Jesús Cosamalón es historiador y catedrático. Evalúa la coyuntura en medio de la pandemia.
Jesús Cosamalón es historiador y catedrático. Evalúa la coyuntura en medio de la pandemia.

Su padre fue músico. Un saxofonista que migró a Lima desde el norte del país. Él también es músico. Un percusionista que luego estudió . En la prehistoria del académico formado en México figuran sus presentaciones con la orquesta Internacional Bahía en la Feria del Hogar y en salsódromos como La Máquina del Sabor. “Llega un momento en que tienes que decidir qué te servirá más en la vida. Pero la música es como un virus, con la diferencia de que nunca te curas”, dice el profesor universitario que próximamente publicará el libro Qué cosa tan linda, una introducción al estudio de la salsa en el Perú.

La familia Cosamalón Aguilar abrió una tienda de abarrotes en el Rímac, en la avenida Los Próceres, cerca de Caquetá, donde él despachaba. Las calles rimenses lo vieron crecer. “Eso me ayuda a entender el universo del comercio”, apunta el historiador que hoy dará la conferencia magistral “La ciudad y los ambulantes (1980-2000)” como parte del Programa de Historia del Perú de la . Se transmitirá en vivo a través de la plataforma Facebook de la institución, de 7 a 8:30 p.m. El acceso es libre.

“Soy de la generación en la que las familias querían que sus hijos hagan carreras universitarias. Me eduqué en un colegio público, nací en un barrio popular y estudié en una universidad de clase media”, remarca el último de tres hermanos, todos universitarios, que hoy también enseña el curso Salsa y Sociedad. Analizamos la actualidad al compás de Jesús Cosamalón Aguilar.

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-Su libro El apocalipsis a la vuelta de la esquina (2018) cobra una nueva vida con este desborde del comercio ambulatorio, sin un Estado que –otra vez– esté preparado para afrontarlo.

Bueno, sí. El texto hacía referencia al proceso de los ochenta, donde hubo problemas que quizás son comparables con los de ahora, como el boom del comercio ambulatorio, la falta de gestión eficiente de los gobiernos locales, la crisis económica, que sí sería una diferencia fundamental. En esa época también vivimos una epidemia de cólera, que tuvo como personajes a los comerciantes en la calle. A los vendedores de comida se les acusaba de ser los responsables de la transmisión de esta enfermedad.

-Y ahora también se les acusa de ser los focos infecciosos de la ciudad, donde el nuevo coronavirus podría expandirse.

El error está en pensar que los responsables son los vendedores, cuando también son víctimas. Eso te muestra los niveles de precariedad en los cuales trabajan los comerciantes en el Perú. Ahora descubrimos que los mercados no funcionan bien, que están mal organizados, pero la pregunta es ¿cuál es el último mercado que construyó un gobierno local? Hace casi 50 años que no hay un proyecto nuevo de construcción de mercados en Lima. Los mercados que existen en los distritos son construidos por los propios comerciantes, que han comprado un terreno, lo reparten, lotizan y, claro, rentabilizan el espacio haciéndolo pequeño, lo que ahora nos pasa factura. Pero creo que el ambulante también ha servido –y así fue en los 80– de solución a problemas reales de abastecimiento en la ciudad. Los ambulantes no solo son un problema, también son una solución. Es un error pensar que el responsable de todos los problemas es el ambulante, como pasó en los ochenta.

-Lo dramático está en que, luego de casi 40 años, el problema parece seguir siendo el mismo: no hay lugares para la venta ordenada, un Estado que no sabe cómo organizar el comercio y una población que aún le cuesta comportarse. ¿O exagero?

Solo se ha barrido debajo de la alfombra. En los 80 y 90 hubo alcaldes que ‘limpiaron’ la ciudad, entre ellos Andrade. El Centro de Lima se podía visitar. En varios distritos de clase media la basura desapareció, pero no desapareció de la ciudad. Si viajabas a las zonas marginales, veías basura en las calles. Pasaba en ATE, San Juan de Lurigancho, Villa María del Triunfo y Carabayllo. Es un problema que dejó de ser visible para los distritos de clase media y, de alguna manera, también para los medios de comunicación. Ahora ha ocurrido que ‘hemos descubierto’ que existe la pobreza y el trabajo en las calles, cuando solo estaban debajo de la alfombra. Pensamos que la informalidad solo tiene que ver con los ambulantes o las empresas que evaden, cuando hay muchas empresas formales que también tienen áreas grises de informalidad. Hay niveles de informalidad y no solo están en la calle. Hemos tenido una actitud ambigua con el ambulante: por ratos lo vemos como el personaje que ensucia las calles y afecta el tránsito; y por otro lado, como alguien que te da precios más baratos y te abastece de manera rápida y sencilla. Incluso, antes de la epidemia había una tendencia a ver a los ambulantes como emprendedores, como la señora de 80 años que vende tamales en la esquina de su casa. Ese discurso emprendedor hace olvidar que un ser humano que tenga 80 años, en una sociedad que pretende ser civilizada, no puede estar trabajando en la calle. Eso no es emprendimiento, es pobreza. Es la señal de una sociedad que no protege a sus habitantes.

