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Noticia

Docentes PUCP recuerdan a Henry Pease

Exalumnos, colegas y amigos recuerdan a Henry Pease, docente del Departamento de Ciencias Sociales quien falleció ayer a los 69 años.

Ejemplo de vida

Por. Aldo Panfichi, docente del Departamento de Ciencias Sociales

Conocí a Henry como estudiante y recuerdo aún con emoción cuando me cito una mañana a su casa para conversar y me ofreció ser su asistente. Me quede mudo de la impresión ya que Henry ya era leyenda entre nosotros.  Me dijo «¿lo quieres pensar?» cuando ya quería decir si pero no me salían las palabras.  Pronto me convertí en jefe de práctica, asistente de investigación, una suerte de secretario en la campaña electoral de IU en 1983 y luego colega en Sociales.  Largas horas de conversación sobre la democracia, la justicia, y el compromiso de la Universidad con el país, en su casa de Miraflores donde Mary nos invitaba té o café o desayuno cuando empezábamos temprano, incluso sábados o domingos.  Alguna vez dormí en el sillón de la sala cuando era muy tarde y debíamos empezar temprano.  De Henry aprendí que había que trabajar mucho, estudiar siempre, y ser coherente en la vida aun si nos toca pasar derrotas y momentos tristes. Pero también conocí su generosidad con muchos, incluso conmigo cuando me vendió (es un decir) su viejo escarabajo verde (mi primer auto) para que no tome muchos micros tarde a la casa de mis padres.  Gracias Henry por la oportunidad que cambió mi vida, somos muchos los que te debemos tus palabras, tus enseñanzas y tu ejemplo de vida. Estoy triste, una gran pérdida, pero siguiendo tu ejemplo nos paramos y seguimos por lo que creemos, nuestro mejor homenaje al maestro.

Perseverancia, terquedad, fidelidad

Por. Eduardo Dargent, docente del Departamento de Ciencias Sociales y coordinador del Área de Investigación de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas.

Todo eso y más era Henry Pease. Y tenía que serlo para ser profesor, ciudadano, político, padre y abuelo a tiempo completo. Nos conocimos hace años, pero recién nos volvimos cercanos cuando colaboré con él en la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas. Un animal político, un demócrata, un comprometido con la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Hace unos días le pregunté si lamentaba haber perdido la elección al Congreso en el 2011 y haberse apartado de la política. Se carcajeó y lo sentí muy sincero al responderme que no, que hubiese sido muy difícil trabajar en este Congreso. Más bien, no ir al Congreso le había dado la oportunidad de hacer otro tipo de política, enseñar más tiempo y dirigir en la Escuela al que consideraba el mejor equipo que había tenido. En estos años que nos acompañó a tiempo completo en la universidad concretó una serie de proyectos. El último, hace apenas unas semanas, fue la Revista de Ciencia Política y Gobierno. El anterior, una maestría para cincuenta coroneles de la policía nacional. Una locomotora que no se enteraba que su cuerpo, golpeado hace cuarenta años por un cáncer y el tratamiento que le salvó la vida, le pedía descanso. “Descansar mata” me dijo en una conversación reciente, “sin proyectos me muero”. Lo vi el miércoles pasado, preparando el segundo número de la revista. Nos deja un señor político, de esos que ya no quedan. Descansa en paz amigo y profesor.

Un maestro que no se rindió jamás

Por. Carlos Alza, coordinador de Políticas Públicas y Gestión Pública de la Escuela de Gobierno PUCP

Henry Pease fue mi maestro, mi jefe, un constante agente motivador para mi crecimiento personal y profesional, pero sobre todo, en los últimos tres años nos hicimos amigos. Henry era pródigo en el buen consejo, en extender la mano de apoyo pleno, tenía vocación genuina de enseñanza y aprendizaje, y tenía el coraje, la pasión y la convicción de vivir el Perú y su política. Recibí con frecuencia la confianza de sus preocupaciones por la Escuela de Gobierno; por el futuro de la Ciencia Política y su enseñanza; por la defensa de la autonomía de la PUCP. Con el honor de su confianza escuché sus vivencias de amor interminable a su esposa, a sus hijas -que lo son y serán todo- y a sus nietos -su mayor alegría. Aunque enfermo, muchas veces dictó sus clases desde la clínica. Porque un maestro no se rinde jamás. Democracia, respeto a la institucionalidad, compromiso con los que más necesitan, honestidad, lucha contra la corrupción y contra el autoritarismo fueron sus grandes banderas. De personalidad fuerte y a la vez de gran ternura, defendía sus ideas con esa decisión que caracteriza a los que se mueven por principios claros en la vida. No era perfecto, tuvo errores, contradicciones y debilidades, que hacían al gran maestro y al ex Presidente del Congreso, un ser humano mucho más próximo. Henry fue, ante todo, un peruano de buena y gran voluntad, con compromiso académico, profesional y político en el Perú. Henry Pease era una locomotora –decía Marcial Rubio-, así lo conocí, por eso estoy convencido que nos reencontraremos en algún lugar y seguiremos, donde nos toque estar, haciendo andar los motores a toda máquina.

Un abrazo para decirte gracias

Por. Fernando Tuesta, docente del Departamento de Ciencias Sociales

Lo tuve como profesor en los ya famosos cursos de Realidad Social Peruana y Realidad Social Latinoamericana, en la PUCP, al inicio de nuestros estudios universitarios. Esos cursos que te confrontaban (y te hacían chocar) con la realidad. Henry Pease tenía solo 29 años y ya era un profesor consagrado. Había sido presidente de la FEPUC, en sus años socialcristianos. A inicio de los ochenta, lo volví a encontrar en Desco, donde era director. Nos encontramos, ya siendo parlamentario y presidente del Congreso, en diversas oportunidades. Pero, donde lo vi con más frecuencia fue cuando regresó a la PUCP, en el 2007, para ser el primer director de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas. Henry era un trabajador incansable, responsable y tenaz luchador. Acostumbrado al arte de toma de decisiones, un militante de la política y un gestor eficiente. Tenía la cualidad de dialogar con los sectores más plurales. En lo académico, sus mayores aportes fueron sus trabajos sobre el gobierno militar y su labor en la Escuela de Gobierno de la PUCP.

Católico practicante, siempre fue una persona muy formal, de poco sentido del humor, pero a la vez, una persona muy cálida. Gran conversador y buen anfitrión. Su casa siempre fue un lugar de encuentro. Así como era terco para muchas cosas, era solidario como el solo. Su gran interés por los asuntos públicos, contrastaba por el poco tiempo que le dedicaba a otros asuntos. Pero toda su carga afectiva afloraba, cuando hablaba de Puchi, Nani, sus nietos y su siempre recordada Mery. La última vez que lo vi, fue en la elección de autoridades en la Facultad de Ciencias Sociales. Se desplazaba en su silla de ruedas con un motorcito. Le bromeábamos y él festejaba este cariñoso bullying. Su quebrantado estado de salud no nos llamaba la atención, pues desde que yo estudiaba en Letras, siempre se habló de lo mismo. Esta es una mañana muy triste. Te has ido querido Henry. Pero nos habías acostumbrado a que te ibas y siempre te quedabas. Parecías eterno. Te debía un convenio, un libro, un seminario. Pero sobre todo, te debía un abrazo. Un abrazo para decirte gracias. Hasta siempre querido Henry.

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