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Celebraciones por Fiestas Patrias: historia entre líneas

Las celebraciones por Fiestas Patrias evidencian mucho sobre la identidad de una nación: cómo se entiende a sí misma –o por lo menos la imagen que quiere proyectar- e incluso sobre su relación con otros países. Durante su reciente visita a la PUCP, el Dr. Pablo Ortemberg, docente de la Universidad Nacional General San Martín (Unsam), Argentina, nos explicó las investigaciones que ha realizado sobre las celebraciones de centenarios y bicentenarios patrios sudamericanos.

  • Texto:
    Israel Guzmán
  • Fotografía:
    Alex Fernandez

ALIANZAS Y RIVALIDADES

Ortemberg propone analizar cómo funcionaron las celebraciones por los centenarios entre 1910 y 1920 en la construcción de la política exterior sudamericana. «Los centenarios son un momento propicio en el que el lenguaje simbólico, el regalo de monumentos de un gobierno a otro, es fundamental para incidir en la política exterior. No solamente fueron fiestas para mostrar un supuesto grado de civilización ante los ojos europeos, sino que también sirvieron para que los gobiernos tejieran alianzas y afianzaran rivalidades», señala. Y una de las rivalidades más evidentes se dio entre Perú y Chile, que ocupaba todavía las regiones de Tacna y Arica.

El historiador estudió el centenario de la revolución del 25 de mayo de 1920, para lo cual no solo revisó los periódicos de la época, sino que también se adentró en los archivos de cancillería de Lima, Buenos Aires y Santiago de Chile, en donde encontró testimonios e informes confidenciales –aunque en Santiago todavía muchos de los documentos son clasificados- de los ministros asignados en cada país, que observan las celebraciones y deciden cómo participar, siempre en función de los intereses de su propio país.

Con relación al centenario argentino, Ortemberg señala que «las fuentes resaltan la visita de la infanta Isabel de Borbón a Buenos Aires, pero desde el punto de vista político quizá fue más importante la visita del presidente chileno Pedro Montt. Este centenario –y también el de Chile, en septiembre- funcionó para escenificar la apoteosis del acercamiento político entre los dos gobiernos, habilitado desde los pactos de mayo de 1902. En las calles de Buenos Aires podías escuchar el himno argentino y el chileno, y el presidente Montt llegó con la primera dama, secretarios, una comitiva del parlamento y setecientos cadetes del colegio militar de Chile. Era una especie de Estado chileno en Buenos Aires para sellar esta alianza”.

IDENTIDAD CONTEMPORÁNEA

Ortemberg aclara que existe una gran diferencia entre las sociedades contemporáneas y las de cien años atrás: «En la ciudad moderna, del centenario, las Fiestas Patrias funcionaron para intervenir el tejido urbano y utiliza los monumentos en función a la expansión urbana. Los bicentenarios se realizan en la ciudad contemporánea en la que se prioriza el patrimonio inmaterial, la cultura -entendida como recurso-, arte, gastronomía y valores multiculturalistas”.

Tanto en Chile, como en Argentina y Paraguay, los gobiernos de turno utilizaron para sus celebraciones el video mapping, que consiste en proyectar imágenes en 3D sobre edificios y monumentos, de esta forma interactúa con el relieve y volumen sobre el que se proyecta. “Se trata de generar una emotividad a partir del choque efectista sensorial y en los bicentenarios se puede interpretar qué se elige contar”, dice Ortemberg.

En el caso argentino, la entonces presidenta, Cristina Kirchner, supervisó personalmente el proyecto. “El resultado cuenta la historia de Argentina en diez minutos y predomina un tono dramático, pone en relieve las luchas populares con momentos felices, sobre todo del primer peronismo y, en cuestión de derechos humanos, muestra la dictadura como un momento dramático”, señala.

En el caso paraguayo, se organizaron dos celebraciones y en la segunda –y más importante-, el video mapping no se centró en la historia, “sino que se focalizaron en el folclor y la cultura guaraní, aunque también hubo menciones claras sobre tortura y derechos humanos”, apunta Ortemberg. Por el contrario, en Chile no se hizo mención a la historia reciente. “Eso es llamativo. El gobierno de Piñera conformó una comisión nacional que discutió qué mostrar y qué no mostrar. Y se pusieron de acuerdo en hacer un relato festivo, alegre, proyectado sobre el edificio de La Moneda. En un momento simulan la destrucción de La Moneda y pensé que evocaban el bombardeo del golpe de Pinochet, pero era el terremoto del 2010. Priorizaron la naturaleza y períodos lejanos, como conquista, colonización e historia del pueblo mapuche, pero casi nada del siglo XX, aunque sí aparece Condorito”, detalla Ortemberg. El hecho da pie a varias interpretaciones que, sin duda, tienen un correlato con algún sector de la opinión pública. Perú tiene todavía cinco años por delante para llegar a las celebraciones del bicentenario. En el camino, el reto será acercarnos a un relato que represente a todos.

El experto, investigador de carrera en Conicet, visitó la PUCP para dar dos conferencias organizadas por la Maestría en Historia. En la primera, abordó cómo los monumentos fueron usados por la diplomacia sudamericana para sellar alianzas y marcar rivalidades. Por ejemplo, como parte de las celebraciones del centenario argentino, la comisión nacional organizadora lanzó también un concurso para hacer una escultura al prócer chileno Bernardo O’Higgins, en el que solo podían participar artistas chilenos. Su segunda conferencia fue sobre las recientes celebraciones por los bicentenarios patrios.

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