-¿Y esta será una posibilidad para corregir algunos problemas o usted es escéptico?

Un peruano no puede ser escéptico porque, si no, no estaríamos vivos. El problema del ambulante es el problema de una ciudad no viable como sistema urbano. Entonces, es natural que surja el ambulante descontrolado en una ciudad descontrolada. Sí, este es un momento de cambio. Si ahora no hacemos algo para arreglar el transporte, será difícil hacerlo en el futuro. Es el momento para reconocer que sin una intervención más importante del Estado, tampoco saldremos adelante.

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-Los municipios deberían tener un mayor protagonismo.

Una de las cosas que me han sorprendido es la poca utilidad de las municipalidades en esta emergencia. Más bien, salen en las noticias por los delitos que cometen. Si al alcalde le impides que salga a la calle a entregar cosas, no pueden hacer política. Es una cosa caudillista. Y parte del fracaso en la atención a las personas más pobres en términos de dar bonos y ayuda tiene que ver con que las municipalidades, al parecer, no saben quiénes son los más vulnerables. Incluso, el alcalde de Lima, que probablemente tiene más poder político e influencia, ha hecho poco.

-Esta escena del alcalde de La Victoria, George Forsyth, pidiendo en las redes sociales que no se vaya al distrito, casi como un acto desesperado, ilustra cómo estamos.

Claro. Pero los alcaldes de ahora están cargando con un problema que no lo han generado ellos. Se deben tener mecanismos municipales más eficientes. Hay alcaldes que están desaparecidos. El problema es la ausencia del Estado. Si queremos vivir mejor, de esto tenemos que salir con un Estado que se preocupe más por el bienestar de la población.

-¿Cuánto del problema reposa en lo que comúnmente llamamos “la mentalidad indisciplinada del peruano”?

Es una imagen distorsionada. Si vas a México, te van a decir lo mismo. En Estados Unidos hay un montón de gente que sale a la calle sin mascarilla. Pasa en España y en otros lados. El problema es que esos factores se potencian cuando existe un Estado que dejó pasar mucho tiempo... No tenemos un Estado que haya hecho respetar las leyes, y no se trata de atribuirles todo a los más pobres.

-¿Detrás de esta última aseveración hay racismo?

Por supuesto. El racismo no actúa solo, se mezcla con cuestiones de clase, de género. A los policías se les cholea, asumiendo que el policía es cholo más allá de que sea cierto o no. Por eso somos una sociedad compleja.

-Y ahora se suma el rechazo al venezolano.

Somos una sociedad que no está acostumbrada a convivir con extranjeros a gran escala. Las últimas grandes migraciones de extranjeros que llegaron a la ciudad fueron los chinos y japoneses, a quienes se les acusó de las mismas cosas que se les acusa a los venezolanos: de quitar el trabajo, de ser sucios. Felizmente que a nadie se le ha ocurrido, hasta ahora, decir que el virus es contagiado por los venezolanos.

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-¿El caso George Floyd tiene algún correlato con el Perú?

Hay puntos comunes. En el Perú ciertos colores de piel, especialmente el color de origen afro, está asociado con la delincuencia. Los peruanos hemos sido educados con ese mensaje. Somos sociedades que vienen de la esclavitud, que trajo como herencia esta idea de que son personas inferiores.

-¿Es de los que consideran que luego de la pandemia seremos mejores o prefiere ubicarse en la otra orilla?

Necesitamos ser mejor sociedad. Se están mostrando los límites de un modelo económico, social y educativo que toca fondo. No vamos a caminar bien si no tenemos un servicio de salud estatal eficiente. La educación también es otro punto: colegios privados que no pueden sostenerse y sus alumnos que tienen que recurrir a la educación pública. ¿Y quién es responsable de todo esto?

AUTOFICHA:

- “Soy Jesús Antonio Cosamalón Aguilar. Nací en el Rímac, en 1966. Acabo de cumplir 54 años. Mi familia vino del sur de Cajamarca. Tuvieron que migrar porque eran de origen campesino. La tierra ya no daba y querían darle educación a alguno de los hijos”.

- “Estudié Historia en la Católica. Hice el doctorado en Historia en el Colegio de México. Creo que he publicado unos siete libros. Con mi colega José Carlos Rojas publicaremos un libro sobre la historia de la salsa, que lo edita el Instituto de Etnomusicología de la PUCP”.

- “Actualmente, enseño en la Católica. Mi especialidad es historia de América Latina, aparte del Perú. Uno de los cursos que dicto, de los que me gustan más, es Salsa y Sociedad. Lo dicto en Letras. Y creo que es el primer curso académico sobre salsa en el Perú; en Colombia y Puerto Rico sí hay”.

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