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Te entiendo, Magaly

  • Ana Lucía Alvarez
    Estudiante de Gestión y Alta Dirección, directora de Imagen y Comunicaciones de la Asociación Apala

Este no es un problema de “mujeres” sino de la sociedad en general

¿A eso queremos llegar? A vernos solamente como agresor y víctima?

Responder a la violencia con más violencia no es la solución

Una mañana nos despertamos con la noticia de que una indignada Magaly Solier contaba entre sollozos haber sido víctima de acoso sexual en el Metropolitano. Un hombre que viajaba allí, decidió masturbarse detrás de ella sin el menor reparo. “Las mujeres que les ha pasado lo que a mí, entenderán mejor lo que me ocurrió y lo que he sentido”, dijo Magaly a la prensa. Y es cierto. Quienes hemos sufrido de algún tipo de acoso en la calle sabemos lo indignante y frustrante que es: una se siente vulnerada, invadida en su espacio más íntimo, insegura y molesta, por decir lo menos.

La agresión que sufrió Solier no es un caso aislado. Solo en lo que va del 2014, son más de 20 los casos de acoso que han sido denunciados a Protransporte, responsable del Metropolitano, a través de su protocolo contra acoso y actos de violencia. Si tenemos en cuenta la alta tasa de casos que no terminan en denuncia, por vergüenza, miedo, tiempo o simplemente porque no quieren recibir la misma respuesta de siempre: “¿qué habrás hecho?”, “¿quién te manda a vestirte así?” (el 75% de personas a nivel nacional culpa a las mujeres del acoso por la ropa que usa, según una encuesta del IOP PUCP) , podemos deducir que esta cifra es bastante más alta.

La pregunta cae por su propio peso: ¿qué hacer frente a estos casos? No creo que la solución sea la que sugirió Ana Jara, ex Ministra de la Mujer y actual Ministra de Trabajo: «Las mujeres tienen que reclamar y exigir sus derechos y, si la autoridad es muy lenta en sus reacciones, entonces a portar en la cartera tijeras, clavos y agujas, hay que defendernos como podamos». Responder a la violencia con más violencia no es la solución en estos casos. Tampoco creo que debamos imitar lo que inició México DF, donde el 2008 se crearon los “buses rosa”, transporte público exclusivo para mujeres como respuesta a los constantes casos de tocamientos indebidos y hasta violaciones de las que eran víctimas las mujeres en el transporte público. ¿A eso queremos llegar? A vernos solamente como agresor y víctima?

Creo que es necesario un trabajo desde las autoridades pero también desde la sociedad civil. Hace unos meses el Programa de Equidad de Género de la Gerencia de Desarrollo Social del Municipio de Lima, presentó la campaña ‘Yo viajo segura en el Metropolitano’, con la que se buscaba dar respuesta inmediata a los casos de acoso que puedan ocurrir en este servicio de transporte. Denuncias como las de Magaly Solier dan cuenta que aún hay muchos vacíos en estos protocolos, pues las autoridades que deben ayudar a las víctimas de estos casos no están en el momento de los hechos y es difícil identificar a los agresores.

La prevención es importantísima, no solo en temas de legislación (un importante avance es el proyecto de ley Contra el Acoso Sexual en Espacios Públicos, presentado por Rosa Mavila); sino que las autoridades que están más cercanas a los ciudadanos de pie, como la Policía o el personal de Seguridad Ciudadana, deben estar instruidos en temas de género. Pero no son los únicos responsables. Este no es un problema de “mujeres” sino de la sociedad en general. La pasividad da licencia a estos casos. Magaly narró el viernes pasado cómo frente a este hecho ningún pasajero que iba en el mismo bus se inmutó, la ayudó ni rechazó lo que hizo este sujeto. Pongámonos en los zapatos de Magaly y de todas aquellas mujeres que ven limitada su seguridad, su libertad de tránsito y movilidad en el espacio público, restringiendo sus oportunidades de desarrollo. Empecemos a ser más humanos y a trabajar por una sociedad basada en el respeto. Solo pedimos eso: respeto.

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