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Noticia

“El uro de la bahía de Puno”: publicación de Cerrón Palomino

El texto de Rodolfo Cerrón Palomino, lingüista y docente del Departamento de Humanidades de la PUCP, recopila toda la investigación hecha por él y su experiencia relacionada con esta lengua extinta en nuestro territorio.

  • Texto:
    Nancy Vargas
  • Fotografía:
    Tatiana Gamarra

Si bien el uro ha existido desde hace cientos de años y tuvo una amplia distribución en el altiplano andino, con el correr del tiempo y la influencia de otras lenguas más dominantes, este prácticamente desapareció. Durante casi una década, Rodolfo Cerrón Palomino, lingüista y docente del Departamento de Humanidades de la PUCP, ha recopilado información sobre el uro y cómo se extinguió en nuestro territorio. Toda esta investigación ha sido volcada en el libro El uro de la bahía de Puno.

Desde Azángaro, en Puno, hasta Oruro, en Bolivia, los pobladores que hablaban esta lengua vivían en el eje acuático del Lago Titicaca y eran personas que tenían un desarrollo cultural incipiente, explica Cerrón Palomino, basándose en datos etnohistóricos. El lingüista señala que existían poblaciones cercanas a esta zona que hablaban una lengua distinta al uro: el puquina, la cual gozaba de mayor prestigio social y cultural, y que fue asimilada por los uros, así como las prácticas culturales vinculadas a esta.

Más tarde, los aymaras del centro del Perú llegaron a la zona, y dominaron a los puquinas y a los uros, lo que les obligó a cambiar de lengua. Mucho después, con la llegada de los incas, esta población asimilaría el quechua. “A lo largo de la historia, este pueblo pasó por distintas lenguas y fue cediendo la suya a los grupos de poder que los dominó”, indica el docente PUCP.

Finalmente, pese a la gran presencia de pobladores uros que encontraron a su paso, cuando los españoles llegaron al altiplano no consideraron necesario evangelizarlos en su idioma original, pues estos hablaban aymara o quechua. Por este motivo, no se ha encontrado gramática uro con un vocabulario propio, a pesar de ser una lengua demográficamente importante.

De lo que sí hay literatura española es de los adjetivos en contra del pueblo uro, a quienes consideraban como “bárbaros, salvajes, indómitos” debido a que vivían en el lago Titicaca, “vistiéndose de totoras y comiendo carne cruda”. Cerrón Palomino comenta que todo esto “contribuyó a que la lengua vaya perdiéndose y que su identidad se ponga en tela de juicio”.

Los últimos uros

Antes de que la lengua se extinga por completo del lado peruano, en 1929, el investigador alemán Walter Lehmann logró recoger material léxico de los últimos usuarios del uro y lo describió de manera muy esquemática. Gracias a ello sabemos que la lengua uro tiene un consonantismo complejo y que contaba con 10 vocales (frente al castellano que tiene 5 y el quechua, con 3). Cerrón precisa que el trabajo que realizó el europeo fue legado al Instituto Iberoamericano de Berlín, lugar al que el lingüista acudió para consultar el material inédito que luego le sirvió para la realización de El uro de la bahía de Puno.

La poca literatura disponible sobre el pueblo uro, y especialmente de su lengua, fue procesada por Cerrón Palomino, quien ya poseía conocimientos sobre la única variedad del uro que subsiste del lado boliviano: el chipaya. El docente ha investigado dicha variable por ocho años, durante los cuales ha pasado por largos periodos en el altiplano, enseñando  e investigando. “Yo conocía bastante bien la lengua, porque durante el trabajo de campo conocí y aprendí sus estructuras básicas. Mi ambición era editar el texto de Lehmann” precisa el docente de nuestra Universidad.

Toda esta información recolectada le permitió procesar el texto dejado por el investigador alemán y desarrollar el contexto uro del lado peruano, así como conocer la realidad de los descendientes de los pobladores. “Quería presentar este material dentro  del contexto social histórico-cultural de todo el pueblo uro, así como la distribución espacial de ese grupo y la historia de sus plantaciones idiomáticas”, detalla el especialista.

Hoy, los chipayas de Oruro son los únicos que aún hablan esta lengua, y quienes han hecho esfuerzos por reunirse y hablar de la extinta «Nación Uro». Sin embargo, se trata de un grupo minoritario que conserva poco de la historia de un pueblo que se resistía reiteradamente a la dominación cultural. Con tan solo dos mil hablantes, esta lengua aún se transmite de padres a hijos. Cerrón Palomino cree que su libro ha llenado, de alguna manera, la historia cultural de esta antigua nación que, afirma, “ahora sabe de dónde viene, quiénes son sus hermanos, hasta cuándo se habló su lengua y cuál era la distribución de esta”.

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