue condenada, a través de un comunicado, por el Mincul. Sin embargo, a los pocos días un programa emitido por Tv Perú mostraba un muñeco de color marrón con una inmensa boca roja y ojos saltones. Esta vez, el propio canal del Estado reforzaba el estereotipo del afroperuano.

Estas manifestaciones han vuelto a poner en debate el papel formativo de los medios de comunicación en nuestro país. “Los contenidos emitidos por estos no solo cumplen el rol de informar o entretener a sus audiencias; también tienen un impacto en la creación de sentidos y la reproducción de discursos en nuestra sociedad”, señala el Diagnóstico situacional “Discriminación étnico-racial en medios de comunicación”, elaborado por el Mincul el 2017.

Dentro de la oferta televisiva, uno de los ámbitos donde más se manifiesta esta práctica discriminadora es en el humor. Para el Mg. Raúl Castro, docente de la Maestría en Antropología Visual, este es muy revelador: “El humor es un campo cultural de alto impacto emocional que genera uno de los mayores engagements con las audiencias. A través de él se refleja cómo piensan las personas en su tiempo”

Si el sentido del humor inglés se caracteriza por el sarcasmo, el peruano se basa en algo más pernicioso. “Nos centramos mucho en las características de los cuerpos”, señala el Dr. Juan Carlos Callirgos, coordinador de la Especialidad de Antropología. “Tenemos un humor muy primario, porque nos mofamos de diferencias que no deberían ser objeto de burla”, añade el Dr. Wilfredo Ardito, docente del Departamento de Derecho y defensor universitario de la PUCP.

Así, le ponemos a nuestros amigos chapas como “chato”, “negro”, “gordo” o “chino”. Aunque hay una naturalización de esta práctica social interpersonal, realmente guarda fuertes niveles de agresividad. “Se le llama racismo cordial, porque no te golpeo físicamente pero sí me burlo. Y si el otro se ofende decimos ‘por qué te picas, si es un chiste’”, sostiene la Dra. Rosa María Cueto, docente del Departamento de Psicología.

Por ello, algunos de los que han sufrido discriminación por su color de piel, e incluso figuras públicas que han sido imitadas en televisión, aceptan este tipo de bromas. “Es un mecanismo de defensa de muchas víctimas de racismo, que piensan que si no aceptan ciertas bromas van a sufrir un rechazo mayor”, dice el Dr. Ardito.

Lo nocivo de esta forma de humor es que reproduce las jerarquías sociales. “No es casual que en la vida cotidiana y en la televisión haya tanto humor racista en contra de la población afroperuana e indígena, precisamente aquellas que han sido históricamente vulneradas, empobrecidas y se encuentran en desventaja”, enfatiza el Dr. Callirgos.

Hacer bromas de este tipo refuerza estereotipos, los cuales son una generalización y organización de ciertas características que se asocian a un grupo social determinado. El estereotipo, que manejamos a nivel de información, está muy asociado a elementos valorativos. De este modo, al blanco se le vincula con ser más competente, mientras del amazónico se dice que tiene sangre caliente, entre otros estereotipos.

Este es el mayor peligro del humor televisivo de tinte discriminatorio. Aunque Jorge Benavides diga que su personaje la Paisana Jacinta se representa solo a sí misma, realmente incorpora todos los estereotipos atribuidos a la mujer andina: hablar mal el castellano, no tener una buena higiene, ser pobre. De igual manera, el Negro Mama y la imitación a Jefferson Farfán ponen en pantalla el estereotipo étnico racial del afroperuano, que consiste en tener labios grandes y no ser inteligente. “Más que por las características individuales –que es lo que de verdad se debería tomar en cuenta–, si se te incluye en un determinado estereotipo vas a ser visto y valorado de una manera diferente. Ese es el problema de la discriminación”, comenta la Dra. Cueto.

Mientras que en otros países hay humoristas activistas, como Chris Rock y el tema de los afroamericanos o Malena Pichot con el feminismo en Argentina, en nuestro país no hay una mayor evolución. “El humor debería servir para ridiculizar prejuicios e ir en contra de las tendencias jerárquicas”, sostiene el Dr. Callirgos. Por su parte, para el Mg. Castro los humoristas de televisión local no asumen su responsabilidad de cambio social. “Creen que el engagement depende de su apego a la mirada conservadora y anquilosada del racismo despectivo, y no de la creatividad y la capacidad disruptiva”, señala.

