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Noticia

Centro Tierra diseña proyecto contra heladas en zonas alto andinas

El proyecto responde a una convocatoria del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec) y busca mejorar las condiciones de vida de las personas que viven en climas extremos. Conversamos con Sofía Rodríguez Larraín, docente del Departamento de Arquitectura y miembro de Centro Tierra.

  • Texto:
    Susan Pastor
  • Fotografía:
    Tatiana Gamarra

Centro Tierra es un grupo afiliado al Instituto de Ciencias de la Naturaleza, Territorio y Energías Renovables (INTE-PUCP) y al Centro de Investigación de la Arquitectura y la Ciudad (CIAC-PUCP), conformado por arquitectos e ingenieros de la Universidad que investigan y trabajan en construcciones arquitectónicas en tierra. A través de un concurso, ganado en el 2013 del CONCYTEC, el grupo tuvo la oportunidad de viajar a Puno y trabajar una de las zonas más extremas de Lampa: Orduña (4700 msnm aproximadamente).

El proyecto consistió en “abrigar” las casas de la comunidad de Orduña para combatir las bajas temperaturas. “Cuando construimos la casa piloto estábamos a – 3°C y normalmente llegan a -15°C”, señala la arquitecta Sofía Rodríguez Larraín, miembro de Centro Tierra. Orduña se caracteriza por tener viviendas dispersas, tiene uno de los climas más extremos, no hay carreteras, luz, agua ni telecomunicaciones. “Es un lugar muy aislado y desfavorecido, tiene condiciones de vida extremadamente difíciles”, sostiene.

Cuando empezaron a trabajar con la comunidad, los habitantes se interesaron e hicieron que sea un trabajo participativo. “Desde la investigación, nuestro diagnóstico de la vivienda ha sido participativo, hemos hechos muchos talleres con la población y a medida que íbamos conociendo más la comunidad iban naciendo las propuestas de mejoramiento. Estas han nacido porque hemos encontrado los materiales con los que podíamos trabajar”, señala la docente del Departamento de Arquitectura de la PUCP.

Material estrella

Trabajando en conjunto con los pobladores, el grupo de investigación conoció el material base con el que el proyecto funcionaría a la perfección: la totora. Es una fibra que crece en el Lago Titicaca, parecida a la de Pantanos de Villa. Pero esta del lago es más gruesa, tiene propiedades aislantes: dentro de cada fibra hay tubos de aire que hacen que sea resistente y no deja que se escape el calor. Estas propiedades luego fueron comprobadas en el laboratorio de Física de la PUCP.

Sin embargo, esto no es hallazgo del grupo de investigadores, este material es convertido en colchones que los pobladores utilizan para poder dormir y aislar la humedad del suelo de sus casas. “Al enterarnos de esto, determinamos que la cuestión térmica de nuestro proyecto iba a ser resuelto por estos colchones de totora”, sostiene la arquitecta. Lo que hicieron, entonces, fue comprar estos colchones y ponerlos en las paredes y techo de la casa para que el frío no pase, haciendo así una suerte de abrigo de totora que sirve tanto para viviendas hechas de adobe y piedra.  Adicionalmente a esta técnica, el proyecto implementa un sistema sismo-resistente que la nueva norma de arquitectura para construcciones en tierra dicta: refuerzos que se hacen con mayas que amarran los muros por ambos lados.

Compromiso con la comunidad

En una casa de adobe, ya sea existente o nueva, los colchones de torora van a ser colocados en los muros de la casa, únicamente para la parte interior. Mientras que, en el techo se pone debajo de la calamina. En este sistema antisísmico, las mallas van a amarrar los muros por ambos lados formando cuadrículas de 30 x 30 cm. Es decir, están interconectadas a través del muro en cada cruce. “Eso hace que cuando haya un sismo muy fuerte, la casa se puede romper completamente, pero no se cae; porque estas mayas no dejan que la pared se salga, los pedazos quedan atrapados”, indica la especialista. Esta técnica sirve para todas las edificaciones en tierra sin importar el clima.

Lo que se hizo en Orduña, es la construcción de un piloto que tiene un diseño bioclimático. En el proyecto se aprovecha la radiación solar y durante la noche se impide que este calor se vaya, con las paredes y techo forrados de totora y una gran claraboya (techo transparente con una calamina transparente). Durante el día entra mucho calor, en la noche se queda ahí y calienta los cuartos que están al lado de la sala. Sin embargo, mediante esta claraboya se pueden generar pérdidas que en el día acumuló 25 a 30°C. “Se pensó en soluciones como cerrarlo con una especie de persiana con mantas que impida que se vaya el calor, pero lo que hicimos es no poner la claraboya en los dormitorios si no en la sala. La idea es que cuando estás en el dormitorio, cierras la puerta y se conserva caliente, mientras que en la sala el calor se puede escapar. Sin embargo, lo que hemos visto es que en el día se calienta tanto que el calor que se escapa igual no enfría la casa más. Llegamos a un buen equilibrio, pero lo ideal sería protegernos de esta fuga de calor. Es algo que queda pendiente”, afirma Sofía Rodríguez Larraín.

Este proyecto duró dos años (2014 – 2016) y se capacitó a 24 pobladores de Orduña. Se les entregó un certificado que los autoriza de realizar correctamente este tipo de casa térmicas. El Centro Tierra siguió en contacto con la comunidad y a fines del 2016 ganó un concurso de la Dirección de Gestión de la Investigación (DGI–PUCP), que les ha permitido continuar el proyecto durante el 2017 hasta el 2018. Además de mejorar la iniciativa, ahora están intentando elaborar elementos de construcción con la totora para no comprar colchones. “Estamos en la etapa de generar una consultoría para ver como esta fibra puede convertirse en un panel y así pueda tener más acceso comercial”, finaliza la especialista.

Fotos: Proyecto Centro Tierra.

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