Las consecuencias de este tipo de contenido son muy perjudiciales para la sociedad en distintos ámbitos. Puede ocasionar que se confíe para cargos laborales de mayor importancia a determinado tipo étnico o que se busque una pareja de cierto color de piel. O que ese niño, que ha visto la imitación de Fox Sports Perú, luego vaya a su colegio y replique el comportamiento racista con sus compañeros, originándose el bullying. Total, “es solo una broma”, como le ha enseñado la televisión.

MEDIO(S) REGULADOS

Hace unos días, la cadena norteamericana ABC canceló la exitosa sitcom Roseanne, después de que su protagonista tuiteara un comentario racista sobre una asesora de Obama. Si lo comparamos con los casos de la Paisana Jacinta o el Negro Mama, que aparecen y desaparecen constantemente de la pantalla, se nota la poca autorregulación de los medios de comunicación peruanos.

“Nuestros humoristas no van a despojarse de los prejuicios de pronto, pero deben saber que en su centro de trabajo hay prácticas que no están permitidas. Eso no es censura, sino una regulación que los medios de comunicación tendrían que asumir por ser orientadores de opinión”, dice la Dra. Cueto.

El tema de regulación de medios respecto al racismo tiene distintas maneras de plantearse en la región. En Ecuador existe La Ley Orgánica de Comunicación, que consigna que las instituciones del Estado promoverán el respeto a la diversidad. En Argentina hay la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, cuyo eje central es evitar contenidos discriminatorios. Por su parte, la Ley Contra el Racismo y toda Forma de Discriminación de Bolivia señala que los medios de comunicación públicos y privados deberán contar con mecanismos internos para eliminar estas taras sociales.

En nuestro país tenemos la Ley de Radio y Televisión N°28278, aprobada en el 2004, cuyo objetivo es “normar la prestación de los servicios de radiodifusión, sea sonora o por televisión de señal abierta”. Si bien no hay un punto específico sobre la discriminación, en su artículo 2 hay varios que se pueden interpretar de esta forma, como cuando menciona “La defensa de la persona humana y el respeto a su dignidad”.

Al año siguiente se creó CONCORTV (Consejo Consultivo de Radio y Televisión), el cual está adscrito al Ministerio de Transportes y Comunicaciones. Su objetivo es fomentar las buenas prácticas en los medios de comunicación peruanos y velar por los intereses del país y los ciudadanos. Cabe aclarar que no es un órgano de control ni regulación.

En la Ley N°28278 se ordena que las diferentes estaciones de radio y televisión rijan sus actividades de acuerdo con códigos de ética que ellos mismos establezcan. Estos contarán con disposiciones sobre el horario familiar y mecanismos de autorregulación. Lamentablemente, según el estudio Radio y TV en Cifras 2018 de CONCORTV, solo el 13% de medios de comunicación (483) a nivel nacional presentaron código de ética, mientras que el 87% de medios de comunicación (3,161) no lo hicieron. Estos se acogen automáticamente al Código de Ética aprobado por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones. La importancia de este instrumento es que es la vía para que la población pueda enviar sus quejas y denuncias sobre los contenidos emitidos.

Una de las plataformas más interesantes es Alerta contra el racismo, del Ministerio de Cultura. A través de ella el ciudadano puede reportar casos de discriminación étnico-racial en distintos ámbitos, entre ellos los medios de comunicación. “Cumplen su función honestamente, pero también deberían emitir reportes más frecuentes de la realidad local, tener semáforos de los programas más racistas y reportar qué empresas anuncian en esos espacios”, comenta el Mg. Castro.

Por último, también debe intervenir el ciudadano de a pie. “En otros países hay una censura social más directa”, sostiene la Dra. Cueto. “En el caso de la serie Roseanne, la cadena prefirió sacar del aire el programa a tener la opinión pública en contra de ellos”, dice el Dr. Callirgos. Por su parte Castro apunta: “La forma como una sociedad debe intervenir sobre lo que ve en sus medios es mediante el monitoreo, el reporte y la presión ciudadana”.

En un escenario así, ¿cómo ese niño puede no ser racista? Lo primero es admitir que somos discriminadores. “Tenemos que reflexionar sobre nuestros propios prejuicios”, recomienda el Dr. Ardito. Lo fácil es etiquetar como racista solo al humorista que lo practica de manera explícita o al periodista que lo dice abiertamente. Pero lo importante es también asumirlo como una lucha interna. Para lograr este cambio es importante que la ciudadanía, el Estado y los medios de comunicación asuman el papel que les corresponde.

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